Lilith
EberLas semanas han transcurrido en una calma que hasta para el más tonto es agobiante, inhaló hondo cuando la mujer de cabello castaño me sonríe con amabilidad, y asiento saludándola con la mirada fría que Farisha me manda ha mi otro costado, pese a que nos encontramos en un amplió salón cubierto de tapetes y cortinas traslúcidas, con lámparas que cuelgan de los techos iluminando las secciones del lugar con el sonido del Darbouka. Al fondo de la habitación se encuentra un cuadro lleno de arena donde diversas bailarinas bailan al ritmo de instrumentos orientales que una banda de músicos expertos toca con alegría junto a los vítores del público que las ovaciona, pero el fuego de las antorchas alteran ha Aisén que mueve con nerviosismo su pie derecho a mi lado, acomodando con consistencia el turbante blanco que fuimos obligados a utilizar en nuestras cabezas al ser convocados por el Jeque de la mafia Árabe.
—Puedes dejar de mover el maldito pie de una buena vez —siseo, bajando la mirada cuando uno de los hombres que custodia al Jeque, nos analiza de pies a cabeza en estado de alerta —. Estás poniendo ansioso al hombre del frente, y lo que menos debemos hacer es llamar la atención.
Aisén trata de controlar su ansiedad, respirando hondo sin levantar la mirada, todos a mi alrededor dejan a la vista la incomodidad e inconformidad de los últimos acontecimientos, pues son un grupo de revoltosos que se refugió en la tierra del aliado más fuerte, pero no invencible y la reunión de la que tienen que ser partícipes lo demuestra. Pese a que el bullicio de los instrumentos orientales y el tintineo de los trajes de las mujeres que se pasean con ropa provocadora y largos velos no puedan distraerlos, pues para el Jeque de Arabia no pasó desapercibido el caos que formaron en tierras extranjeras y les dio tiempo a los extranjeros de cobrarle a los implicados, pero al no tener noticias decidió que era mejor conocer la versión implicada de este lado.
—¿Y de buenas a primeras has decidido ser buen samaritano y recoger toda esta basura? —señala el Jeque a su alrededor desde la silla dorada donde se encuentra al lado de una mujer cubierta de pies a cabeza que no deja ver ni siquiera sus ojos con otras veinte mujeres más a sus pies, encantado con el hecho que todos los hombres que son juzgados por él deban morderse la lengua para no faltarle el respeto.
—Karim, si algo hemos aprendido con los años, es que las alianzas vienen de quién menos imaginamos —dice Basil, sosteniéndose de su bastón sin poder evitar los temblores de su cuerpo.
La mirada miel del hombre que oculta su cabello negro en el turbante rojo es fría al escuchar su descaro, y la mujer que viste una burka rosa pastel, adornada de joyas bañadas de oro baja el rostro, apoyando sus manos enguantadas una a lado de la otra con fuerza.
—¿Por qué habría de creer en tu palabra? —cuestiona Karim, apartando su mirada del hombre tembloroso, concentrándose en el escenario —. A mí no me interesa hacer crecer más la enemistad, suficiente enredó había ya, como para aumentar el nudo y refugiar a personas que no se han ganado mi respeto.
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Implacable Redención Libro 3
RomanceEl tiempo ha pasado, el correr de la sangre se ha incrementado, envolviendo el caos a su alrededor, ya que han avanzado los planes, las imposiciones y la venganza, rebelando secretos que se encontraban dormidos. Él Korol de la Bratva junto a su Koro...