Capitulo XXVII: La Furia de la Noche.

70 6 1
                                    

Pov: Alicia Clark.

Tras la inesperada fortuna de encontrar este refugio flotante, estábamos decididos a prepararnos adecuadamente para la travesía que se avecinaba.

—Necesitaremos mantas y ropa si planeamos sumergirnos en el mar.— Mencioné, mirando alrededor de la cabina del yate en busca de provisiones.

Kal asintió, entusiasmada.

—Vamos a explorar el pueblo. Seguro encontraremos algo útil.

Descendimos del yate y nos dirigimos hacia las calles del pueblo abandonado. La quietud era abrumadora, pero la sensación de esperanza que llevábamos con nosotros convertía cada paso en una oportunidad.

—Creo que por aquí hay una tienda. Podríamos encontrar mantas y ropa adecuada.— Señalé hacia un edificio cercano.

Entramos con precaución, con la esperanza de no encontrar sorpresas desagradables entre los estantes polvorientos. Exploramos las prendas, seleccionando mantas y ropa que nos protegerían del frío del mar y también para los días cálidos.

—Esto debería ser suficiente.— Dijo Kal, satisfecho con nuestras adquisiciones.

De vuelta en el yate, nos dispusimos a subir las mantas y la ropa a la cabina. Pero Kal tenía un plan más amplio en mente.

—Creo que deberíamos subir algunas herramientas y cañas de pescar. Y esos paneles solares podrían ser útiles para mantenernos con energía. Tal vez hasta podemos lograr que el radio funcione.— Propuso.

Asentí, reconociendo la lógica en sus palabras.

—Buena idea. La autosuficiencia será clave en esta travesía.

Juntos, subimos al yate herramientas, cañas de pescar y los paneles solares. Cada objeto que colocábamos a bordo simbolizaba nuestra preparación para un futuro incierto. Mientras trabajábamos, la emoción de la aventura nos llenaba de energía.

El sol pintaba de tonos cálidos la cubierta del yate motovelero mientras Kal y yo nos dedicábamos a los ajustes necesarios para nuestro viaje en el mar. La brisa salada nos envolvía mientras trabajábamos en equipo para preparar nuestra nueva casa flotante.

—¡Listo!— Exclamó Kal, levantando su herramienta con satisfacción.— El radio ya está reparado. Podremos estar al tanto de lo que sucede en el mundo... o lo que quede de él. 

Sonreí ante la noticia. 

—Eso es genial, Kal. Nos dará una ventaja tener esa conexión.

Pero, como siempre, Kal no podía resistir la tentación de añadir un toque de humor a la situación. 

—Ahora, mi amor, prométeme que esta vez no le darás las coordenadas a ningún bandido. Mis cicatrices de bala todavía recuerdan el último encuentro de ese tipo.

Me eché a reír.

—Lo prometo, amor. No quiero que tengas que añadir más decoraciones a tu colección de cicatrices.

Kal sonrió, pero sus ojos aún reflejaban el recuerdo del peligro pasado. 

—Eso espero, Lisha, los bandidos en alta mar son mucho más terribles que los tiburones.

—Lo tendré en cuenta. Pero, por si acaso, ¿deberíamos llevar una bandera pirata para disuadirlos?— Sugerí, jugando con la idea.

Kal rió, apreciando mi sentido del humor. 

—Eso podría funcionar. O tal vez deberíamos izar una bandera que diga "Solo para peces amigables".

—Hoy estás muy graciosa, Agnelli.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora