Lincoln

457 33 18
                                    


- Linky...

La dulce voz de su hermana mayor hizo que el niño peliblanco fuera aflorando poco a poco a la consciencia. Era difícil, porque la noche anterior se había desvelado con el videojuego que le regalaron sus padres. Era cierto que no debió recibirlo entonces; pero Lincoln se portaba tan bien y sacaba tan buenas calificaciones, que no le podían negar ningún privilegio razonable.

- ¡Vamos, dormilón! Si no despiertas, voy a abrir las cortinas.

Lincoln se frotó los ojos; no tenía ganas de levantarse. La cama se sentía tan cómoda... Las cobijas eran tan calientitas...

- Cinco minutos más, Carol. Por favor... -susurró entre bostezos.

- ¡De eso nada, Linky! ¿Acaso olvidas qué día es hoy? -dijo Carol, divertida.

- Mmhhh... ¿Sábado?

- No, tontito. ¡Es tu cumpleaños! Arréglate, baja a desayunar, y luego me ayudas a terminar de adornar la sala, ¿sí?

Al recordarlo, Lincoln saltó de la cama. Su hermana mayor ya estaba como siempre, preciosa y bien arreglada. Ni bien Lincoln se puso de pie, ella lo envolvió en un cálido y apretado abrazo; dándole varios besos en las mejillas.

A Lincoln ya le daba un poco de pena, pero consentía en que su hermana le demostrara su amor de aquella manera. Después de todo, siempre había sido tan buena y cariñosa con él...

- ¡Feliz cumpleaños, hermanito! No sabes lo feliz y contenta que estoy por tenerte un año más, Linky. ¡Estoy tan orgullosa de ti!

Lincoln la abrazó a su vez, con la misma fuerza. Con todo y la pena que le daba, le encantaba que su hermana mayor lo consintiera.

Cuando Carol lo soltó, se entretuvo un momento para acariciar su mejilla. Le sonrió y le habló en su tono tranquilo y cariñoso de siempre.

- Necesito salir a comprar un par de cosas, Linky. Estaré de regreso cuando hayas terminado de desayunar, ¿de acuerdo? Mamá te llamará, así que no te preocupes.

- ¡De acuerdo! -exclamó el niño, y la miró salir de su habitación.

***

Lincoln terminó de ducharse, limpió el cuarto de baño, y pasó a su habitación. Después de vestirse dispuso su ropa para la fiesta y se dedicó unos minutos a ordenar y limpiar. En realidad, todo estaba en su sitio y no había gran cosa que hacer: apenas unos libros fuera de lugar, y una leve capa de polvo en pisos y armarios.

- Un lugar para cada cosa, y todas las cosas en su lugar -dijo Lincoln, repitiendo un viejo mantra de su madre-. Si todo está en orden, fácilmente puedes encontrar lo que sea.

Estaba muy contento, animado por lo que ocurriría aquella tarde. ¡Su fiesta de cumpleaños! Le encantaba hacerse más grande y convivir un rato con sus mejores amigos. Ya le habían hecho una celebración con todos sus compañeros de clase, así que la celebración de aquel día Iba a ser algo íntimo; solamente estarían Liam, Rusty, Zach, Rocky, Clyde, Haiku... y por supuesto, Lucy Loud.

Al pensar en la linda niña, sintió como si su corazón se disolviera en una neblina de miel. Cielos... ¡Ella le gustaba tanto! ¡Era una chica tan increíble! Tenía gustos muy parecidos a los suyos. Le encantaban los cuentos de terror, los paseos nocturnos y las obras de fantasía. Pero además, con ella podía compartir todo lo que no podía con el resto de sus amigos: su pasión por la literatura y la poesía, las historias de vampiros y seres sobrenaturales... Incuso la Princesa Pony. Carol lo había enseñado a amarla cuando ambos eran mucho más pequeños, y todavía era un auténtico brony. Era un gusto que Lucy y él compartían a escondidas; bien en secreto y bien ocultos de los demás.

Su madre aún no lo había llamado para el desayuno. Todavía tenía tiempo.

Fue a buscar la fotografía de grupo que tenía oculta en uno de los cajones del escritorio. Allí estaban todos sus compañeros. Por una hermosa casualidad, Lincoln había sido retratado justo arriba de Lucy. Se veían tan juntos, que la barbilla de Lincoln parecía reposar sobre la cabeza de la niña.

Le encantaba. De verdad le encantaba, y no solo porque sus gustos se parecían. Todo eso era importante, pero ella también le gustaba físicamente. Era la primera chica que le incitaba el deseo de abrazar, de estrechar... De tomar su mano, incluso.

- ¿Qué te gusta tanto de ella, Linky? -le había preguntado Carol-. Sí, es verdad que Lucy es muy bonita; y ya me dijiste ya que les gustan muchas cosas parecidas a los dos. Pero, ¿qué te hace sentir ella? Dices que la quieres, y esa es una palabra fuerte. ¿Por qué sientes que la quieres?

Buena pregunta. En aquel momento no supo bien qué contestar; pero mientras veía la foto, lo supo: su corazón se lo dijo.

¡Le producía tanta ternura! Tenía unas ganas inmensas de abrazarla, protegerla, y hacerla sentir que todo iba a estar bien. Le encantaba hacerla sonreír y ver esos hermosos labios rojos alargarse; curvarse ligeramente hacia arriba...

Sabía que era una niña seria y triste. Sabía que su familia no le prestaba mucha atención. Había escuchado el rumor de que, varios años antes, la familia de Lucy vivió una tragedia de la que nunca habían logrado reponerse; y exceptuando a una o dos de sus hermanas, Lucy sentía que no la querían. Nunca había tenido muchos motivos para sonreír.

Viéndola tan seria allí, en la fotografía, Lincoln no podía comprenderlo. ¿Cómo era posible que no la quisieran? ¡Tenían que quererla! Todos los padres amaban a sus hijos, excepto aquellos locos que los abandonaban o los maltrataban. Tal vez se sentía así porque tenía nueve hermanas y sus papás tenían que repartir su cariño entre todas.

Sin duda, él era muy afortunado. Su mamá y su hermana lo consentían a todas horas. No pasaba un día sin que le manifestaran su amor con abrazos, con besos y palabras. Incluso su padre era cariñoso con él; y siempre, siempre estaba dispuesto para escucharlo y aconsejarlo.

Tal vez Lucy necesitaba eso. Alguien que la abrazara y le mostrara su cariño.

Pues bien: si su familia no se lo daba, quizá él pudiera hacerlo. Solo tenía que reunir el valor para declararse. Deseaba hacerle saber a Lucy lo mucho que la quería y que siempre podría contar con él; para todo.

Volvió a mirar la foto. ¡Lucy se veía tan bonita! Le costaba mucho trabajo entender por qué utilizaba ese fleco tan grueso que le ocultaba los ojos. ¡Si toda ella era hermosa! Su piel de porcelana, su cabello negro, sus curiosos dientes puntiagudos... Además, no podía olvidar el flashazo que tuvo aquella tarde. Lo poco que vio lo convenció de que la niña tenía unos ojos preciosos.

Sí: tenía que declararse, y ya no quería esperar más. Probablemente podría hablar en privado con su hermana, antes de que se pusieran a adornar la sala. ¡Ella sabía tantas cosas! Con sus consejos, era muy probable que Lucy accediera a ser su novia antes de que la fiesta terminara.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora