Niños en día de cumpleaños

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Lucy se miraba en el espejo del elegante baño de la casa de Lincoln Pingrey. No estaba muy contenta con lo que veía. Era el problema de su piel albina: cualquier golpe dejaba una marca demasiado visible que tardaba días en desaparecer.

El golpe que recibió de Lori le dejó marcados dos de sus dedos. La forma era característica e inconfundible, y la base blanca que le pusieron se le había corrido después del pastelazo que recibió.

Todo había sido un accidente, por supuesto. Lucy nunca antes se había divertido tanto en una fiesta. Había pocos invitados, y casi todos eran chicos muy agradables; de aquellos que no la discriminaban ni se alejaban de ella deliberadamente.

De verdad se la había pasado muy bien; mucho mejor de lo que esperaba. Pero aquel "pequeño" accidente sin duda era un fastidio.

Frunció el ceño, y tomó el tubo de base blanca de su pequeña bolsa de mano. La mejilla todavía le ardía cuando la tocó. Tenía que maquillarse con cuidado y necesitaba ver lo mejor posible; así que se levantó la chasquilla con un pasador. Sus peculiares ojos quedaron al descubierto, pero estaba bien segura de que había colocado el pestillo de la puerta del baño. No había nada que temer.

Solo debía tener cuidado de colocarse la cantidad de base necesaria para que no se notara, pero que a la vez, cubriera muy bien la marca de su rostro.

- Suspiro -dijo en voz alta, y trató de figurarse cómo tenía que hacerlo. Tenía muy poca experiencia con el maquillaje. ¡Cómo le hubiera gustado que su hermana Leni estuviera allí para ayudarla!

***

Leni hizo un trabajo magnifico. La ayudó a disponer su vestido negro de la manera que mejor le favorecía. Le prestó uno aretes que combinaban muy bien el vestido, y le aplicó cuidadosamente la base blanca. Con su experiencia y habilidad, la modista logró camuflar a la perfección las marcas en el lindo y pálido rostro de su hermana menor.

- Ya está, hermanita -dijo cuando terminaron-. ¡Te ves preciosa! Lincoln va a estar encantado cuando te vea.

- Suspiro -susurró la pequeña gótica, y no pudo evitar que sus mejillas se pusieran rojas-. Te agradezco de todas formas, Leni. Ya casi tengo que irme.

Salió del cuarto de sus hermanas mayores y se fue al suyo. Para su sorpresa, Lynn había regresado y estaba acostada en su cama. Se le veía mucho más desganada que de costumbre, rebotando la pelota contra la pared. Cuando la vio entrar en la habitación, se quedó bastante asombrada. Era rarísimo que Lucy se vistiera así.

- ¡Vaya, Lucy! Te ves muy bien. ¿Cuál es la ocasión? No recuerdo la última vez que te arreglaste así -dijo Lynn, con un dejo de ironía.

- Me invitaron a una fiesta -respondió Lucy, sin dar más detalles

- ¡Vaya! -dijo Lynn, y siguió rebotando su pelota-. Seguro que no es una fiesta de Haiku, o de otro de tus amigos góticos.

- No. Es de Lincoln Pingrey -contestó Lucy, tomando su bolso -. Y ya tengo que irme.

Lynn le dirigió una sonrisa torcida, y una sombra cruzó por su mirada.

- Eso lo explica todo. Y qué bueno que te arreglaste bien, hermana. Ese chico de verdad es muy guapito.

Lucy se detuvo, y miró directamente hacia Lynn. Había algo en su mirada y en su tono de voz que no le gustaba nada.

- ¿A qué te refieres, Lynn? -preguntó en tono lúgubre.

- A eso, Lucy. Justamente a eso. Tienes mucha competencia, ¿no lo sabías? -dijo la deportista, con una sonrisa irónica-. Lincoln tiene muchas admiradoras, en tu escuela y fuera de ella. Y no todas son niñas de tu edad.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora