CAPÍTULO 19 | ÁNGEL CASTILLO VÉLEZ

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▫Queen Castillo▫

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▫Queen Castillo▫

—¿Qué le pasó? —murmuró, aparte la mirada, dirigiéndola a donde ahora descansaba mi hermano—

—La mafia le pasó —respondí en un suspiro— es innegable que cuando estás metido en este mundo, no tengas enemigos, mi padre fue a recogerlo a la salida del colegio, por algún motivo, ese día se retrasó y cuando llegó no había nadie, solo la profesora y mi hermano.

Se subieron al coche y de camino a casa, les cortaron el paso, a esa hora el tráfico era poco transitado, por lo que tuvieron vía libre, querían hacerle daño a mi padre y supieron donde dar para ello. —llegados a este punto, ya estaba hecha un mar de lágrimas, me era inevitable recordar ese fatídico día sin derramar una sola lágrima—

Los bajaron a ambos del coche, mientras los apuntaban, mi padre por evitar que le hicieran daño a mi hermano, no se defendió, quería protegerlo, fue la peor decisión que pudo tomar, esos hombres mataron a mi hermano frente a los ojos de mi padre, una vez cumplieron con su venganza, desaparecieron, mi padre movió cielo y tierra para encontrarlos, cosa que no logró.

Yo me enteré ese mismo día por la noche, estaba fuera del país, me sentí fatal por no estar ahí con mi familia, lloré durante toda la madrugada, por la mañana tomé el primer vuelo a España, nunca vi a mi familia tan destrozada como ese día, el día que lo enterraron.

Me fui dos días antes de que eso pasará, aún recuerdo las últimas palabras que él me dijo; pásatelo muy bien princesita, cuando vuelvas te daré tu regalo, murió dos días antes de mi cumpleaños, por eso, desde ese día, no he vuelto a celebrarlo, porque me recuerda a él y solo hay lágrimas. —Dylan me estrechó entre sus brazos cuando termine de hablar, escondí mi cara en su pecho y me quebré en llanto—

Nunca lloraba delante de nadie, pero cuando se trataba de mi hermano, no podía contener las lágrimas. Las gotas de lluvia se mezclaban con las gotas saladas que resbalaban por mis mejillas, llevándoselas, a la vez que más lágrimas caían, me aferre a Dylan buscando calma, él me envolvió aún más en sus brazos, mientras que con su mano acariciaba mi cabello mojado por la lluvia.

****

—¿Dónde estamos?

—Aquí vivíamos antes —Dylan bajó del coche e hice lo mismo— supuse que no quieres volver a tu casa aún, así que pensé en venir aquí, para que te despejes un poco y no pienses tanto —entrelace mis manos en la espalda y agaché la cabeza—

—Gracias —murmure—

—¿Qué? ¿Qué dijiste? No te oí bien —bromeo—

—Dije; qué gracias —repetí, alzando la cabeza y mirándolo directamente a los ojos—

—Vamos dentro, no quiero que te enfermes y luego me culpes a mí —cogió mi mano y tiró de mí hacia el interior de la casa—

Era más pequeña en comparación a la casa donde vivían ahora, pero eso no quitaba que fuera bonita y acogedora. Me quité los zapatos en la entrada para no ensuciar el reluciente suelo, a pesar de estar cerrada, la conservaban en muy buen estado.

LA BANDA. NUEVA VERSIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora