Capitulo XXXII: El Precio de la Supervivencia.

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Pov: Kal Agnelli.

El sol colgaba bajo en el horizonte mientras avanzábamos hacia el almacén, junto con el equipo de recolectores liderado por Glenn. La misión era clara: conseguir los repuestos necesarios para los paneles solares de Alexandria. La ciudad había pasado por mucho desde que llegamos, pero la necesidad de electricidad seguía siendo una prioridad.

Entramos en el almacén con cautela, revisando estantes y cajas en busca de lo que necesitábamos. La tensión en el aire se cortaba con un cuchillo, cada uno de nosotros consciente de que cualquier descuido podría costarnos la vida.

Glenn revisó algunas cajas al fondo del almacén, y yo me adelanté hacia una sección donde se suponía que encontraríamos los repuestos. Fue entonces cuando escuchamos el sonido característico de un caminante.

—¡Aquí hay uno!— Exclamó Aiden, uno de los recolectores, levantando su arma y avanzando con imprudencia.

—¡Espera, no te acerques tanto!— Le advertí, pero ya era tarde.

Aiden se lanzó hacia el caminante, ignorando nuestras advertencias. Lo que sucedió a continuación fue un caos. El soldado zombificado llevaba un cinturón de granadas y Aiden, en su imprudencia, intentó deshacerse de él de manera violenta. La explosión que siguió nos lanzó hacia atrás, el estruendo retumbando en nuestros oídos.

Cuando logramos recuperarnos, la escena era desoladora. Aiden estaba empalado a la pared, sus ojos reflejando el horror de su propia muerte inminente.

—¡Necesitamos ayuda aquí!— Gritó Glenn mientras corría hacia Aiden, seguido de cerca por mí y Noah.

El tiempo corría en nuestra contra, y la posibilidad de salvar a Aiden se desvanecía rápidamente. Pero entonces, Nicholas, uno de los recolectores, entró en pánico.

—¡Esto es una maldita trampa!— Gritó, corriendo hacia la salida.

—¡Nicholas, espera!— Le llamé, pero fue inútil.

Mientras intentábamos ayudar a Aiden, Nicholas abandonó a sus compañeros, dejándonos a Glenn, a mí y a Noah a merced de los caminantes que se acercaban.

—Tenemos que salir de aquí, ¡rápido!— Ordenó Glenn, mirando a su alrededor en busca de una salida.

Corrimos hacia la puerta principal del almacén, pero Nicholas había dejado un regalo mortal detrás de él: la entrada estaba llena de caminantes que se dirigían hacia nosotros.

—¡Maldición!— Exclamé mientras nos quedábamos atrapados en una puerta giratoria, los muertos vivientes avanzando desde ambos lados.

Glenn, siempre ingenioso, propuso una idea para salir de esa situación. Pero antes de que pudiera ejecutar su plan, Nicholas, egoísta y asustado, se abrió paso hacia el exterior, dejándonos a Glenn, a Noah y a mí a merced de los caminantes dentro del almacén.

—¡Nicholas, maldita sea!— Grité, pero era demasiado tarde.

Los zombis se abalanzaron sobre nosotros, y a pesar de nuestros mejores esfuerzos, perdimos a Noah. Vi cómo lo arrastraban hacia la oscuridad, impotente para salvarlo.

La furia y la tristeza se apoderaron de mí. Golpeé con rabia a Nicholas cuando lo volvimos a encontrar. La traición y la pérdida se mezclaron en ese instante, y Nicholas pagó el precio de su egoísmo.

—¡Esto es por Noah!— Le grité, descargando mi ira contra él.

Llegamos a Alexandria con el peso de la tragedia sobre nuestros hombros.
La explosión, la pérdida de Noah, todo se sentía como una carga insoportable. Necesitaba encontrar a Alicia, compartir el peso de mis emociones con ella.

Cenizas del Mundo Muerto (Alicia Clark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora