Ritual

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Lucy estaba nerviosa.

Ya tenía todo listo para el ritual. Esta vez, tenía una pregunta muy concreta; y esperaba que su bisabuela por fin se decidiera a decirle algo mucho más claro e interpretable. Geo, Cliff, Charles, Fangs y Walt ya estaban dispuestos, y la miraban con curiosidad. Lucy sonrió. Parecía mentira que en aquella casa, los únicos seres vivos que podían ser sus confidentes y ayudantes eran los animalitos; pero no tenía ningún problema con eso: eran espíritus animales; llenos de energía vital, e igualmente útiles para sus propósitos.

- ¡Qué ingenuos pueden ser algunos aficionados al espiritismo! -pensó Lucy-. Creen que para hacer una sesión se necesitan puros seres humanos. ¡Eso es irrelevante! Basta con que haya energía vital disponible, y una sola consciencia guía.

A su tierna edad, Lucy ya era bastante experta, y había dirigido una buena cantidad de sesiones; siempre con sus amigos del Club Morticians o con los animalitos de la casa. Sus hermanas y sus padres nunca se prestarían para eso. Lo consideraban satanismo, una expresión de aquello que más odiaban en la vida.

Eran los ritos y creencias que habían acabado con la vida del hermoso pequeño al que no dejaban de llorar.

Lucy siempre fue muy inteligente. Aún con muy pocos años, se dio cuenta de que era un mero sustituto de aquel niño varón y muy deseado. Sus padres y sus hermanas hablaban maravillas del pequeño: lo activo que había sido durante el embarazo, lo hermoso que se veía cuando nació, lo mucho que todas deseaban sostenerlo en brazos, y lo linda que se veía la habitación preparada para él.

Y desde luego, no le hacían mucho caso a ella. Le temían. Nunca aceptaron sus idiosincrasias y, para colmo, era solamente una más entre once niñas Tuvo que criarse sola, por lo menos en parte; con la ayuda del poco cuidado que sus padres y sus hermanas mayores le brindaban.

Lucy tuvo ganas de reír. Le salió una carcajada amarga, cargada se sarcasmo e ironía. Era increíble, porque a pesar de la densa sombra que había proyectado sobre su vida, ella se interesó por el espiritismo y lo gótico precisamente buscando una forma de saber algo sobre su hermanito muerto.

***

Todavía recordaba sus tres años. El llanto de sus padres en aquel aniversario luctuoso, y sus hermanas tristes y cariacontecidas. También el aire lúgubre que rodeaba aquella casa habitualmente alegre y ruidosa.

A pesar de su natural serio, se sintió contagiada por la melancolía y la tristeza que embargaba a todos. En su interior, aún no estaba completamente resignada al ostracismo y la falta de atención. Y por si fuera poco, también tenía muchas ganas de saber más sobre su hermanito perdido.

Pero él estaba muerto... No había manera de saber más sobre él, ¿o sí?

Se puso a pensar, y de pronto recordó una película que había visto días antes con sus hermanas. En aquel momento no lo entendió muy bien, pero sí que recordaba algo sobre los muertos, la comunicación con espíritus y los mediums. Y también recordó la caja del ático, la que perteneció a su bisabuela Harriet.

Si no recordaba mal, en aquella caja había algunas de las cosas que vio en la película.

No le fue difícil llegar al ático sin ser descubierta, a través de los conductos de ventilación. Incluso a su corta edad, ya se estaba volviendo experta en el uso de esas rutas ocultas que conducían a toda la casa. Muy pronto, todos los secretos del baúl estaban a su alcance; incluyendo los libros de hechizos, los álbumes, y múltiples enseres de magia.

A través de los años, se aplicó mucho al estudio del curioso material. Siempre se sintió muy a gusto con el mundo espiritual y sus ignotos habitantes. No tardó mucho en contactar al espíritu de su bisabuela Harriet y en desarrollar su afición por lo gótico y lo esotérico. Muy pronto, sus peculiares gustos fueron permeando a todo lo que hacía: sus lecturas, sus escasas amistades y su forma de vestir.

Casi toda su familia parecía, o fingía no notarlo. Sus padres y la mayor parte de sus hermanas lo toleraban; aunque algunas como Lori, manifestaba abiertamente su desaprobación. Ella en especial, la conminaba a que no hiciera esas cosas terribles y diabólicas. La familia ya había tenido suficientes desgracias con lo esotérico y lo misterioso.

Por supuesto, Lucy nunca desistió. Tan solo se volvió más cuidadosa al hacer sus invocaciones; y se volvió todavía más insistente cuando conoció a Haiku, al Club Morticians... y a Lincoln Pingrey.

Nunca le habló a su amigo sobre la desgracia familiar. De hecho, él nunca participaba ni en el club, ni en sus rituales. Pero estaba al tanto de que Lucy lo hacía, y le parecía genial. Solo le dijo en alguna ocasión que fuera prudente, y se cuidara mucho de no despertar fuerzas que pudieran hacerle daño.

La advertencia casi estaba de más, pero Lucy la agradeció. Una de las primeras cosas que aprendió, fue a no meterse en problemas. Pero la cándida advertencia de Lincoln la hizo sentirse halagada y contenta. No necesitaba que nadie se lo explicara: sabía que era una expresión del cariño y la preocupación que Lincoln sentía por ella.

Como le ocurría cada vez más, al pensar en Lincoln, exhaló un suspiro. Un suspiro verdadero, no su clásica frase de sustitución. La sensación que tenía cuando pensaba en él la sobrepasaba por completo. Además de Edwin, Lincoln era el único que la hacía sentirse así: diferente, ilusionada, contenta... Quizá incluso enamorada. Sabía muy bien, gracias a sus lecturas, que todo lo que sentía por Lincoln se parecía demasiado al amor.

¡Y es que tenía tantas ganas de tocarlo, abrazarlo; caminar con él de la mano! Y quizá, si los dos se atrevían, hasta darse un besito en los labios...

Pero... ¿Acaso él querría lo mismo? ¿Lincoln sentía lo mismo por ella?

No lo sabía. No estaba segura, y por eso necesitaba el consejo de su bisabuela.

***

Tuvo que tomar varias aspiraciones profundas antes de comenzar. Nunca se sintió tan nerviosa antes de comenzar una invocación. Solamente sintió algo parecido las veces que intentó contactar a su hermanito muerto; y en aquellos intentos, jamás obtuvo respuesta.

Siempre se había preguntado por las razones de ese fracaso. Según ella, estaba haciendo todo bien, pero nunca pudo contactarlo; ninguna de las veces que lo intentó. Pero ahora era diferente. Buscaba una respuesta para lidiar con uno de sus temores y esperanzas más profundos. ¿Lincoln la quería a ella? ¿Así como ella a él?

Tenía miedo de la respuesta. Su bisabuela casi nunca le daba una contestación directa, y no estaba muy segura de que está vez quisiera obtenerla de verdad.

Su corazón tenía la esperanza; pero a pesar de sus pocos años, ya sabía que el corazón tendía a confundir la esperanza con los deseos. No quería engañarse. ¡No quería ilusionarse más! Si no tenía posibilidades, era mejor saberlo; antes de sufrir una terrible decepción.

Al pensarlo así, Lucy suspiró de nuevo y se sintió un poco más tranquila. Comprendió que ya había decidido: prefería saber cualquier cosa que alimentar otra ilusión falsa, que a la larga la haría sentirse mucho peor.

Terminó entonces de preparar todo. Se colocó en posición, y tomó las patitas de Cliff y Charles. Igual que ella, los animalitos cerraron sus ojos y se concentraron. Lucy pronunció las palabras arcanas, se reconcentró en el retrato de su bisabuela, y comenzó a entrar en trance...

De pronto, el ruido de la trampilla del ático los sacó de concentración. Lucy y sus mascotas voltearon furiosos. Pero enseguida sintieron terror cuando vieron entrar a Lori; muy molesta y echando chispas por los ojos.

Lincoln Pingrey (Lucycoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora