Capitulo XVIII: Entre Tatuajes y Promesas.

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Pov: Alicia Clark

Después de días incesantes de viajes, finalmente llegamos a un pequeño pueblo sumido en un silencio inquietante. Las calles desiertas, como fantasmas de un pasado olvidado, parecían susurrar historias de tiempos mejores. Con la esperanza de encontrar refugio y algo de comida para saciar el hambre que nos atormentaba, decidimos explorar el lugar.

Entramos a un restaurante de comida rápida, y el aroma a grasa y aceite nos transportó a tiempos más simples. Mis ojos se iluminaron al ver una cubeta repleta de papas fritas, un tesoro inesperado en este mundo devastado.

—Mira lo que encontré. ¡Papas fritas! No puedo creerlo.

Ella sonrió, y juntos nos sentamos en una mesa desgastada. Compartir esa comida simple se convirtió en un acto de supervivencia y, extrañamente, nos unió más.

Después de llenar nuestros estómagos y con una sensación momentánea de normalidad, decidimos explorar más el lugar, topándonos con un pelotero. Ambas nos miramos cómplices y nos aventamos.

—Gracias por hacer todo esto un poco más llevadero, Clark. Estos momentos son raros hoy en día.

La abracé, sintiendo el calor reconfortante de su abrazo.

—No hay nada que prefiera más que compartir estos momentos contigo.

Nos besamos, sellando ese instante de normalidad en un mundo donde la anormalidad se había convertido en la norma. En el silencio del pueblo abandonado, nuestras risas resonaban como un recordatorio de que, incluso en este apocalipsis, encontrábamos la fuerza para encontrar alegría y amor.
Después de un rato de risas y juegos en el pelotero, decidimos que era hora de seguir adelante en nuestra búsqueda de provisiones. Ella siempre había demostrado ser hábil en la tarea de encontrar suministros en medio de este mundo desgarrado.

—Creo que encontré un pequeño supermercado a unas cuadras de aquí y un lugar de esos donde venden bolsas de arroz, harina, semillas y otras cosas. Deberíamos ir a echar un vistazo.— Dijo mientras  ajustaba la mochila llena de suministros que habíamos reunido hasta ahora.

Asentí con la cabeza y luego la seguí por las desiertas calles del pueblo. A medida que avanzábamos, no podía dejar de admirar cómo ella había transformado nuestra camioneta en un verdadero refugio ambulante. Con ingenio y destreza, había convertido el espacio trasero en una pequeña casita rodante.

—No puedo creer lo que has logrado con la camioneta. Es increíble.— Comenté mientras abría la puerta trasera.

El interior estaba organizado de manera eficiente. Había grandes estantes abajo con alimentos enlatados, agua embotellada y otros suministros esenciales. Arriba de los cajones, había construido una cama con un cómodo colchón, mantas y almohadas.

—Bueno, hay que hacer lo que sea necesario para sobrevivir. Quiero que te sientas segura aquí, bonita.— Dijo con una sonrisa tranquilizadora.

Me acerqué y le di un corto beso. Después de asegurarnos de que teníamos todo lo necesario para la siguiente etapa de nuestro viaje, salimos en dirección al supermercado. Caminamos en silencio, pero la confianza en Kal y la seguridad que sentía en nuestra pequeña casa rodante me daban fuerzas.

En el supermercado y la barraca, ella demostró una vez más su destreza para encontrar lo esencial. Llenamos nuestras mochilas con alimentos, medicamentos y cualquier cosa que pudiera sernos útil. El sol comenzaba a ponerse cuando regresamos a la camioneta.

—¿Sabes?, creo que deberíamos quedarnos aquí por la noche. Es seguro, y así podemos descansar un poco.— Propuso.

Días después, en un claro tranquilo a un lado de la carretera, disfrutábamos de un breve respiro. Habíamos recorrido kilómetros y enfrentado peligros para llegar a este momento de relativa paz. Mientras mordía mi manzana, Kal parecía estar sumida en sus pensamientos, y de repente, su expresión se transformó en una mezcla de sorpresa y diversión.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora