Lisa

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Lisa Loud escuchó el sonido de la bofetada que Lori le propinó a Lucy. Cerró los ojos y se encogió, como si ella misma hubiera recibido el golpe.

- Por Einstein... -pensó angustiada-. Lori de verdad necesita ayuda. ¡Todos la necesitamos en esta casa!

Si lo analizaba fríamente, no podía culparla. Toda la familia, empezando por sus padres, sufría de estrés postraumático debido a la terrible muerte del único vástago varón. Aquello había destrozado a la familia; pero dada la costumbre de sus padres de rehuir los problemas en lugar de enfrentarlos, lo que ocurrió se veía casi como parte del orden natural de las cosas.

Al pensar en ello, hizo una mueca de repulsión. ¿Normal? ¿Quién demonios era normal en aquella casa? Si acaso, Lily. Pero incluso la bebé, a su corta edad, ya estaba adoptando algunas idiosincrasias y manierismos de la familia.

¡Vamos, ella misma no era nada normal! Y no tenía nada que ver con su gran intelecto. Su deprivación emocional y falta de empatía eran evidentes para cualquiera que se tomara la molestia de observarla por un rato. ¿Qué otra cosa se podía esperar de alguien que idolatraba la ciencia, que destruía partes de su casa un día sí y otro también, y que consideraba a sus familiares como cobayos a su disposición?

Por lo menos, así había sido; hasta que ocurrió lo de Darcy. Tuvo que perder a la única amiga que había tenido en la vida para humanizarse un poco; y para entender por fin que ni su familia ni ella estaban bien.

Por supuesto, no podía ayudarlos directamente. Estaban demasiado acostumbrados a la Lisa fría, calculadora, y aparentemente desprovista de sentimientos. No confiaban en ella y al parecer, todos dudaban que la pérdida de Darcy de verdad la hubiera humanizado.

Quizá ella misma tenía la culpa de aquello. Cuando Darcy murió, Lisa hizo todo lo posible por mitigar su dolor con el trabajo. Muy pocas veces se dio el lujo de derramar alguna lágrima y recibir consuelo de la familia. Solamente Leni, y un poco su madre percibieron su deplorable estado psicológico; y le proporcionaron algo del consuelo que tanto necesitaba.

Cuando comenzó a sentirse mejor, volvió a su rutina habitual de trabajo. Y por supuesto, todos pensaban que se había recuperado del trauma. Por desgracia, las cosas no eran así. Lisa nunca recuperó del todo su antiguo yo frio y calculador. De hecho, se volvió más sentimental y atenta al mundo que le rodeaba. A menudo se quedaba escuchando lo que ocurría a su alrededor, sin que nadie se diera cuenta; y gracias a ese nuevo hábito de escucha, fue detectando pautas de comportamiento en sus padres y sus hermanas que la hicieron plenamente consciente de los conflictos de la familia.

No tardó en identificar los ciclos emocionales de todos ellos y sus maneras típicas de reaccionar. Al principio, lo hizo de manera inconsciente; un poco como si buscara explicaciones para las maneras tan extrañas que tenían todos de afrontar los conflictos; pero no tardó mucho en hacerlo de manera intencional. Comenzó a detectar pautas, y dedujo fácilmente que la raíz de problema era el duelo no resuelto por la muerte de su hermano.

Así que, aclarada la situación, venia la segunda parte:

¿Debería hacer algo al respecto?

Vacilaba mucho en hacerlo. No le costaría trabajo administrar sedantes y sustancias euforizantes que ayudaran a la familia con sus ciclos emocionales, pero eso no resolvería el problema de raíz. Lo pertinente y adecuado sería que todos tomaran terapia psicológica asistida por medicamentos. En algún momento intentó sugerir esa idea a sus padres, pero ellos la miraron con extrañeza y le dijeron:

- ¿Para que ir al psicólogo? ¡Si todos estamos muy bien, hijita! -respondió Lynn.

Lisa trató de explicarles sus descubrimientos, pero ellos se defendieron de tal forma, que Lisa percibió fácilmente la intensidad de su negación. Era claro que sentían tanto dolor, que lo rehuían para no enfrentarse con aquello que lo provocaba.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora