67- Negras: Rey d8

42 1 0
                                    

La diferencia entre el Popes y la nave en la que había encontrado a Raúl era manifiesta, y no sólo por el espacio, a pesar de que la discoteca también era bastante grande y tenía dos niveles. Allí los chicos y las chicas transpiraban todavía leche materna, o al menos así se lo parecía. No hacía más de cuatro años que él era también así, pero se le antojaba una gran lejanía en el tiempo. A veces incluso se preguntaba cómo había podido comportarse así, tan absurdamente loco.

¿O era que se sentía «mayor»?

¿Absurdamente mayor?

Contempló la fauna de bollycaos, ellas abriéndose a la vida en plan peleón, dispuestas a comerse el mundo, luciendo la esbeltez de sus cuerpos, la longitud de sus piernas emergiendo de sus breves faldas o pantaloncitos muy ceñidos, la belleza de sus cabelleras típica de spot publicitario, lo último en moda, la audacia para combinar colores y sensaciones, y sin los protectores de los dientes que guardaban en los bolsos o las chaquetas para volver a ponérselos al llegar a casa, fumando, convertidas en depredadoras cuando iban en grupo ya que la fuerza las hacía estallar, o entregadas al amor en el caso de que compartieran tempranamente su espacio vital con un chico; y ellos ocultando sus inseguridades o luciendo su buena planta y, por tanto, sus argumentos de dominio, mirándolas y dejándose mirar, ofreciendo lo sano de sus vidas aún sin malear, con el vaso de algún brebaje en la mano, igual que si en lugar de sostenerlo fuese él quien los sostuviera a ellos. Y en suma, todas y todos, bailando, bailando sin parar, porque para eso se suponía que estaban allí.

Bailando para divertirse y romper con todo.

—¡Qué movida!, ¿no?

Eloy miró a Máximo. Parecía haberse olvidado también de que ellos eran igual cuatro años atrás, incluso menos, tres... o tal vez dos.

—Primerizos —comentó Santi.

—¡Menuda guardería! —continuó Máximo.

—¿Por dónde empezamos?

Eloy estaba al mando. Nadie se lo discutía.

—Vamos arriba, a ver si lo vemos —empleó la misma táctica que en la nave—. Si está vendiendo, lo que no va a hacer es estar en la pista, y fuera no lo hemos visto.

—De acuerdo —gritó Cinta para hacerse oír por encima de la música. Eloy abrió el camino hacia arriba.

Campos de Fresas - Jordi Sierra i FabraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora