6. Los chicos del Applegate

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Volar

sin pertenecer al cielo ni a las estrellas.

Volar

sin ser de la tierra ni de los pájaros.

Volar

sin mentir, sin decir la verdad.

Volar

cada vez más lejos.

Mackster

Despierto sobresaltado. Una vez que logro calmar mi respiración, salgo de la cama y avanzo hacia el ventanal. Observo los eucaliptos y los pinos en los jardines de la mansión, también el camino que lleva hacia la fuente con el copón inmenso en el centro.

No sé bien qué soñé, pero la pasé muy mal.

Mientras me pongo el uniforme del Applegate, pienso en mi vieja. Me gustaría poder decirle la verdad. Hablarle sobre los dioses, los arcanos y los demonios que habitan en Costa Santa. ¿Ella podría entenderlo?

A pesar de mis recuerdos de una vida pasada en otra dimensión, no creo en las deidades, menos que menos en un creador. ¿Por qué alguien traería a la existencia un universo con razas y monstruos que necesitan vivir en guerra?

Para mí, no son más que entidades de otros mundos que manipulan a los humanos, como dicen algunos en Internet. Pude haber sido uno de ellos, pero mi fe está puesta en mí mismo y en lo que puedo hacer en este mundo.

Con estas ideas en mi mente, salgo de mi cuarto sin apagar la tele y bajo las escaleras.

Cuando piso la alfombra suave y roja, pienso en un río de sangre. Sacudo la cabeza para despejar las imágenes de mis batallas contra los dashnos. Paso al lado de los cuadros estilo pop art de Elvis Presley y de Marilyn Monroe y llego a la planta baja. Avanzo sobre las baldosas negras y blancas de mármol pulido que tanto le llamaron la atención a Bruno cuando conoció mi casa. Sonrío al recordarlo.

De pronto, la luz natural desaparece de los ventanales. Es como si se hubiera hecho de noche. ¿Por qué el lugar está vacío? Escucho un zumbido de altísima frecuencia y me cubro los oídos, invadido por una sensación de náusea.

Debería gritar para llamar a Jacobo o a mi vieja, pero estoy seguro de que no van a escucharme.

Una luz parecida a la de un reflector atraviesa los vidrios, buscándome. Es plateada y de solo verla siento un escalofrío. El resplandor se refleja en los cristales de la araña del techo, que empiezan a vibrar mientras el zumbido crece todavía más. En ese instante descubro que no puedo moverme.

La luz llega hasta mí y me recorre por completo. Se extiende más allá de mi cuerpo hasta alcanzar mi aura. Así, siento que me elevo y que soy transportado a otro lugar.

—Buenos días, Mackster. —Me recibe Jacobo, el jefe de los mayordomos, un instante después—. Brenda ya preparó el desayuno.

Pestañeo, incrédulo. Estoy de regreso en mi casa. ¿Qué mierda fue eso?

—Gra... gracias... —contesto mientras termino de despabilarme.

Me pregunto quién sería capaz de algo así... ¿Dashnir tiene semejante poder?

—Mackster, ¿estás bien? —Jacobo se acerca, preocupado.

—Sí. Sigo medio dormido. Nada más. —Sonrío y lo palmeo en el hombro—. Necesito que me lleves a comprar ropa nueva, ya casi no me entra nada de lo que tengo. Prometo usar algo de la marca de mamá, pero no todo. No quiero parecer una publicidad andante.

Somos Arcanos 2: Secretos que nos unenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora