PRÓLOGO

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Mi cabeza me palpita solo de pensar en una respuesta para contestar correctamente el examen que sigue completamente en blanco sin siquiera una mancha de mi lápiz. Mi cabeza cae hacia atrás y mi atención se centra en el techo neutro del aula, tardo varios segundos con la esperanza de que una respuesta caiga de la pintura desgastada. Nunca sucede. Ruedo los ojos fastidiada de recordar los pocos apuntes que tengo de la materia y todo lo que me aparece borroso en los recuerdos sin tener idea de un solo concepto. Solo son palabras extrañas.

De reojo observo lo que hace Melody. Se encuentra concentrada respondiendo con rapidez antes de que la idea se le vaya de la mente, su satisfacción de poseer la sabiduría es tan grande que sus labios dibujan una sonrisa llena de satisfacción. Decido no interrumpir ese gran momento por el que está pasando, pero una parte de mí me dice que lo haga si no quiero reprobar el examen, así que con demasiada culpa toco su brazo y velozmente echo un vistazo al escritorio donde se encuentra la maestra sin percatarse de lo que pasa por acá.

—¡Pss! Melody, pásame una respuesta por lo menos— suplico en un susurro.

El compañero de enfrente me logra escuchar, lo sé porque nos regresa a ver lentamente, en cambio, Melody no hace lo mismo, solo arruga el entrecejo desconcertada por hacer este tipo de cosas. No suelo molestarla en los exámenes, quizás durante las clases sí.

—¿No estudiaste? — me pregunta de la misma manera alzando la vista hacia la maestra previniéndose de que algo malo pase.

Siento que mi rostro se derrite por la desesperación y disgusto de esa misma pregunta y la hoja en blanco. No quiero contestar. No suelo estudiar para los exámenes, lo intento una noche antes y eso no me molesta, pero ayer ni si quiera me dio tiempo de sacar los libros de mi mochila.

Suelo contarle todo a Melody solo por ser mi mejor amiga, pero lo que pasa ahora en mi casa es tan complicado que yo apenas puedo entenderlo. Ella es más inteligente que yo, seguramente me ayudaría a entenderlo mejor, pero la cosa es que este asunto tiene que ver con mi padre y su trabajo y no un asunto de niñas que encuentra divertido un juego de computadora y celulares.

¿Qué me explicaría ella un tema que mi papá intenta controlar? Y la pregunta del millón, ¿Por qué tengo que convertir los problemas mayores en míos? He escuchado a mi madre decir que cada mente es un mundo diferente, pero si por voluntad podemos lograr colaborar con otras personas podemos llegar a construir ideas que tengan la combinación de cada uno y concluir sabiduría que beneficie individualmente. Ahora mismo no tengo ni la voluntad para acceder a eso. No puedo ayudar a mi padre ni entender su mundo. Él necesita la ayuda de personas capacitadas, preparadas y no de una niña que no puede responder un examen sencillo.

—No— le respondo regresando mi atención en la hoja encima de mi escritorio, aprieto los labios y cierro los ojos con fuerza por un segundo —Ayúdame en este examen y te juro que estudiaré el próximo bloque y nunca más te pediré las respuestas de lo que queda del año.

Achica esos ojos redondos de color café dudando si estoy dispuesta a cumplir con mis palabras a estas alturas de la desesperación. Tarda mucho para pensarlo o eso es lo que creo, termino por mover la pierna ansiosa, finalmente abro la boca indignada al no creer en estos momentos en mi palabra. Ella más que nadie debería saber que cumplo las cosas.

—Está bien— accede rendida moviendo con discreción la hoja de respuestas. Siento el alivio llegar a mi cuerpo a tal punto que los parpados me pesan —¿Cuál quieres?

• 𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐄 • ||CARL GRIMES|| [𝐓𝐖𝐃] (2da edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora