Carmine.
No falta mucho para que la 1:00 AM marque en mi reloj de muñeca, Mirra ya debe estar dormida. Eso pienso mientras subo los peldaños de madera sobre la escalera de piedra blanca.
Yo solo tomaré un baño y me acostaré a su lado. Mañana tendremos todo el día para hablar de eso... Hasta que giro el pomo de la puerta y descubro que mi esposa está cepillando su cabello lacio, sentada frente al tocador.
Su bata de seda está abierta y puedo ser su camisón del mismo color. No sé qué tiene el encaje que me encandila, y más cuando está en el escote.
Inmediatamente capto su atención, deteniendo el pase del cepillo por sus hebras que se ven de oro oscuro a la luz. Sus ojos de gacela me ven con escepticismo y yo solo me quedo observándola desde el umbral.
—¿Todo está bien? —Ella es la primera que habla.
Me percato del movimiento nervioso de sus manos contra el mango del cepillo redondo.
—Sí, Mirra, todo bien.
Cobro valor para dar los primeros pasos hacia ella. El pecho de mi esposa sube y baja con cada respiración, mientras yo contengo las mías. Me pongo de cuclillas frente a ella para tener esa conversación.
La comunicación es importante, yo mismo lo repetí un montón de veces. Por eso debo comenzar.
—El otro día te dije que podrías venir a mí con confianza, porque fue cierto cuando dije que no te tocaría sin tu permiso.
Estoy a punto de continuar, pero parece que ella quiere decir algo. La dejo contarme.
—¿Qué hay de ti? —Su pregunta me toma desprevenido—. ¿Te sientes atraído a mí? —Por la luz de la lámpara distingo el rubor en sus mejillas. Vergüenza y un poco de temor invaden su semblante—. ¿Puedes sentir lo mismo por mí que... por ella?
Así que esa es su preocupación.
—La atracción física que siento por cada mujer es diferente. No me mal entiendas, claro que me gustas, me... —busco una palabra que suene lo menos sucia posible— excitas como no tienes idea.
Ese par de anillos color ámbar me ven fijamente, sus labios se entreabren.
—¿En serio?
Ladeo una sonrisa, con la pequeña llama de un pensamiento pervertido en mi gran imaginación.
—No te miento.
—¿Y por qué te fuiste? —Mi sonrisa se desvanece—. Pensé que huías de mí porque no te gustaba y te sentías... obligado a cumplirme.
—Sí huía... —confieso en voz baja—. Pero no de ti, sino de lo que siento por ti y salí un rato para reflexionar. Tú no tienes nada de malo, soy yo el que sobrepiensa las cosas.
—¿Qué cosas?
—Ahora... estamos casados, ocultar estos sentimientos no sirve de nada. —Inhalo hondo, haciendo tiempo para dar un orden a mis ideas—. Yo te veo y pienso "'¡Wow! Es bonita y muy inteligente".
Esa es solo una mínima parte. Si bien es verdad, mucho de lo que fantaseé y me cuestioné en un aspecto más íntimo he decidido omitirlo. No encuentro necesario entrar en detalles sobre la atracción carnal que sentí por ella las últimas semanas.
Mirra aparta la mirada por un momento, sonriendo a boca cerrada de un modo que me resulta bello y angelical.
—Pero va de la mano con una inseguridad que me aturde la conciencia al pensar en todos los años que perdiste... y los que yo te arrebataré.
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CARMINE ©
General Fiction« Incluso los príncipes de la mafia tienen cadenas que los atan » Carmine Acosta es devoto a la familia. Por encima de cualquier indicio de rencor hacia ella está su devoción. Carmine deberá casarse para mantener el apellido de la familia en alto, y...