19 | Luci Stromboli

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Mirra.

Nunca me imaginé que un pequeño pueblo se viera tan hermoso en la noche, tan pintoresco como en la televisión. Apenas pude ver algo de su actividad cuando llegamos, pero no atravesamos las calles de San Vincenzo para no llamar mucho la atención de camino a la villa.

Stromboli tiene una energía única, como si te transportara al pasado con su estética. El pavimento está elaborado con adoquines, las casas son casi todas blancas, no hay muchos autos estacionados a la vista. El ambiente está animado por los niños que juegan entusiasmados, las parejas jóvenes caminan de la mano, los adultos charlan cálidamente entre risas, los restaurantes están abiertos y hay música de variados géneros según los negocios alrededor. Las lámparas y las guirnaldas de luces blancuzcas le dan una apariencia bella a los callejones.

Olvidé lo bello que puede ser el exterior.

Carmine toma mi mano, guiando el calmado paseo y haciendo las paradas que no pudimos ayer por la mañana. Probamos distintos bocadillos de negocios ambulantes mientras me relata sobre sus recuerdos en este lugar. Nuestros escoltas nos siguen a una distancia prudente durante el trayecto, empero no visten sus uniformes de saco y corbata, sino que se camuflan entre los civiles con ropa casual.

Pasamos al lado de un par de ancianos en la acera altamente concentrados en su juego de barajas. Llegamos justo a tiempo para la parte interesante y nos detenemos por un momento para atestiguar la jugada.

—Ganará el de la derecha. —Le murmuro a mi esposo, confiando en mi intuición de jugadora.

Él me mira, intrigado por la seguridad de mi afirmación.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque él ya sabe lo que tiene. —Inicio mi explicación en voz baja para que la gente a nuestro alrededor no se entere del truco—. Alcancé a notar que su oponente —señalo con disimulo al hombre a nuestra izquierda— tiene una mano fuerte de full, mientras que al de la derecha le vi una escalera de color. El detalle está en sus pequeños gestos. ¿Notas que está sonriendo un poco?

Carmine enfoca al señor de la derecha.

—Sí, puedo verlo.

—Bueno, pues parece que el señor de la izquierda no lo ve, pero si se diera cuenta se retiraría para evitar la derrota. —Nos aproximamos para poder ver mejor dicho juego, específicamente del lado del hombre de la derecha para explicarle mejor a Carmine esa jugada—. Se ve que ese señor lleva mucho tiempo jugando, pero es muy confiado y no sabe la relevancia que tiene su lenguaje corporal en este juego. Por eso es que se usa la famosa "cara de póker". —Yo y mi marido conectamos miradas—. Para que el oponente no sepa lo que tienes y haga una jugada que lo ayude a no perder.

—Pero el hombre de la izquierda tiene su cara de póker intacta. ¿Cómo el de la derecha puede saber que se lo llevará todo?

—Porque ese as no estaba en su escalera hace unos minutos —expongo, centrada en las cartas como mi madre en sus cotilleos—. Cuando nos detuvimos para verlos él tenía un ocho de tréboles.

—Oh... —Carmine ya comprende lo que está pasando—. Entonces está haciendo trampa.

—Cada jugador tiene sus tácticas. —Me encojo de hombros—. Es más simple si conoces bien a tu oponente, pero cuando no, solo lo estudias mientras juegas. Si el oponente resulta ser muy fuerte está la opción de retirarse o arriesgarse a que lo atrapen en su propia artimaña.

—Si sabes tanto de esto es porque ya lo has hecho, ¿o me equivoco? —inquiere con esa perspicacia que lo caracteriza. Yo no respondo, sintiendo que mi cara se acalora de repente—. ¿Hiciste lo mismo con Ulises esa vez?

CARMINE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora