LEO

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Un problema resuelto: la compuerta situada encima nuestra se cerró automáticamente y bloqueó a nuestros perseguidores. También bloqueó toda la luz, pero podíamos lidiar con eso. Solo esperaba que no tuviéramos que salir por donde habíamos entrado, pero no estaba muy seguro de que pudiera abrir la baldosa desde abajo.
Por lo menos los manatíes poseídos estaban al otro lado. El suelo de mármol tembló sobre nuestras cabezas, como si unos gruesos pies de turista lo estuvieran pateando.

Oí a Olivia resollar en la oscuridad.
—Y ahora, ¿qué? —preguntó.

—Vale, no te asustes —dije—. Voy a invocar un poco de fuego, solo para que podamos ver.

—Gracias por avisar.

Mi dedo índice se encendió como una vela de cumpleaños. Me percaté en ese instante de que Olivia y yo nos encontrábamos más cerca de lo esperado. Nuestros ojos coincidieron en la oscuridad, quedándonos así durante largos segundos. Tal vez fue por la iluminación de mi dedo, pero casi pude jurar ver un sonrojo en las mejillas de Olivia.

—L-Leo... —me sentí genial que mi nombre saliera de sus labios. —Deberíamos continuar...

Volví a la triste y fría realidad, como el lugar en el que nos encontrábamos. Delante de nosotros se extendía un túnel de piedra con el techo bajo. Como Hazel había anunciado, el túnel descendía oblicuamente y luego se nivelaba y se dirigía al sur. Avanzamos lentamente por el pasillo; yo iba delante con el fuego. Detrás de mi, Olivia había desenvainado su daga, esperando a que de la nada un grupo de turistas poseídos atravesaran la compuerta, entraran y nos siguieran.
Después de recorrer treinta metros aproximadamente, doblamos una esquina y encontramos a Hazel. El pasillo era lo suficientemente ancho para que Frank ya no tuviera forma animal. Estaban examinando una puerta a la luz de su espada dorada de la caballería.

—Hola. —saludé.

Hazel se dio la vuelta, tratando de blandir su spatha. Frank apuntó con una flecha a Olivia. Ambos parecieron relajarse cuando vieron que se trataba de nosotros.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Hazel.

—Lo siento. Nos hemos topado con unos turistas enfadados. —le conté lo que había sucedido.

Ella lanzó un susurro de decepción.
—Odio a los eidolon. Creía que Piper les había hecho prometer que no se acercarían.

—Piper les hizo prometer que no se acercarían al barco y que no nos poseerían a ninguno de nosotros. Pero si nos han seguido y han usado otros cuerpos para atacarnos, técnicamente no han roto su promesa... —comentó Frank.

—Genial —murmuré—. Eidolon que también son abogados. Ahora sí que tengo ganas de matarlos.

—¿Cómo se matan unos eidolon? —murmuró Olivia, poniendo una mano bajo su barbilla.

—Primera cosa que creo que no sabes. —sonreí, queriendo mosquearla un poco.

—Olvidaos de ellos por ahora —dijo Hazel—. Esta puerta me está poniendo histérica. Leo, ¿puedes probar tu técnica con la cerradura?

Hice crujir los nudillos.
—Haz sitio al maestro, por favor.

La puerta era interesante, mucho más complicada que la cerradura de combinación de números romanos de arriba. Toda la puerta estaba cubierta de oro imperial. Una esfera mecánica del tamaño de una bola para jugar a los bolos se hallaba incrustada en el centro. La esfera estaba elaborada con cinco aros concéntricos, grabados con símbolos del zodíaco -el toro, el escorpión...- y números y letras aparentemente aleatorios.

—Estas letras son griegas —comenté, sorprendido.

—Bueno, muchos romanos hablaban griego —dijo Hazel.

χαρμολύπη [Charmolipi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora