Prólogo

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—¿Puedes escucharme, Becky? Debemos regresar —le rogué con urgencia.

—No volveré a ese lugar, Freen.

—Por favor, intenta entenderlo, es peligroso aquí afuera.

—¡No volveré a ese lugar! —Exclamó en un grito que atrajo las miradas de las personas a nuestro alrededor— Lo siento, pero estoy harta de esto.

—Solo será un tiempo más, Becky, por favor.

—¿Un tiempo? —se rió mientras yo intentaba alejarla de la calle— Llevo un año encerrada, Freen, prisionera contra mi voluntad por mi propio padre. 

—No empieces, Rebecca, por favor. Volvamos, esta es la última vez que te lo pido. No puedo permitir que algo malo te pase. ¿O prefieres que llame a Tadow?

Parecía que todo lo que le decía ya no era suficiente para calmarla. Había intentado convencerla innumerables veces de que lo mejor para ella era seguir aislada del mundo. En el fondo, la comprendía; imagino que debe ser horrible estar en su lugar, y no esperaba que creyera mis palabras. Sin embargo, ya faltaba poco para que la pesadilla terminara, y estar fuera solo complicaría las cosas.

Saqué el móvil de mi bolsillo para llamar a Tadow, y en un segundo, Becky desapareció.

—¡Cuidado! —mi advertencia no fue lo suficientemente rápida para frenarla. Todo sucedió en cámara rápida, y no pude evitarlo.

Corrí hacia ella, pidiendo ayuda a gritos, mientras el coche que acababa de... ¿matarla? se daba a la fuga. Memorizé la placa antes de que pudiera escapar y busqué el pulso de Becky en su muñeca.

Está viva.

—¡Una ambulancia, por favor!— la gente a nuestro alrededor intentaba apartarme de su cuerpo, pero yo sólo me concentre en cuidar que nada malo le pasara. A pesar del estado de shock en el que me encontraba, no le quité los ojos de encima.

—Quédate conmigo Becky, no puedes dejarme ahora. Te lo ruego...

Ella me dejó entrever una pequeña sonrisa que desgastó toda la fuerza que le quedaba, y simplemente perdió la consciencia entre mis brazos.

~

—Después de eso, jamás la dejé sola hasta que fui por ese maldito café.

—Sarocha, necesito que si recuerdas algo más, cualquier pequeño detalle que nos ayude a encontrarla, me lo digas de inmediato — me ordenó el Sr. Armstrong.

—Le juro que hice lo que me enseñó, señor. Me mantuve alerta desde el momento en el que Rebecca cruzó por esa puerta y solo... solo fue un segundo, se lo juro— me derrumbé frente a él. Era la primera vez en años que una lágrima mía tocaba mi rostro, me había prometido no volver a llorar desde la muerte de mi madre. Me había prometido ser ruda, autosuficiente e insensible ante cualquier situación para poder sobrevivir. Y lo había logrado, mi vida estaba en perfectas condiciones, pero ella...

Me muero si la pierdo.

—Tranquila Sarocha, está bien — Tadow me abrazó suavemente por arriba del hombro. Él jamás me había tocado el hombro, ni mucho menos me había abrazado. Y fue en ese preciso instante donde me di cuenta de que nada estaba bien.

—Entonces, ¿recuerdas algo más? Perdona mi insistencia, pero esto es grave. Muy grave, Freen. Necesitamos encontrar a mi hija antes de que sea demasiado tarde.

—Repasemos— me enderecé y limpié mis lágrimas, Tadow se apartó de mi y se paró firme— al llegar al hospital, no me aparté nunca de su lado. No fui al baño en 24hs, no comí y no bebí nada más que agua, señor. Estaba a punto de quedarme dormida cuando la enfermera ingresó a la habitación para realizarle las curaciones, por lo que le pedí explícitamente que cerrara la puerta con llave y se quede con ella hasta que yo regrese.

Contra nuestras reglas; FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora