7. No puedes caer en su juego

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Becky.

Cada día me sorprende más lo mucho que mi padre me conoce, pues transformó un simple escritorio en un lugar rodeado de los best sellers que más me gustan. Y aunque ya he leído varios de ellos, no me importaría volver a encontrarme una y otra vez en sus historias; son verdaderos tesoros literarios. Sin embargo, recorriendo con la yema de mis dedos la sección de poesía, un libro en particular llamó mi atención; uno que jamás había tenido el placer de leer. Por lo que me senté en el escritorio y me sumergí en él. Los versos de Elvira Sastre en "Baluarte" me envuelven como un abrazo suave y cálido, dejándome llevar por su escritura tan peculiar.

De repente, unos golpes suaves en la puerta del escritorio rompen la quietud de mi lectura, sacándome de las profundidades de la poesía.

—Disculpe, señorita Rebecca, la cena ya está lista.

Me parece extraño que sea Tadow quien me dé el mensaje y no Freen, como siempre. Pero me resulta agradable la idea de escuchar otras voces o ver otras caras por aquí. Freen parece ser la favorita de mi padre para darme órdenes, y para ser sincera, estoy algo cansada de tener que escucharla.

Bajé las escaleras y pude ver cómo Tadow se despedía para retirarse. En silencio, me acerqué a la cocina donde Isabella se encontraba lavando todo lo que había utilizado para cocinar, esperando terminar su turno nocturno para irse a casa.

—¿Qué hay de cenar? —pregunté y ella se volteó hacia mí.

—Pollo al curry con verduras asadas, señorita.

—Delicioso, Bella. Mi cuerpo ya necesitaba una comida así.

—Me alegro, señorita. Su padre se encargó de dejar una lista de posibles comidas para usted. Pero prefiero preguntarle, ¿qué le gustaría almorzar mañana?

—Mmm, me gustaría comer pad thai con camarones, por favor.

—Perfecto, señorita. Esperaré que termine de cenar para retirarme.

—No hace falta, lavaré mi plato por ti.

—No, como cree... de ninguna manera haré eso. Esperaré, señorita.

—De acuerdo, no me llevará mucho, después de todo no tengo tanta hambre.

De repente, Freen se acerca a la isla de mármol donde estoy comiendo y me interrumpe.

—No merendaste por la tarde, así que comerás lo suficiente esta noche.

—Ajá, ¿y quién lo dice, cara de piedra?

Isabella esbozó una pequeña sonrisa y en su esfuerzo de ser ajena a la charla se limitó a cruzar las manos y bajar la cabeza. A mí me pareció gracioso. Después de todo, ¿quién se atrevería a decirme qué hacer?

Freen apretó los labios, conteniendo una respuesta que claramente no hubiera sido muy agradable.

—Su padre, señorita Rebecca.

En ese momento, Freen se dirige a Isabella con firmeza.

— Isabella, gracias por la cena. Puedes retirarte.

— Pero aún no he lavado el plato de la señorita Rebecca, Sarocha.

— No te preocupes, yo lo haré.

¿Ella lavará el plato por mí? Que raro.

Isabella asintió en silencio y tomó su abrigo para irse, Freen la acompañó y abrió la puerta con su tarjeta de acceso para que la mujer se retire. Mientras lo hace, siento un ligero rastro de enojo en sus ojos, como si la situación no le hubiera agradado del todo. Puede que su lealtad a mi padre la obligue a contenerse, pero no puedo evitar pensar en qué hay detrás de esa máscara imperturbable que siempre lleva puesta.

Contra nuestras reglas; FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora