¿Y si Gyutaro y Ume hubieran sido los protagonistas?
Vivir en los barrios más bajos del Distrito Rojo ya determina tu futuro. Las mujeres más bellas a lo mejor y asciendan a buenas casas, pero incluso así su destino sigue siendo cruel.
Su madre nunc...
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"No fue tan potente".
No había logrado dominar completamente la Respiración de la Flama. En comparación con su maestro, la potencia de sus ataques no alcanzaba el nivel de Shinjuro. A pesar de que era consciente de que apenas estaba comenzando como cazador, no podía evitar preguntarse si alguna vez llegaría a dominarla a la perfección.
Chasqueó la lengua y frunció el ceño, descontento.
Rui se acercó por detrás, utilizando su katana para sujetar las raíces. Dado que algunas piedras aún estaban acumuladas, no quería correr el riesgo de provocar otra avalancha y terminado por rematar a los que siguieran con vida.
—Quiero creer que enviarán otro escuadrón. —murmuró, examinando los alrededores. En este punto ya no quedaba rastro de neblina, habían subido mucho.
—Supongamos, de todas formas tenemos que seguir- ¡Rui, tu nariz! —señalo desconcertado, de la nariz del albino empezó a chorrear sangre, pasando por su boca y mandíbula, hasta manchar el uniforme. El albino llevo una mano y la apretó, extrañamente tranquilo y sin alterarse.
—No es nada. —su voz salió con un tono gracioso y raro ya que se estaba tapando las fosas nasales.
—¡¿Como que no es nada?! Creo que tengo un pañuelo ¿en qué momento te chocaste? —el de manchas saco un pañuelo de su bolsillo, entregándoselo al albino. Rui no lo quiso aceptar, pero Gyutaro se lo coloco igual, forcejearon un rato hasta que finalmente el sangrado se detuvo.
—Ya se cómo lidiar con esto, son secuelas. —hizo del pañuelo un bollo y se lo guardó en el bolsillo, tenía rastros de sangre aun que pronto se secarán, necesitaba agua para limpiarse.
—¿De qué? —los dos empezaron a caminar, tenían en claro que había muchos demonios ahí, tenían que encontrarlos antes del amanecer.
—De una enfermedad que tuve de pequeño.
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Desenvainó su katana a una velocidad impresionante, consumido por completo por el miedo, con la única determinación de acabar con esa horrenda criatura.
—¡¿Qué demonios es esto?! —incluso su cuervo salió volando, y Kaigaku retrocedió sin apartar la mirada del abominable ser frente a él. Ese molesto ruido, característico de los demonios, dejó claro que se enfrentaba a uno, o al menos a un intento.
