Capítulo 23

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Capítulo 23: El escondite secreto de Alfonso


Ariadne levantó la vista hacia el frondoso árbol zelkova que se alzaba justo al lado de la fuente abandonada. El árbol estaba lleno de susurrantes hojas verdes, y el dueño de la voz estaba tumbado en la rama con un libro abierto cubriéndole la cara.

Hizo un gesto hacia Ariadne mientras cerraba el libro y lo colocaba a su lado.

—¿Quieres que suba?

El Príncipe asintió.

—Es el mejor escondite.

Quedaba mucho tiempo hasta su audiencia con la Reina. No había necesidad de apresurarse a recoger una peonía.

Ariadne asintió y apoyó el pie en el tronco para subir junto a él. Pero no podía saltar debido a la voluminosa falda de su vestido.

—¿Necesitas ayuda?

Ariadne no estaba en condiciones de rechazar su ayuda

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Ariadne no estaba en condiciones de rechazar su ayuda. Extendió la mano hacia Alfonso.

La mano grande y gruesa de Alfonso agarró los largos y delgados dedos de Ariadne.

—Aquí, por aquí. Buena chica.

Tomarse de la mano no fue suficiente para que Ariadne subiera a la rama. Alfonso la agarró por los antebrazos y la subió al árbol.

Sólo entonces se dio cuenta de que había un problema.

—Oh, no, tu vestido es blanco.

Ariadne se echó a reír y contestó—: ¿Me has dicho que suba sin mirarme siquiera?

Alfonso se rió a carcajadas. La había llamado en cuanto vio su rostro. Se alegró tanto que no tuvo tiempo de mirarle el vestido.

Alfonso contempló durante un segundo y se quitó la capa.

—¿Puedes venir aquí un momento?

Señaló hacia su regazo.

Los ojos de Ariadne se entornaron. '¿No es demasiado rápido?'

Pero, de nuevo, no podía permitirse rechazar a Alfonso. Ganarse su favor era el camino más seguro para escapar de Césare y la familia de Mare, y alcanzar su libertad.

Cuando Ariadne desplazó obedientemente su peso hacia su regazo, él colocó rápidamente su capa sobre la superficie vacía y la hizo sentarse de nuevo en la rama.

—Así, ¿está mejor?

No hubo ningún movimiento ni contacto innecesario. Ariadne debía de ser la única con segundas intenciones.

Con la cara enrojecida, Ariadne asintió en silencio.

—Alfonso, ¿por qué estás aquí?

Alfonso le devolvió la sonrisa.

En Esta Vida Yo Seré La Reina Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora