CAPÍTULO 8

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No te resistas a conocer.

Termino de despertar gracias a un apretón ligero en ambos pies que me permite contemplar la gran iluminación de la celda, es una iluminación diferente a la celda anterior, pues las paredes grises tienen ahora la calidez de un ágata.

Tengo que acomodarme el suéter mirando al chico del sombrero retrocediendo unos pasos de los barandales para verme mejor desde abajo. Tomo en cuenta lo que Rick dijo sobre ser un buen compañero de celda, bueno, supongo que ayer entró sin hacer ruido y su manera de despertar a las personas no es igual de intenso a como lo hace Melody, él es...considerado y agradezco por un momento eso.

Hago un esfuerzo por sonreírle obligando a dejar a un lado las malas ideas y solo enfocarme en lo bueno para hacer hincapié en las palabras de su padre. Primero, intento dar una buena imagen, me acomodo los mechones rebeldes con la mano procurando ser algo discreta, el bostezo involuntario que aparece después es tan grande que me arruina el plan, los parpados todavía los siento pesados, no lo suficiente para seguir agradecida de tener algo cómodo que me ayuda a ahuyentar mis preocupaciones. La noche fue tan larga y placentera que mi cuerpo regresa a acostarse queriendo más horas de descanso, tal vez días.

—Parece que dormiste bien, eh— lo comunica sin darle importancia, desaparece de mi vista por un segundo y vuelve a asomarse desde la esquina —Roncaste.

Mi mano se dirige a mi boca en un brinco lleno de vergüenza siguiéndolo con la mirada. Alista algunas cosas como si nada, pero lo que quiero es esconderme debajo de la sabana y desaparecer de su vista. Nunca nadie me había dicho que roncaba...ni si quiera lo sabía.

—¿En...serio? — el susurro me tiembla de tanta pena que tengo.

Puedo ver sus labios curvearse de lado algo burlesco, vuelve a subir la mirada a mi dirección achicando los ojos como si estuviera analizando mi reacción sin comprender nada de mí, así que solo bajo la mano quedando como una estatua, lo que es mala idea porque así puede ver mi vergüenza.

—Es una broma— comenta como si le estuviera explicando a un niño de tres años.

Quisiera reírme, pero él no lo hace porque tuvo que explicarlo. No sé qué es peor: que él no sabe hacer una broma o que yo no la haya entendido. Considero que todo el mundo se ríe de sus propios chistes, aunque sean malos, sin embargo, creo que se burló de mi torpeza que de su propia broma.

—Por cierto, tus amigos te están buscando.

Informa sin dejar de acomodar unas cosas dentro de su mochila mientras que aprovecho en buscar un reloj en su mueble descuidado que me indique lo tarde que es, no hay nada más que comics y envolturas de chocolates. Me froto los ojos para quitarme las lagañas acumuladas, luego bajo de la litera de un solo brinco y me coloco los tenis con algo de torpeza.

—No sé si es mucho atrevimiento preguntar esto, pero ¿qué harás hoy? — pregunto después de perder el equilibrio y caer sobre su cama al momento de intentar amarrarme las agujetas de pie, termino por esconderlas dentro del tenis y así no detenerme en el día para volverlas a amarrar.

Gira con el entrecejo arrugado observando cómo me libero de esos largos cordones, me pongo de pie esperando respuesta todavía con una sonrisa amigable plasmado en mi rostro.

—Probablemente lo mismo que ayer— quedo con la misma duda. No sé qué es lo que hizo ayer —Algo diferente a lo que vayas a hacer, así que tal vez no me verás por el resto del día.

—Pero ayer sí te vi durante el día— digo entre risa, su mirada me hace callar de golpe —Oh, entiendo. Ya entendí.

Me resisto a preguntar otra cosa sino quiero recibir otra indirecta de que no me quiere cerca todo el día, es suficiente tener que compartir celda conmigo, seguramente. Lo que quiero es ayudar en esta prisión y ganarme mi lugar, y para eso necesito saber qué puedo hacer.

• 𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐄 • ||CARL GRIMES|| [𝐓𝐖𝐃] (2da edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora