Carmine.
En la madrugada Mirra se mueve entre mis brazos, causando que me despierte. Instintivamente, la presiono contra mí para no dejarla ir, pero estando un poco más despierto, aflojo mi agarre y le permito salir. Finjo estar dormido porque me interesa saber lo que hará.
Mi esposa sale de la cama y la rodea hasta quedar de espaldas a mí. Por un momento creo que irá al baño, pero esa pequeña zona de mi cerebro que sigue paranoica pica con un pensamiento:
Me asesinará porque así se lo encomendó su padre.
Escucho el cierre de una maleta. Está buscando algo en su interior y una vez lo tiene, vuelve a cerrarla. Como estamos a oscuras, con la luz de la noche dando un poco de visibilidad, me giro con sigilo para encontrar a mi esposa colocándose un pantalón de piyama y una bata. Pienso que su intención es salir del cuarto, pero entonces rodea la cama de regreso y se acomoda a mi lado nuevamente.
La sorprendo cuando la atrapo por detrás. La atraigo hacia mí porque he de admitir que quiero seguir durmiendo abrazado a ella.
—¿Tienes frío? —Le pregunto mientras la cubro más con la manta y froto mis manos en sus brazos.
—Sí, un poco.
Estiro mi brazo para alcanzar el control del aire acondicionado, apunto hacia el aparato en la pared frente a nosotros y presiono el botón de apagado; la luz azul se vuelve roja y en ese instante dejamos de sentir el aire frío sobre nosotros. El cuarto se mantiene fresco; a esta temperatura es mucho mejor.
Tras dejar el control de vuelta a su lugar, abrazo a mi esposa nuevamente, apoyando mi mandíbula sobre su cabeza, y en menos de lo que esperamos volvemos a conciliar el sueño.
Más tarde, despierto con el sol en mi cara. Debo entrecerrar los ojos para acostumbrarme a la luz y al calor con el que llega. Las 10:00 marcan la hora en el reloj digital y eso me extraña, me tiene en desconcierto porque no suelo levantarme a esta hora, sino cinco horas más temprano. Me acostumbré durante años a despertarme todos los días a las cinco de la mañana por mi trabajo y a dormir a las 23:00.
« Pero claro, después de la fiesta y el sexo la noche anterior mis rutinas al día siguiente se distorsionan... »
Siento que alguien se mueve a poca distancia de mí y eso me confunde aún más. No suelo dormir con alguien más, la única ha sido Ariana, y no despertaba con ella seguido. Entonces las memorias de anoche me hacen entender lo que está pasando.
« Anoche me casé. »
Bajo la mirada, descubriendo que recién despierta, igual que yo.
—Buenos días. —Me saluda, somnolienta. Se restriega un ojo con uno de sus dedos y libera un bostezo.
—Buenos días. ¿Dormiste bien?
—Sí. ¿Y tú?
—También... ¿Estuvo bien lo de anoche? —Introduzco mi mano entre nuestros cuerpos bajo las sábanas y tiro del elástico de su pantalón—. Podríamos intentarlo otra vez y... llegar hasta el final.
—Ah... ¿Ahora? —Hay una mezcla de emociones en su rostro, entre ellas reinando la inseguridad.
—No tiene que ser ahora. —Sonrío con picardía, pero mejor guardo mis dotes seductores para un mejor momento. Me enderezo en la cama y estiro los brazos—. ¿Tienes hambre?
—Demasiada, diría yo —responde, enderezándose también.
—No hay nada en la alacena ni en el refrigerador, pero conozco un buen restaurante en San Vincenzo.
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CARMINE ©
General Fiction« Incluso los príncipes de la mafia tienen cadenas que los atan » Carmine Acosta es devoto a la familia. Por encima de cualquier indicio de rencor hacia ella está su devoción. Carmine deberá casarse para mantener el apellido de la familia en alto, y...