34. La mancha gris que se burla del rumbo que ha tomado mi vida

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Cuando nos bajamos del ascensor, la opresión de los dedos de Gianni en torno a mi muñeca desaparece. Creo que no intentaba sostenerme a mí y que todo su afán por sujetarme era más bien una necesidad de aferrarse a cualquier cosa sólida que lo devolviese a la realidad. He estado tan pendiente de mí que, al subirnos al coche y coger una gran bocanada de aire que disipa la rigidez en mis hombros, advierto la palidez en el rostro de Gianni. El pecho le sube y le baja, le sube y le baja. Inhala hondo, pero se le entrecorta el curso de la respiración al exhalar. Apoya un brazo en el volante y no se esfuerza en disimular lo afectado que está.

—Esa chica que siempre te espera... —murmuro.

Me dirige una señal de advertencia al ladear la cara y taladrarme con la mirada. Hay gotitas de sudor empapándole los pocos mechones de cabello que se atreven a caerle en la frente. Todos los músculos de su rostro se tensan al apretar la mandíbula.

—Nunca la mires, no le digas nada ni le respondas a ninguna pregunta —me ordena en un severo tono de voz que me cuesta reconocer.

Frunzo el ceño, confusa. Quién diablos será esa chica para él. Lo estudio de soslayo y me asombra que exista alguien en el mundo capaz de robarle el aliento y el color de la piel al inquebrantable león de Digihogar. Como si hubiese visto un fantasma. Soy ajena a toda la oscuridad y el pasado que alberga este hombre porque, al fin y al cabo, no lo conozco más allá del ogro que es en el trabajo y del mejor sexo de mi vida. Y nunca me he dado el lujo de conocerlo.

Se frota la cara con ambas manos, las cierra y golpea el volante con un puño sin fuerzas, casi dejándolo resbalar sobre el cuero, antes de repeinarse con los dedos y airearse la camiseta blanca ceñida a su torso.

—Le dije al conserje que no la volviese a dejar entrar en el recinto. Ese hombre... no entiendo —habla, pero sé que lo hace consigo mismo.

Hay personas que tienen tanto ruido en sus cabezas que necesitan hablar en alto para saber a cuál de todos esos pensamientos darle prioridad. O para que adquiera mayor peso frente al resto de enredos mentales que se nos atragantan entre la lengua y los labios. Casi siempre, incapaces de pronunciar más que unas cuantas palabras inconexas. Respira hondo y arranca el motor. Salimos a la superficie enseguida y apenas tengo tiempo para comprobar las calles por si esa joven ha salido del recinto. No mediamos palabra durante el camino hasta que llegamos al destino marcado en el mapa interactivo del coche y me atrevo a preguntarle:

—¿Quién es...?

—Nadie que te incumba —dice áspero, sin dirigirme la mirada.

Me molesta su respuesta igual que si me acabase de patear el trasero, pero procuro ignorar sus modales porque sé que sigue alterado.

—¿Alguien del Club 13 con quien rompiste las reglas? —insisto.

Entonces, me mira. Arruga toda la cara como si eso que he dicho fuese un disparate y desactiva los cerrojos de las puertas invitándome a salir.

—No es nadie que sea de tu incumbencia, Anna. No le prestes atención.

—Si cada vez que salimos de tu casa, te la encuentras y terminas al borde de un ataque de ansiedad, estaría bien que me dijeras quién es para poder ubicarme en el contexto —me empeño en convencerlo, aunque creo que lo hago porque ella me transmite algo demasiado extraño, indescifrable—. ¿No puedo saber quién es?

—No, no puedes. Tú no formas parte de mi vida personal —dice antes de bajarse.

Ese hecho, aunque sea real, me escuece por la manera en la que lo dice. Está claro, que no formo parte de su vida personal, pero me estoy acostando con él y tengo derecho a saber si la chica que no paramos de toparnos es alguien de su pasado, una acosadora que en cualquier momento nos va a apuntar con un cuchillo o un alma perdida que ni siquiera conoce. No obstante, él no parece dispuesto a contarme eso y yo no voy a rogarle a nadie que se deje conocer. Gianni rodea el coche hasta mi puerta y la abre cediéndome el paso.

—Te acompañaré a tu coche.

—No, no me acompañes.

Piso el alquitrán de la carretera al erguirme, me afianzo el bolso al hombro y doy un paso al frente que Gianni me frena en seco sujetándome el codo por detrás.

—Escúchame, Anna... —masculla a mi espalda—, que follemos no significa que tengas el derecho a preguntar o a saber cosas de mi vida personal.

—Ah, ¿ya está? —inquiero irónica y me volteo para enfrentarlo—. ¿Follar? ¿Sin más?

—¿Qué si no?

Me sorprendo a mí misma. Tiene razón. ¿Qué si no, Anna? Los labios le han flaqueado al hablar, no sé si por el disgusto anterior o porque también lo ha pillado tan desprevenido como a mí. Qué demonios haces, Anna. «Follar», de adolescente siempre odié esa palabra. Era demasiado romántica como para «follar», fuese con quien fuese. Supongo que la soledad de estos años me ha hecho mella y pretendía sentirme especial con la persona equivocada, a pesar de saber que hay fecha límite. Que nuestros encuentros tienen caducidad.

Los mofletes se me aúpan al esforzarme por sonreír.

—Tienes razón, no sé qué estupideces estoy preguntando. —Me arden las mejillas.

Me zafo de su mano. ¿Qué si no? Quiero irme, huir, esconderme y mil sinónimos más.

—Anna, en el viaje...

—No me acercaré a ti si es lo que te preocupa. —De pronto, noto cómo se me nubla el juicio y me balanceo entre la decepción y la ira. No sé cuál de los dos está herido, si el orgullo o el corazón—. De hecho, ¿sabes qué? Será mejor que dejemos esto aquí.

—¿Qué quieres decir?

Me fijo en su garganta y en cómo la nuez se mueve al tragar saliva. Qué dices, Anna. Qué dices, qué dices. Luego, asciendo a sus ojos, que buscan los míos, y sé que no voy a ser sincera con nada de lo que diga a continuación.

—Si te soy sincera, no quiero seguir poniendo en riesgo mi membresía en el Club 13 por «follar sin más» en la calle. Concretamente, para eso existe el club. Y tampoco me apetece perder mi puesto de trabajo por un polvo.

Por desgracia, solo habla la voz de la razón. Esa que me trepa desde las entrañas, me araña la garganta con su sinceridad y sale despedida al exterior, afilada para hacerle daño a él sin saber que tendrá efecto rebote y que, si le busco el sentido a mis palabras, me atemorizaría comprender el significado de todo lo que acabo de decir.

—Yo también estoy poniendo ambas cosas en juego cada vez que estoy contigo.

—Tranquilo, no volveré a ponerte en esa tesitura.

Porque sí. La primera que se lanzó a él fui yo, por una u otra razón. Da igual.

—¿Así es como resuelves los problemas?

—No son problemas. Son cosas que jamás debieron suceder.

Su mirada verde adquiere cierta frialdad. No nos despedimos. Me alejo mientras oigo cómo su Jaguar negro ruge violento al pisar el acelerador y desvanecerse en la lejanía de la carretera. Hago lo mismo al montarme en mi coche. Madrid se difumina a los lados. Claro, Anna, ¿qué esperabas? ¿Acaso lo que querías era que cayese rendido a tus pies? ¿Tan inflado tienes el orgullo que te molesta que no haya venido a detenerte después de tú haberle dicho eso? ¿O es que la que ha caído rendida a sus muestras de atención has sido tú?

Saco un cigarrillo y lo enciendo. Le doy una bocanada que me llena los pulmones y me relaja lo suficiente para reducir la velocidad a la establecida por la ley. Durante el trayecto, pienso y pienso. Hacía tiempo que no pensaba con tanta insistencia en un tema particular que no fuese un cliente complicado o una venta difícil.

El barullo de pensamientos me atosiga, no consigo encontrar cuál es la pregunta ganadora. O la revelación. Cualquier cosa me iría bien. El ascensor es rápido y emite un pitido al alcanzar la planta de mi apartamento. Introduzco la llave. Al entrar y contemplar la horrible mancha de pintura gris que yace en mi pared, recuerdo el perfil de Gianni absorto en el horizonte anaranjado de esta mañana. Me pican las yemas de los dedos. De repente, quiero pintarlo.

Y ahí encuentro la respuesta.

En la mancha gris que se burla del rumbo que ha tomado mi vida cada vez que entro en casa.

La que despunta entre el resto de pensamientos y adquiere una tonalidad diferente.

©La jugada perfecta (JUPER) (COMPLETA) #wattys2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora