Capítulo 10☠️

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RegresoLilieth

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Regreso
Lilieth

Las primeras ventiscas del invierno caen en el jardín cubriendo el césped de nieve, me refugio más en mi abrigo al soltar un suspiro pesado y aburrido al llevarme la taza de chocolate caliente a los labios, detallando arder los trozos de leña en la chimenea, el reflejo de la luz de la sala se expande en los cuadros enormes que alberga.

El tiempo ha transcurrido y la mansión que un día fue mi hogar tampoco a vívido una excepción, lo cual agradezco. Ya que solo la estancia me hace recordar diversidad de actos, pero sobre todo aquel que marcó una diferencia y me llevo aún callejón, cubierto de cristales que se incrustaron fragmentando mi alma.

Observó el diamante brillante que contrasta con la taza blanca, y el alivio de cierta forma me embarga con la sensación de familiaridad que ha vivido conmigo estas semanas pese a mis malas experiencias, ya que después de tanto al fin vuelvo a donde pertenezco, pero sin la ingenuidad que desde el principio debió morir.

—Es necesario, mi señor, —la angustia en la voz de Mark llama mi atención, cuando ambos hombres se detienen viendo a mi dirección —. Debe hacerlo, porque de lo contrario estaremos perdidos.

—¡No! —su respuesta es clara, sin opción a réplica y frunzo el ceño tratando de entender a qué viene todo aquello —. No irá a ningún lado y es mi última palabra Mark, así que no insistas porque por mí pueden declararme la guerra que me importa una mierda.

—¡Pero señor...!

No me aparto del mullido sillón al observar cuando se acerca, dejando un beso casto en mi coronilla que forma un nudo en mi estómago por los recuerdos pasados que evoca, al situarse a mi lado y darle un sorbo a mi taza de chocolate como si los dos estuviésemos solos, ignorando los nervios de Mark y a Zaria, trato de controlar mi nerviosismo, por qué al hacer este tipo de actos me recuerda cómo era todo aún principio.

—¿Cómo te sientes? —pregunta como siempre, con genuina preocupación al quitarme la taza y así situarla en la mesa, acaricia mi barbilla dejando reposar su mano en mi muslo.

—Mucho mejor que tú, al parecer —respondo fingiendo nerviosismo y sus ojos capciosos me analizan con determinación.

Odio cuando lo hace, pues he podido fingir a la perfección con los otros, pero con Daren cada acción, cada palabra debe ser analizada antes de soltarla, pues un movimiento en falso y todo se caerá y aún no es momento para que el resto conozcan de mi regreso, sé que Daren de alguna manera no me traicionaría, ya que le pesa más el orgullo a que lo crean un traidor, pero la conversación con la rubia es un mantra que me asecha y no sale de mis sentidos y ahora ya no puedo dejar que los demás me vean vulnerable.

—¡¿Daren, por qué demonios no te veo moviendo el culo a México?! —asevera la rubia que irrumpe en la sala, y él suelta un suspiro agotado —. No puedes simplemente ignorarlo, sabes que no podemos permitirnos más baches con los cuales los malditos de nuestros enemigos puedan sostenerse.

Implacable Redención Libro 3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora