Capitulo II: Encuentros en la Desolación.

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Pov: Kal Agnelli

Mis recuerdos se despliegan como páginas de un libro amarillento, transportándome a un tiempo más tranquilo y sereno. Antes de que los gritos de los no muertos llenaran el aire y las calles se convirtieran en campos de batalla, existió un período de paz en mi vida. Ese momento especial lo compartí con mi abuelo en un pequeño rincón de Italia cuando el sol pintaba de tonos cálidos los campos que rodeaban nuestra humilde casa. Mi abuelo, un hombre de sabiduría infinita, había sido mi ancla en aquel mundo idílico. Un profesor de arte, literatura e historia, sus enseñanzas eran como un río constante que fluía a través de mi mente.

-Flashback-

—Kal, ven aquí. Quiero mostrarte algo.— Decía con una sonrisa juguetona mientras me llamaba hacia el estudio, el lugar sagrado donde daba rienda suelta a su amor por las artes.

Me acercaba corriendo, con los ojos llenos de curiosidad. Sus manos, arrugadas por el tiempo, manejaban pinceles con la misma gracia con la que contaba historias de dioses y héroes.

Los días transcurrían en una danza armoniosa entre lecciones y risas. En las noches, bajo el resplandor de la luna, nos sentábamos en el porche mientras él compartía cuentos de antaño.

- Fin del Flashback-

Los días de mi niñez en Italia fluían como un suave arroyo. En las tardes, nos sumergíamos en la historias de su pasado, y por las noches, bajo el brillante manto de estrellas, mi abuelo tejía cuentos de héroes y amores perdidos. Su sabiduría era mi refugio, un bálsamo para el alma.

Cuando cumplí 9 años nos mudamos a Inglaterra por su trabajo. Siempre nos instalábamos en zonas tranquilas donde el bullicio de la gente no perturbaba nuestra paz.

-Flashback-

En las tardes doradas de Inglaterra, las colinas verdes se extendían como olas interminables. Mi abuelo y yo paseábamos por los campos siempre que podíamos, y su voz, cargada de sabiduría, me envolvía como una suave brisa.

—Kal, querida, la vida es como una obra de arte en constante evolución. Cada día es una pincelada en nuestro propio lienzo.— Decía, mientras señalaba al horizonte y los colores del atardecer danzaban en sus ojos.

En su pequeño estudio, entre estantes de libros y lienzos que esperaban ser llenados, mi abuelo compartía su pasión conmigo. Era un maestro paciente, guiándome a través de los secretos de la creatividad.

—Observa, Kal, cómo las sombras dan vida a la luz. Así es como la vida se entrelaza, con contrastes que nos definen.— Explicaba, su mano arrugada trazando líneas invisibles en el aire.

- Fin del Flashback-

Cuando cumplí 14 años mi abuelo se jubiló, pero el amor por la docencia y la pasión por compartir el maravilloso mundo que yacía en su mente lo llevó cuatro años después a aceptar dar clases en una universidad de Los Ángeles por petición de un intimo amigo suyo.

Los primeros días en Los Ángeles fueron como un torbellino. La ciudad vibrante y llena de vida, pero con una energía eléctrica que anunciaba un cambio me atontaban. Mi abuelo, siempre sabio, me guiaba por los laberintos de calles y avenidas, tratando de encontrar belleza en los rincones urbanos.

"Kal, cada ciudad tiene su propia historia que contar. Aprende a leer entre las líneas." Decía, mientras sus ojos centelleaban con entusiasmo. Era un soñador nato, amaba viajar y descubrir, antes de mi llegada me contaba como con mi abuela recorrían cada lugar que podían nutriéndose del conocimiento de todo. Fue por él que aprendí todo lo que sabía, no solo académicamente si no de la vida. Aunque era un hombre de paz no era ingenuo, también comprendía de la maldad del mundo, más allá de haberme inculcado sobre las artes y la historia, desde pequeña me hacía aprender artes marciales y cuando llegué a una edad adecuada ambos practicábamos tiro. Decía que necesario para defenderse de la crueldad del mundo si un día las palabras no funcionaban. Que razón tuvo.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora