Capitulo VI: Nuevo amanecer en tierra firme.

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Pov: Kal Agnelli

El sol se filtraba a través de las cortinas desgarradas de la pequeña cabina en la que me encontraba. Cada rincón de mi cuerpo dolía; llevaba días en esa cama. Me obligué a salir de ella, apoyándome en las paredes para mantener el equilibrio mientras mi cuerpo se acostumbraba a la verticalidad. Con cuidado, abrí la puerta y me dirigí hacia la cubierta. El aire salado del océano me golpeó, y mientras mis ojos se acostumbraban a la luz del día, vi a Alicia de pie junto al pasamanos, mirando el horizonte. Me acerqué lentamente, todavía sintiendo la debilidad en mis piernas.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Alicia, sin apartar la mirada del mar.

—Mejor, supongo.— Respondí con una sonrisa débil.— Gracias por cuidar de mí.

Ella se volvió hacia mí, sus ojos preocupados encontraron los míos.

—Pensé que no ibas a despertar. Fue aterrador.

Me senté en un sofá cercano y le hice un gesto para que se uniera a mí.

—Tengo más resistencia de la que aparento.— Dije con una risa suave.— Y no tienes que preocuparte tanto. Estoy bien.

Alicia se sentó a mi lado, y nos quedamos en silencio por un momento, solo el sonido de las olas rompiendo contra el casco del barco rompía el silencio. Observé el horizonte, pero mi mente estaba en otra parte, ocupada con un torbellino de pensamientos y sentimientos. Cada vez que cerraba los ojos, revivía los momentos más oscuros de nuestra batalla, los rostros de nuestros enemigos, y el instante en que la bala me había atravesado. Pero había algo más, algo que persistía incluso más allá de esos recuerdos: Alicia. Recordaba cómo su voz me había llamado desde la oscuridad, cómo había sentido su desesperación y su esperanza.

Noté la forma en que la luz del sol acariciaba su rostro, resaltando los tonos dorados en su cabello. Cada detalle de su piel hasta la expresión de concentración mientras observaba el mar, contribuía a la imagen de su belleza natural. Era imposible no notar lo hermosa que se veía.
Y mientras el silencio persistía entre nosotros, algo más comenzaba a tomar forma en mi interior. El sonido de su risa, la gentileza en su voz mientras me cuidaba, todo se amalgamaba en un cóctel de emociones que no podía ignorar.

—Kal, estás muy callada.— Dijo Alicia, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz era suave, casi un susurro.

—Solo estaba pensando.— Respondí, girando para mirarla. —En todo lo que ha pasado. Y en lo que aún queda por hacer.

El ambiente tranquilo parecía propicio para compartir historias, y Alicia habló tímidamente.

— ¿Alguna vez hablas de tus padres?

La pregunta me tomó por sorpresa, pero decidí abrirme un poco más. Miré fijamente el horizonte antes de responder.

—Nunca conocí a mis padres biológicos. Fui abandonada en las puertas de un refugio cuando era un bebé. Mi abuelo me encontró y me adoptó. 

Alicia asintió, comprendiendo la delicadeza del tema.

—Tu abuelo debe haber sido una persona increíble.

—Sí, lo era. Siempre cuidó de mí, contándome historias y dándome todo su amor. Solíamos sentarnos en el porche y mirar el cielo estrellado. Me contaba sobre mi abuela, a quien conocí solo a través de sus relatos amorosos.

Alicia sonrió con ternura.

—Suena hermoso.

—Lo era. Aunque nunca conocí a mi abuela en persona, la sentía cerca a través de las historias de mi abuelo. Como si su amor aún estuviera presente en el mundo.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora