Tal como la doctora Olafsson lo anticipó, Lincoln resultó ser un niño muy especial. Lo demostró desde el día en que llegó a su nuevo hogar.
Los Pingrey habían pensado en varios nombres para su nuevo hijo, pero cuando vieron a aquel lindo pequeño que contemplaba todo con sus grandes ojos, ninguno de ellos les pareció adecuado. Estuvieron discutiendo el punto durante un rato, porque querían un nombre biensonante y distinguido para registrar al niño lo más pronto posible.
No llegaron a ninguna decisión, pero se vieron en la necesidad de parar por un rato. Carol tenía que estudiar una poesía que iba a recitar dos días después, en la ceremonia en honor a los Padres de la Patria. La niña fue elegida para ese honor, porque era la mejor lectora del segundo grado. Así que interrumpieron su deliberación para que la pequeña Carol pudiera estudiar.
La niña se sentó al lado de la cuna del bebé y empezó a leer la poesía, ensayando su entonación y sus movimientos. No pasó mucho tiempo antes de que comenzara a escuchar las risas del pequeño. Apartó la vista del libro, y lo miró.
- ¡Hola, hermanito! -dijo sonriendo- ¿Te gusta la poesía?
Nuevo ataque de risa del pequeño, seguido por un sonoro gritito de deleite.
Carol se dió cuenta de que el bebé miraba fijamente el libro. En la tapa aparecía la fotografía del dieciseisavo presidente de los Estados Unidos.
- ¿El libro? Se llama, "Hojas de hierba" y lo escribió el señor Walt Whitman. Tengo que aprenderme la poesía que le dedicó al señor Abraham Lincoln.
Al escuchar el nombre, el pequeño emitió un chillido de entusiasmo.
Carol sonrió, contagiada por la alegría de su hermanito.
- ¿Quieres que te recite la poesía? -dijo Carol.
El niño volvió a chillar, y la pequeña se levantó para recitar con voz clara y elocuente:
¡Oh, capitán, mi capitán! ¡Nuestro espantoso viaje ha terminado!
El barco capeó los temporales, el premio que buscamos se ha ganado.
Cerca está el puerto, ya oigo las campanas; todo el mundo se encuentra alborozado.
La firme quilla siguen con sus ojos, el adusto velero tan audaz...
Mientras recitaba, Carol sintió que su piel se erizaba. Su hermanito estaba muy atento, como si pudiera entender todo lo que decía; y bajo el influjo de esa mirada, la niña contempló la poesía bajo una nueva luz. Sabía muy bien que Abraham Lincoln fue un gran hombre, y tenía una vaga noción de la importancia de lo que logró. Pero no comprendía por qué en años anteriores, algunos de sus maestros lloraban al terminar la poesía.
Esta vez fue muy diferente. Las palabras y la cadencia del poema penetraron en la médula de sus huesos. La mirada límpida del bebé abrió su alma, y ella pudo sentir el orgullo, la admiración y el dolor que el poeta pretendía transmitir con la magia de sus palabras.
Cuando terminó, estaba emocionada y con los ojos llorosos. Ni siquiera se dio cuenta de que había recitado el poema de memoria.
***
Un rato después, cuando sus padres regresaban a la habitación, Carol jugaba con el niño. Cuando vio entrar a sus padres, lo tomó en brazos y dijo entusiasmada:
- ¡Mamá, Papá! ¡Ya sé cómo se llamará mi hermanito!
- ¿De verdad? -respondió el señor Pingrey con curiosidad-. ¿Cómo?
- ¡Se llamará Lincoln!
Los señores Pingrey no quedaron muy convencidos, pero pronto les quedó claro que sus pequeños se habían identificado con ese nombre tan poco usual. Nunca supieron cómo, ni por qué; pero sí se dieron cuenta de que los otros nombres no le agradaban al pequeño. Cualquier intento de llamarlo de otra manera se encontraba con el llanto iracundo del bebito.
Al final, cedieron. Quizá no era lo que imaginaron, pero el nombre sonaba fuerte, tenía personalidad, y sin duda iba bien con el apellido.
Dos días después, Carol hizo una recitación tan elocuente que fue nutridamente ovacionada. La niña siempre le concedió todo el crédito a su hermanito, y desde entonces establecieron una profunda conexión entre los dos.
***
En los años siguientes, Mark y Eloise Pingrey observaron deleitados la manera en que Lincoln y Carol se convertían en verdaderos cómplices. No hubieran estado más unidos si fueran genuinos hermanos de sangre.
Desde los primeros años, la niña pasaba casi todo su tiempo libre jugando con el bebé. Insistía en que ella podía hacerse cargo de Lincoln por las noches. Cada vez que el pequeño lloraba, si Eloise no acudía rápido, Carol ya estaba cambiándolo, meciéndolo, o preparando su biberón.
La pequeña Carol se tomó muy en serio el consejo de la doctora Olafsson. Su buen desempeño escolar se volvió brillante; tanto en lo académico, como en todas las actividades que llegó a desempeñar. Tanto fue su impulso, que nadie podía igualarla. Ni siquiera su vieja y encarnizada rival, Lori Loud.
Lincoln idolatraba a su hermana. La seguía a todas partes, y era su partidario más acérrimo y decidido. Como consecuencia de ello, en cuanto entró a las actividades académicas, se empeñó en llegar a ser tan bueno como ella. Carol siempre lo apoyó y alentó, con el resultado lógico de que el niño se volvió tan aplicado y destacado como ella.
Pero además, los triunfos los niños alentaban a sus padres a dar más de sí mismos. Mark se aplicó en su trabajo, destacando muy pronto y consiguiendo ascensos que consolidaron su situación económica y laboral. Eloise, por su parte, fundó un pequeño negocio de ventas por catálogo que podía manejar por Internet y desde su casa. Así pudo prosperar sin descuidar la educación de sus hijos. La economía de la familia mejoró todavía más, fomentando la convivencia y estrechando los fuertes lazos que ya existían entre ellos. Y así, aunque fuera en pequeño, Mark y Eloise consiguieron la familia unida y feliz con la que siempre soñaron.
Al contrario de lo que temieron, la entrada de Carol a la pubertad y la adolescencia no disminuyó el interés que sentía por su familia, ni deterioró su relación con su hermanito. Sí era cierto que Carol convivía más con sus amigos, y que desde los quince años se hizo de un novio. Pero eso no resintió para nada la relación de los hermanos. Muy al contrario: Carol se volvió todavía más protectora y cariñosa con Lincoln. De ser cómplices, se convirtieron en confidentes; y el más pequeño de los Pingrey nunca tuvo secretos para su adorada hermana mayor.
***
Por eso, aquel día de su décimo cumpleaños, Lincoln estaba ansioso por platicar con Carol. Claro, ella sabía muy bien que Lincoln estaba fascinado por Lucy Loud; pero aún no le había dicho que pensaba declararse ese mismo día.
Estaba decidido, pero muy nervioso. ¿Y quién mejor que su amada hermana para darle buenos consejos y levantarle la moral?
Pero aún no había llegado, y sus padres lo sorprendieron con un nuevo regalo. No necesito terminar de rasgar la envoltura para sentirse sorprendido y embelesado.
- ¡Es... Es la edición de lujo de los primeros cómics de Ace Savvy! ¡Dios mío, esto debe haberles costado una fortuna!
Se volvió hacia sus padres, y los envolvió en un apretado abrazo lleno de emoción.
- ¡Gracias, mamá! ¡Papá! ¡De seguro no hay un niño en el mundo que sea más afortunado que yo!
Los señores Pingrey abrazaron a su niño, lo cubrieron de besos y acariciaron sus blancos cabellos.
- ¡Al contrario, hijo! Tú y Carol son los niños más maravillosos que pudimos tener. ¡Nosotros somos los padres más felices del mundo!
Unos momentos después, todos se sentaron a la mesa; y Lincoln disfrutó de su exquisito desayuno. Sus padres le preguntaron por sus planes para la fiesta, y Lincoln sintió que no podía ser más feliz.
Sin duda, aquel día iba a ser memorable.
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Lincoln Pingrey (Lucycoln)
FanfictionPrimera versión de la historia. Inspirado en un relato de: Cadiano21 (Wattpad) Lucy Loud es una niña diferente y especial, que siempre se ha sentido rechazada por su familia debido a su particular aspecto y al hecho de que vino a sustituir a un niño...