13 | Novia

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Carmine.

No puedo protestar ni negarme, solo decir que sí.

—Acepto.

Me encuentro en mi habitación, practicando ese "acepto" delante del espejo para que al pronunciarlo en el altar no suene con desprecio. Desprecio por esta boda, desprecio por un anillo que me atará como una cadena hacia los San Luis.

Todos ellos, con una sola excepción, son mugre en el suelo que piso, y se adhiere a la suela de mi zapato. Me causa asco.

No los soporto.

Aún no debo vestirme para la ceremonia. Yo, mi novia, y el resto de participantes tendremos un último ensayo hoy como recordatorio. También será una guía para los invitados que vinieron de afuera del país para asistir.

Me coloco mi chaqueta favorita, replanteándome que este es mi destino y debo recibirlo. Disfruté por mucho tiempo la poca libertad que tenía, la recuerdo, la extraño.

Así como añoraré la piel de mi amante.

Alguien llama a mi puerta y Rafka, quien descansaba en el banco acolchonado, corre hasta aquella y olfatea alrededor para reconocer el aroma de la persona.

Le diría que pasara, pero no quiero que ocurra lo de la otra vez, cuando Adonna lo dejó escapar por error. Camino hacia mi perro y lo sujeto de la correa antes de girar el pomo. Mi sonrisa espanta la negatividad al descubrir a mi primo Vicente y mi madre detrás de él.

—Entren, entren. —Me encuentro tan emocionado que quiero soltar a Rafka y abrazarlos, por eso me apresuro a cerrar la puerta una vez que ellos están dentro—. Me alegra que estén aquí. —Envuelvo a mi hermosa madre en mis brazos, pasó casi un año desde la última vez que la vi.

—Insistió mucho en verte antes de la boda. —Vice comenta.

Me separo de mi mamá para abrazar a mi primo.

—¿Qué tal te encuentras? —cuestiona antes de apartarse. No le doy respuesta—. Espero que no estés pensando en hacer una locura.

En lugar de "locura" habría dicho una vulgaridad, pero no lo hizo por respeto a mi madre. A ella no le gustan las groserías.

—No primo. Me voy a casar y me toca aceptarlo.

—Todo estará bien, Carma. —Me da un golpe juguetón en el hombro, sonriendo para aligerar el ambiente—. El matrimonio no es el fin del mundo.

—Lo dice el que se casó por amor.

—Mi caso es diferente. —Observa a mi madre, como si quisiera pedir su apoyo.

—Yo y tu papá no tuvimos un comienzo de cuento, pero comenzamos a ser muy felices juntos al saber que te estábamos esperando. —Me cuenta, sintiendo un poco, queriendo darme consuelo con su mirada.

—Mirra y yo lo hablamos, mamá. No tendremos hijos hasta que sea el momento.

—¿Ah? —Vicente capta mi atención—. ¿En qué momento se pusieron de acuerdo para eso?

Chisto y muerdo mi labio inferior, reprimiendo una sonrisa al tiempo que recuerdo la reunión con mi prometida en el mejor de los atardeceres.

—Después te digo. Ya casi es hora.

—Casi se me olvida —añade mi madre y rebusca rápidamente en su bolso.

El corazón se hunde en mi pecho al reconocer la pequeña caja que me muestra. No había notado que ya no trae puesto su anillo de casada, hasta ahora reparo que en su dedo anular derecho ya no está.

CARMINE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora