56. El plan de Livia

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No sé cómo he terminado aquí, desayunando en la terraza de una cafetería con la hermana mayor de Gianni, pero he sido incapaz de rechazar su invitación cuando me ha abrazado de sopetón rebosando alegría y celebración. A pesar de que he insistido en que la mejor opción sería esperar a que Gianni volviese de la oficina, ha anclado su brazo al mío con la atención puesta en el mapa interactivo de su móvil.

Muevo la cucharilla en el café mientras ella le echa dos bolsitas de edulcorante a su expreso. Le da una palmadita a la mesa de aluminio y mi trasero bota de la silla.

—Entonces, ¿cómo os conocisteis? ¡Cuéntame!

—Es una historia muy larga —respondo encogiéndome de hombros.

Si tú supieras...

—¡Qué ilusión! Non posso crederci que mi hermano no me contase nada.

—Es bastante reservado —sonrío.

Y, para empezar, supongo que no te ha contado nada porque no somos novios, omito. He intentado aclarárselo varias veces, pero siempre me ha interrumpido justo antes de terminar la frase. Ya no sé cómo decirle que no somos cuñadas. La examino de reojo. Es guapísima; piel tersa, ojos grandes, nariz recta y labios carnosos. Le da un largo sorbo al café que podría haberle quemado la garganta al mismísimo demonio y recupera la sonrisa tras soltar un gemido de placer.

—Me moría por un café. Vine hace unos días por trabajo, pensaba darle una sorpresa a mi hermano y resulta que la sorpresa me la he llevado yo. —Me dedica una sonrisilla traviesa que me recuerda a Gianni y me contagia la ilusión. De repente, hace una mueca de horror y me pone una mano encima del hombro—. Perdonami, amore. Se me ha olvidado por completo presentarme.

—¡Joder, a mí también!

Nos miramos un segundo y reprimimos una carcajada hasta que nuestra expresión de estupefacción nos hace estallar en una risa tonta. Se recoge los mechones rubios detrás de las orejas colmadas de piercings y niego en silencio. Esta chica es la antítesis de Gianni.

—Anna Holloway —le digo recuperando la compostura. Le tiendo la mano, me la estrecha con energía.

—¡Yo soy Livia! ¡Livia Leone! ¿Cómo me puedes caer tan bien? ¿Y cómo eres capaz de soportar a mi hermano?

—Creo que no podrías haberme hecho una pregunta mejor.

Volvemos a reírnos. La conversación con Livia fluye de una manera sorprendente, casi como si nos conociésemos de toda la vida. Mientras nos tomamos el café, le cuento que nos conocimos en Digihogar, lo mal que nos llevábamos al principio, y ella me revela que trabaja para sí misma como diseñadora de interiores por todo el mundo, aunque ahora está enfrascada en varios de España. Nos pedimos un refresco para alargar la charla y nos reímos al ignorar la llamada entrante de Gianni en mi móvil. Supongo que se habrá quedado a cuadros al percatarse de mi bomba de humo sin previo aviso. A diferencia de él, a Livia se le escapan palabras en italiano y tiene un acento marcado que la hace verse más linda cuando trata de pronunciar algunas palabras en castellano. Incluso hablamos de su adicción a las alturas y mi antigua pasión por la escalada.

—¿Sabes? Pensé que mi hermano no volvería a enamorarse.

Casi me atraganto con mi propia respiración. Trago tan fuerte que sospecho que se ha dado cuenta. Lo cierto es que no me he detenido a pensar en qué siente Gianni hacia mí. Aunque dudo que esté «enamorado». Imaginarlo me avergüenza. ¿Acaso existe la posibilidad de que lo esté? ¿Lo estoy yo?

—Bueno... Solo nos estamos conociendo.

—¡No seas modesta, Anna! ¿De verdad crees que Gianni invita a cualquier chica a su casa? ¡Ni hablar! Y mucho menos después de lo que vivió con Hazel.

©La jugada perfecta (JUPER) (COMPLETA) #wattys2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora