CAPÍTULO 29 | EL SENTIMIENTO ES MUTUO

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▫Queen Castillo▫

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▫Queen Castillo▫

El camino a casa fue una agonía, un silencio tenso inundó el coche, la actitud de Dylan era estresante, no sé cuál fue el motivo de su cambio de actitud tan repentino, se limitó a hablarme y las pocas palabras que intercambiamos fueron frases demasiado secas. Dylan detuvo el coche en la puerta de mi casa, solo me dio tiempo a bajarme antes de que Dylan se fuera a toda velocidad, mire en la dirección en la que se había ido.

¿Qué le pasaba?

Entre en casa y en el comedor estaban mis padres en compañía con los de Gema, entre el cambio de humor de Dylan y esto, me había terminado de confundir. Pase al comedor con sus miradas puestas en mí.

—Preguntaría si pasa algo, pero ya me puedo imaginar la respuesta

—Queen, siéntate —pidió mi padre y por un momento pensé que se habían enterado de todo—

—¿Me vais a decir que pasa o vais a seguir con el misterio?

—Queen —Rosa tomó la palabra— mi hermana viene mañana, después de todo lo sucedido y de tantos años escondiéndote, me gustaría que mi hermana te conociera —parpadee un par de veces confundida—

—Le vas a decir que soy tu hija ilegítima

—No, no, no, no puedo decirle eso

—¿Y entonces?

—He pensado, que quizás te podrías hacer pasar por... la novia de Dylan —esto sí que no me lo esperaba— solo será durante la cena de mañana, después de eso, ya no será necesario, ella regresará a Londres y no la volverás a ver

—¿Puedo pensármelo?

—Necesitaré una respuesta mañana por la mañana —asentí—

—Mañana te llamaré

Jeiza y Rosa abandonaron la casa después de despedirse, hacerme pasar por la novia de Dylan, era la mayor locura que había oído.

****

Rosa seguía esperando una respuesta, pero aún no la tenía, tuve que excusarme con las clases, que no tenía tiempo para hablar con ella, que cuando estuviera libre la llamaría.

Regrese a mi casa mientras hablaba con Genoveva, con todo el embrollo de ayer, se me olvidó llamarla, le dije que ya estábamos en casa, que Dylan estaba bien y que apresar de los rasguños y moretones en mi cuello y cara, yo también estaba bien. Al entrar en mi casa, como siempre no había nadie, excepto Mar, la saludé y subí a mi habitación e inmediatamente casi me da algo, ahogue un grito y me lleve una mano al pecho del susto.

—¡¿Qué haces en mi habitación?!

—Mar me cae bien, es agradable hacer tratos con ella

—Parks, no tengo tiempo para tus chistes, ¿Qué quieres?

LA BANDA. NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora