Lee Yong Bok | Lixjin/Hyunlix

Capítulo 10

Vio sus mejillas sonrojarse al formular esa pregunta. Lo pilló completamente desprevenido, y no sabía qué responder. Podría responderle algo hiriente sin pensárselo dos veces, pero Felix no quería que él volviera a llorar, así que quiso simplemente dejarlo estar. Recordaba que él le había dicho que no era necesario que respondiera.

—No quiero responder a eso. —dijo, y el pelinegro abrió la boca para protestar. —Dijiste que podía saltarme la pregunta si no quería responder. —Hyunjin cerró la boca. Pero esa era la pregunta que él quería que respondiera desde el principio, quería una explicación, que le dijera por qué. Ya que anteriormente había formulado preguntas sin querer, esa vez se andaría con cuidado a no formular una sin quererlo, ya que era como un genio, a la mínima te engañaba.

—No quieres responder. —repitió. —Di simplemente que no querías hacerlo. —dijo, afirmó, ya que no quería hacer preguntas aunque fueran retóricas.

—No quería hacerlo. —respondió el peliazul, y Hyunjin se mordió los labios.

—Debí suponer eso. —murmuró él, con la mirada fija sobre su regazo. Felix entrecerró los ojos. Sabiendo lo inseguro que era, tal vez había malinterpretado las cosas.

—¿Suponer el qué? —preguntó.

—No te quedan más preguntas. —atacó en seguida, sin que el peliazul se lo esperara. Sonrió sin querer, ante sus ojos marrones heridos.

—Apuesto a que ni siquiera las has contado. —dijo. Pero así era, Felix ya había formulado todas sus preguntas y habían sido respuestas. —Soy amigo de Satán, Hyunjin, y no quiero convertir a un ángel como tú, en un demonio. —dijo. En cierta parte era una respuesta, pero no la respuesta que él quería. No quería metáforas, quería que se lo aclarara, quería una razón lógica aunque fuera un "me das asco", de todos modos le dolería igual.

—No lo harías. —dijo él. Era claramente un "bésame", claro que a la hora de salir de sus labios no había pensado eso.

—No has dado tu primer beso aún. No quiero ensuciarte, angelito. —susurró, haciéndole estremecer. "Angelito", él era un angelito para Felix, por ser puro e inocente. Le agradaba ser llamado así. Ser tan inocente era una tentación a carne viva para el peliazul, se moría de ganas por devorar aquellos labios que no habían sido nunca probados por nadie. Sí... Quería... Quería arrebatárselo...

—Siempre hay una primera vez. —balbuceó en voz baja, sintiendo el calor en sus mejillas que había estado acompañándolo en todo momento.

—Sí. —afirmó Felix. Él parecía tranquilo a los ojos de Hyunjin, pero por dentro era un maldito matojo de indecisiones. Su cerebro le gritaba que lo hiciera, su cerebro era malvado, su cerebro quería arruinarlo, pero su corazón gritaba también que lo hiciera. Era curioso como esas dos cosas que siempre pensaban lo contrario del otro, ahora pensaban lo mismo. ¿Y qué debía hacer? Todo indicaba que sí, pero ambas partes de su cuerpo por un motivo distinto.

Sujetó las mejillas del chico entre sus manos, su corazón se aceleró, latía a mil. Estaba pasando, iba a ocurrir. Sus mejillas todavía estaban húmedas por las lágrimas que había soltado anteriormente. Cerró los ojos y dejó que sucediera, hasta que sintió sus labios uniéndose con los de él. Se derritió, sentía su lengua delineando sus labios, y abrió la boca por inercia, a lo que Felix aprovechó. La lengua del peliazul acarició la suya, y tímido, hizo lo mismo. Empezaron a moverse lentamente, no era una lucha, más bien estaban explorándose el uno al otro. Hasta que el aire empezó a escasear, y ambas lenguas se separaron, y sus labios liberaron los suyos, dejando una pequeña mordida en el labio inferior del pelinegro.

Él permanecía con los ojos cerrados, mientras Felix los cerraba con fuerza, todavía cerca de su rostro. ¿Qué coño acababa de hacer? Su cerebro parecía palpitar, los latidos de su corazón, sin embargo, se habían quedado atrás. Felix acababa de ensuciarlo. ¿Por qué su corazón querría algo así, cuando él siempre busca hacer lo correcto? Siempre era igual, el cerebro buscaba el mal, y su corazón buscaba el bien, pero ambos habían coincidido esa vez, y aquello lo mantenía confundido y preocupado.