Capítulo 17 ☠️

40 4 3
                                    

Atracción Daren

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Atracción
Daren

El sudor frío recorre mi espalda, y mi pecho sube y baja con rapidez, detalló a la mujer que sonríe con picardía jugando con el látigo que tiene entre sus manos, y me aproximó sin dejar de contemplar cómo su piel brilla contra la tela que le remarca mis partes favoritas de su hermoso cuerpo. Hay algo que punza dentro de mi pecho desde hace días con el brillo que irradia su mirada y sus senos que se ven más llenos.

«Es la prenda», me digo para tranquilizar el torbellino de emociones, cuando trato de alcanzar uno de sus senos, pero ella me detiene con el látigo que deja contra mi pecho.

—No tan rápido, mi señor —señala, alzando una ceja con la sonrisa que marca su perfecta dentadura, sin dejar de lado su absurdo juego —. Verá, hoy yo deseo someter, y no sé si usted permitirá que lo doblegue a mi voluntad, o debo buscar por fuera.

Escucho con atención y sonrío con ironía, al ver cómo revolotea sus párpados con falsa inocencia cuando la miro con seriedad detallando cómo muerde su labio inferior para tirar de su mano, tirando el látigo que tenía entre las manos al apretujar su cintura, recorro su rostro acariciándolo con mi nariz para embriagarme con su esencia.

—No tientes a la bestia —susurro contra sus labios, inspirando su propia respiración al obligarla a retroceder a las cadenas que cuelgan en las barandas en medio de la sala —. Por qué no soy tan iluso como para dejar que mi mujer siga compartiendo su cuerpo con otros hombres —gruño contra su oído al juguetear con las bragas que se pierden en la fina línea de su trasero —. Y conoces a la perfección que doblegar es lo mío.

Chupo su labio inferior con hambre, y ella suelta la carcajada dejando que eleve sus manos para apretarlas con las cadenas, respiró hondo, retirando cada botón de mi camisa hasta sacarla de mi cuerpo, dejándola con descuido en el suelo, mientras ella no pierde de vista cada uno de mis movimientos, me acercó al mesón de la esquina, tomando los guantes que me coloco, apretando el botón que baja la fina capa del cristal que nos oculta del exterior, y levanto el látigo que deje tirado, sonriendo con picardía al ver como sus pezones se marcan contra la tela.

—No sé si premiarte o castigarte —digo, deslizando el cuero por sus pechos hasta llegar al inicio de su abdomen —. Porque no me hace ni puta gracia, imaginarte colocando un solo dedo sobre otro hombre que no sea yo, porque el pasado ha quedado atrás y aquel que se atreva o te atrevas a tocar, lo convertiré en polvo.

Sentencio dejando caer el látigo en sus nalgas que le enrojece la piel, sacando de sus labios un gemido que no es capaz de contener.

—N-no es justo —replica, mordiendo sus labios, cuando la obligo a quedar de puntillas, al apretar hacia arriba las cadenas —. Tú no has dejado el pasado atrás, pero deseas obligarme a mí hacerlo, aunque tú aún sigas buscando mujeres que no necesitas.

Señala con rabia, y sonrío dejando otro azote que le eriza la piel, cuando mis manos divagan por las pequeñas erupciones que aún se marcan en su piel, conteniendo mi rabia al sentirlas, aunque a ella ya no le provoquen nada, deslizó mi mano por su abdomen perdiendo el rumbo por el sur de su cuerpo. Y ella abre sus piernas sin que yo se lo pida al tomar su manojo de nervios entre mis dedos, acariciándolo con su propia humedad.

Implacable Redención Libro 3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora