Bruno
Nuriel extiende su mano y me toca la frente. Hay otra forma a su lado, pero no llego a divisarla del todo. Estoy demasiado somnoliento.
Varias imágenes parpadean en mi mente: la estrella invertida y el círculo, grabados en el suelo polvoriento de la Iglesia. La copa con sangre humeante, sujetada por las manos del hechicero. Vapor rojo, fuego y un bramido que hace reverberar la construcción.
Todo se vuelve negro por un segundo. Después, reconozco el sitio. Poco a poco se hacen nítidas las sombras y las figuras oscuras de los muebles del living de mi casa, y noto que solo me acompaña la tele sin señal. Escucho un trueno y el agua empieza a golpear en la ventana.
Es la noche que esperábamos y Gaspar y León están fuera de Costa Santa.
Llamo a Mackster, localizo a Débora y nos organizamos rápido. Vanesa ya está allá, vigilando. Voy hasta mi cuarto, me transformo y salgo volando por la ventana. No sé ni me importa la excusa que le voy a dar a mis viejos. Es mejor que sigan vivos a que sean arrasados junto al resto de Costa Santa por una fuerza demoníaca.
Llego a la iglesia abandonada algunos minutos más tarde y vuelo en círculos. Veo a Débora, ya transformada, refugiada junto a Vanesa bajo un árbol que está en la vereda de enfrente.
Aterrizo detrás de ellas, que giran, asustadas.
—Perdón.
—Todo bien. —Me tranquiliza Vanesa y acaricia el tronco del árbol. Las ramas crecen y me cubren a mí también de la lluvia.
—Genial. —Noto frente a nosotros más follaje y el pasto bien alto—. Creaste un buen escondite.
Vane sonríe, orgullosa de sí misma.
Momentos después, veo una luz roja y otra azul en el cielo, que se aproximan.
—Los chicos —les indico a ambas.
Aterrizan con más gracia que yo.
—¿Viste que al final iba a ser un día de lluvia? Perdimos un montón de tiempo vigilando porque sí —se queja Mackster, sin decir un miserable «hola».
—Ya sé.
—Encima, ¿justo ahora se les ocurre irse a Gaspar y a León? ¿No miran el pronóstico en la tele a la mañana?
—Calmate, Mackster, nos vamos a arreglar igual —aseguro.
Nos quedamos en el refugio, vigilando la puerta de la iglesia. Me invade una mala sensación, como si estuviéramos perdiendo el tiempo acá parados.
—Tenemos que entrar —las palabras salen solas de mi boca.
—Está vacía —dice Vanesa—. No vi a nadie acercarse al lugar durante mi turno de vigilancia.
—¿Estás seguro de que va a ser hoy? —Débora tiembla.
—Sí —respondo, tan molesto con el frío como ella.
—¡Miren! —grita Ismael.
Surgen luces en el interior. Se escapan a través de los huecos entre las maderas clavadas en las ventanas.
—¿Cómo puede ser? —Vanesa se enfada—. Les juro que estuve atenta.
—No importa, deben haber usado magia para camuflarse. Vamos.
—Pará, Bruno. Todo esto es un error. No podemos enfrentar solos a un demonio súper poderoso del infierno. —Débora se lleva una mano a la frente—. ¡Somos chicos!
Su reacción me sorprende. Es la primera vez que la veo tener miedo.
—No hay otra opción, amor.
—¿Y si llamamos a Gaspar y a León de nuevo? —sugiere Vanesa, antes de transformarse en humana. Saca su BlackBerry del bolsillo—. Quizás puedan apurarse y lleguen a tiempo. Mierda... —dice, mirando al aparato—. Dejó de funcionar.
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Somos Arcanos 2: Secretos que nos unen
Science FictionBruno encontró a su verdadero maestro, pero eso no significa que ser un arcano se haya vuelto más fácil. Y si bien el destino planea que él y Débora se crucen bajo sus formas sobrenaturales, será responsabilidad de ambos descubrir los secretos que l...