Epílogo: Destinos

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Astrid


—Perdón, Sebastián... papá... no veo nada. —Me alejo de la bola de cristal. Decirle papá todavía me cuesta, incluso más que usar el poder para observar las distintas líneas temporales.

—No te preocupes, Astrid. —Me acaricia el pelo y se aleja—. ¿Creés que mañana podamos intentarlo de nuevo?

Doy una inspiración profunda.

—Sí. Obvio... No te preocupes.

No quiero hacerlo. Es un esfuerzo enorme y me deja demasiado cansada. Pero no puedo decirle que no. Él no tiene esta capacidad, Anabella tampoco.

Hace pocos meses lo ayudé a ubicar a Bruno y a Débora para que los transportara al bosque. Así, logramos que se revelaran sus identidades luchando junto a Mackster. Esto también hizo que Vanesa saliera a la luz.

—Estoy muy orgulloso de que seas mi hija. —Sebastián me habla con la mirada brillante.

Asiento, sonrojada.

Cuando él se va de mi habitación, me alejo del escritorio y de la bola de cristal. Voy al tocador de estilo gótico, como a Sebastián le gusta llamarlo. Me siento y me peino. Después, miro mi reflejo, con esta ropa nueva y hermosa. También el cepillo rosado que sostengo en mi mano. Lo acaricio, al igual que al escritorio de madera negra y a sus cajones con manijas plateadas. Pensar que antes solo tenía un cajón para mí y apenas un par de remeras y pantalones gastados...

Ahora tengo las cuatro comidas, un lugar caliente donde dormir en invierno, sin preocuparme porque quieran atacarme, violarme o matarme. Tengo un jardín inmenso donde estudiar bajo el sol. Ya no me es necesario conseguir las cosas por la fuerza. Y, lo más importante: ahora alguien se preocupa por mí.

Cuando estaba en la escuela pupilo de Mar del Plata, Sebastián venía a verme una vez por semana, a veces con Anabella. También me llamaba otras dos, para chequear mi progreso y animarme. Vigilaba a las docentes que me enseñaban, también a mis compañeras, a pesar de que sabía que yo podía defenderme sola. No quería que nadie volviera a lastimarme.

Usaba hechizos para ayudarme a entender mejor las materias. Yo creía que era una manera de darme confianza, pero de a poco empecé a sentir la magia.

De vez en cuando, durante las vacaciones de invierno y de verano, me traía a la mansión de Costa Santa. Pero después tenía que volver al instituto porque había mucho con lo que ponerme al día. Creo que nunca terminé de creer que iba a vivir con él y con Anabella, ni siquiera días después de la mudanza.

Antes de conocer a Sebastián, no habría sobrevivido de no ser por mis poderes.

Esta es mi familia ahora. Sebastián es mi verdadero papá, él me entiende y me quiere. Conoce mi alma, sabe que soy una arcana, que soy la encarnación de Dantalion, y me acepta. Mi crecimiento durante este tiempo se lo debo a él.

Soy capaz de dar mi vida por él, creo en su causa y estoy dispuesta a hacer lo que sea para defenderla.

***

—¿Estás lista, hija? —me pregunta.

Asiento, antes de adentrarme en la cámara oculta.

Es un salón de nuestra casa con vitrinas en las que se preservan relieves de templos antiguos con diosas reptiles, a veces luchando entre ellas, otras gobernando en conjunto distintos mundos.

En algunos, los seres bajo su dominio son humanos, en otros, insectos bípedos. En algunos, se ven felices y prósperos, protegidos por las diosas que patrullan el cielo infestado de monstruos. En otros, ellas los someten con ataques de fuego y estrellas. Los seres les rezan y les construyen templos. También se las ve impartiendo justicia. Así es como lo narra Sebastián.

Camino hacia el centro del salón, donde Anabella flota bajo su forma arcana. Está dormida, envuelta en un capullo de energía transparente. Puedo ver su cuerpo de escamas azules y largo cabello verde, del mismo tono que las crestas en sus brazos y su espalda.

Sebastián está delante de mí. La mira con ternura y preocupación. Yo también la quiero y temo por ella. No sé cuánto más podremos seguir con esto.

—¿Ahora? —pregunto a mi padre.

Él asiente.

Me concentro y aparecen mis huestes: demonios de piedra que se forman alrededor de Anabella. Extienden sus manos hacia ella, al igual que Sebastián. La energía fluye, alimentando los hechizos y sigilos que mantienen dormida a su antigua identidad.

Poco a poco, vuelve a su forma humana. Entonces, su cuerpo desciende y Sebastián la ataja. Mis huestes desaparecen.

Salimos de la cámara secreta y la llevamos hasta el living, donde la acomodamos en un sillón. Tomo mi forma humana y la acompaño. Sebastián queda enfrente de nosotras y pone una película en la tele.

Anabella despierta.

—¿Qué pasó? ¿Me quedé dormida de nuevo?

—Sí, hija.

—Mejor me voy a mi cuarto. Astrid, ¿subimos juntas?

—No, yo me quedo un ratito más —le digo con una sonrisa.

Ella asiente. Nos saluda con un beso y sube las escaleras.

—¿Hasta cuándo vamos a tener que hacerlo? —pregunto, una vez que la escucho cerrar la puerta—. Quiero que esté bien.

—Falta poco. Cuando Anabella nació, le prometí que haría todo lo posible por contener la fuerza destructiva de su alma. A ella y a su madre, que murió días después.

—Ya lo sé... —respondo, nerviosa. Espero no haberlo incomodado.

—No me importa si me lleva toda la vida —agrega.

Asiento y me quedo en silencio.

—No te preocupes —continúa él—. Sé que la querés mucho. Va a estar bien. Lo va a conseguir. Solo necesitamos que entre en resonancia con Débora en el momento adecuado, así pueden evolucionar. Para eso, necesitan experimentar y absorber lo suficiente de la naturaleza humana. Cualquier precipitación podría ser fatal. Tenemos que aguantar hasta que llegue el momento.

—Tenés razón, papá.

Respiro con profundidad, adentrándome en mis pensamientos. Mackster, Vanesa, Ismael y Bruno no tienen idea de nada. El destino del planeta entero depende de ellas dos.

Ojalá Gaspar y León se hubieran puesto de acuerdo con mi papá, así podríamos estar todos juntos y llevarnos bien.

El corazón me late con fuerza cuando me doy cuenta de algo: cada vez me cuesta menos decirle papá...

FIN DEL LIBRO 2

Gracias a los que me acompañaron siempre, de principio a fin. Ustedes saben quiénes son. Sin ustedes, no hubiera llegado hasta acá.

Espero que hayan sufrido y reído, que hayan sentido ternura, miedo, ansiedad y amor, como lo hice yo al escribir a mis arcanos.

Los quiero mucho.

Mati

Somos Arcanos 2: Secretos que nos unenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora