Ante la tumba de un ángel

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Como cada año, los señores Rita y Lynn Loud lloraban abrazados frente a la pequeña tumba de su retoño perdido. Era una tumba sencilla, pero bien cuidada. Con la estatua de un angelito en actitud de rezo, y pequeñas letras doradas en las que se leía con claridad:

A nuestro lindo pequeñito, a quien apenas conocimos.

Te esperábamos con ilusión, y nos fuiste arrebatado.

Fuiste una luz efímera en este mundo, y caíste en las manos de la oscuridad.

Tus padres y tus hermanitas te recordaremos por siempre.

Tal vez después de diez años, ya deberían haberse resignado. Probablemente no deberían seguir regresando y llorando año tras año. Después de todo, tras perder a su pequeño, habían recibido cinco bendiciones más.

Pero era tanto el dolor... Un sentimiento abrumador de rabia e impotencia. ¡Todo fue tan injusto y repentino!

No podían reponerse. Siempre que se acercaba la fecha, comenzaban a sentir el dolor y la pesadumbre. La tristeza se iba adueñando de sus almas, y se volvía extrema justo en el día en que su pequeño debería cumplir un año más de vida. Era imposible evitarlo: tenían que ir de nuevo al cementerio, llorar abrazados durante largo rato; sentir de nuevo el peso abrumador de la injusticia, y el pesar por no haber podido hacer nada.

Por eso iban solos. Desde el primer año se negaban a que sus hijas los acompañaran. Los ruegos de Lori, Leni y Luna no los hicieron cambiar de parecer. No querían que los vieran llorar y desgarrarse de dolor. En aquel entonces, Luan y Lynn eran demasiado pequeñas para entender.

Así lo habían hecho, y sabían que lo seguirían haciendo. Podían funcionar casi con normalidad durante el resto del año; pero a medida que se acercaba el fatídico día de mayo, la tristeza los doblegaba hasta hacerlos explotar frente la tumba de su angelito.

***

Fueron tantas ilusiones rotas. Y luego, el dolor de saber que su pequeño tuvo una muerte tan cruel.

Era el sexto embarazo de Rita. Tras el nacimiento de Lynn, ya habían desistido de la idea de seguir buscando el varoncito. Por eso Rita decidió colocarse un DIU. Aparentemente fue una buena decisión, porque los señores Loud pudieron tener la vida sexual intensa y activa a la que estaban acostumbrados, sin preocuparse por otra cosa que no fuera disfrutar.

Estuvieron así cerca de un año, hasta que Rita sintió de nuevo los síntomas que ya le eran tan familiares. Se llevaron una gran sorpresa al confirmar que estaba embarazada.

- Seguramente les llegó el varoncito -les dijo Pop-Pop-. ¡Así de tercos somos los hombres de la familia, que ni siquiera un DIU nos detiene!

Las palabras del abuelo sonaron como un mal chiste; pero alrededor del sexto mes de embarazo el ultrasonido reveló que tenía razón. ¡Por fin llegaría el niño que anhelaron durante tanto tiempo!

La noticia impactó a toda la familia, y las niñas se pusieron locas de contentas. ¡Un niño! ¡Por fin, el hermanito que deseaban desde hacía tanto tiempo! Lori, que acababa de entrar a la primaria y tenía varias amiguitas con hermanos, estaba especialmente feliz. Fue en esos meses cuando esbozó las ideas que acabarían por convertirse en el "Protocolo bebé", un conjunto de normas de conducta que TODAS las niñas debían seguir durante los embarazos de mamá; para evitarle el máximo de molestias e incomodidades.

El embarazo progresó muy bien, y todo salió a pedir de boca. La labor de parto no tardó ni siquiera dos horas. Muy pronto, los señores Loud estaban entregando su pequeño a la enfermera designada para llevarlo a los cuneros. Todo fue tan normal, tan habitual; que no hicieron mayor esfuerzo por apreciar bien el rostro de la enfermera.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora