Carol

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Mientras desayunaban, Carol llegó por fin. Saludó a sus padres, a Lincoln, y subió directamente a su cuarto. Llevaba una bolsa de papel con el rótulo de un conocido almacén de ropa.

Lincoln terminó su desayuno y los ayudó a lavar los trastes, a pesar de las protestas de su madre. Le urgía ir a ver a su hermana mayor, pero no era tanta la urgencia como para descuidar sus responsabilidades.

Cuando terminó, subió al cuarto de su hermana. Por alguna razón, se sentía nervioso. Aparentemente no había motivo para eso; porque Carol, más que su hermana, era su confidente y su mejor amiga. Pero hasta hacía solo unos meses antes, las conversaciones sobre el amor, el noviazgo y el romance le alteraban los nervios. La sola idea de besar a una chica le producía cierta repulsión, pero... todo eso había cambiado.

***

No supo cómo, pero recordaba muy bien el cuándo. Le ocurrió una tarde, cuando salía de la escuela. Se había demorado un poco en el salón de artes, y la mayoría de sus compañeros ya se habían ido. La escuela estaba casi vacía, y se veía a muy pocos niños por los jardines.

De pronto, cuando paseaba su vista por uno de los viejos robles, la vio. Lucy estaba leyendo a la sombra del frondoso árbol. Se le veía concentrada, y tenía una muy leve sonrisa en los labios. Lincoln se detuvo para verla, y se quedó fascinado. No recordaba haberla visto sonreír jamás. Así, sonriente, sus labios medianos se veían muy rojos y bonitos.

Cielos... Qué linda era Lucy. De verdad.

¿Cómo no se había dado cuenta de que Lucy era tan bonita? Si tan solo pudiera ver también sus ojos...

Como si su súplica hubiera sido escuchada, una fuerte ráfaga de aire movió un poco el espeso fleco de la niña. Solo fue un poco, pero lo suficiente para dejarlo ver un ojo de color azul claro. La visión no duró más de medio segundo, pero se le quedó grabada en la mente y el corazón.

- ¡Qué bonitos ojos tiene! -pensó -. ¡Ese tono de azul clarito le queda tan bien al color de su piel...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito de su madre, que llegó por él. Era jueves, uno de los dos días en que su mamá iba a buscarlo a la escuela.

Tuvo que retirarse, aunque no sin volver a mirar hacia Lucy. Era como si un velo se hubiera corrido de sus ojos. Su mejor amiga, la niña con la que compartía la mayor parte de sus gustos, se le había revelado casi en toda su belleza. Y su corazón despertó a sentimientos que nunca antes había tenido.

***

Desde ese día, su gusto por la pequeña fue creciendo cada vez más. Pasaban juntos más tiempo, y se mostraba más atento y cariñoso con ella. Para su sorpresa y deleite, Lucy le correspondía. Fue discreta al principio, pero cada vez era más evidente lo cómoda que ella se sentía con él. Lo tocaba, comenzó a abrazarlo, y se sonreía cuando lo veía llegar, cosa que no hacía con nadie; ni siquiera con su amiga Haiku.

Lincoln sentía que tenía oportunidad con Lucy. Se moría por llevarla a caminar, tomados de la mano. Quería que tuvieran una verdadera cita en la que pudiera comprarle algo, y en la que ella recargara su cabeza en su hombro. Probablemente se animaría a darle un besito en la mejilla; y tal vez, solo tal vez... Ella le permitiría volver a ver esos ojos tan lindos que ocultaba bajo su fleco.

***

Tocó con suavidad a la puerta del cuarto de su hermana. Un instante después, la voz clara y dulce de la muchacha le respondió.

- Adelante.

Abrió la puerta y se encontró a su hermana con una bolsa en las manos. Ella lo miraba sonriente y muy animada.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora