Tan hermoso como el día que te fuiste | Nanami Kento | fem!reader

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Era primavera, el clima era bastante agradable realmente, a pesar de que el viento provocaba que la arena fuera un tanto molesta. El sonido de las olas golpeando la costa era lo único que rompía el silencio, pero era algo relajante. Malasia, después de pensarlo mucho, Nanami había decidido que quería ir a Malasia y ella lo acompañó.

Era de madrugada, no que a alguno de los dos les gustase madrugar de vacaciones, pero se habían prometido ver el amanecer juntos. Estaban sentados en la pequeña escalera de la casita que habían alquilado, sus pies sobre la fría arena mientras disfrutaban de ver al sol aparecer a lo lejos, como naciendo del mar.

―¿Recuerdas mi película favorita? ―preguntó ella, la comisura de sus labios elevándose mientras lo miraba de lado, luego de minutos de silencio.

―Era la segunda de "cómo entrenar a tu dragón", ¿verdad? ―respondió el rubio, a su lado, mirando el amanecer.

―Exactamente ―confmirmó. Sin embargo, Nanami no comprendía a qué venía esto. La joven giró su cabeza ligeramente para mirarlo, una sonrisa melancólica en su rostro y sus ojos vidriosos―. Estás tan hermoso como el día en que te fuiste ―murmuró citando una frase de la película a la par que unas pocas lágrimas caían por sus mejillas.

No, ese no era Nanami, no era el verdadero, era tan solo un producto de su imaginación y ella lo sabía. Pero, por esta vez, dejaría que ese fuera el verdadero para así aliviar su dolor.

La expresión del rubio cambió abruptamente, sus cejas frunciéndose a la par que se movía para dejar que una de sus manos reposara en una mejilla ajena, secando con su pulgar lágrimas que caían. Incluso si era producto de su imaginación, él se sentía tan, pero tan real...

―Ya nos volveremos a ver ―dijo él, sonriendo amablemente. Tal vez era el mismo subconsciente de la joven diciéndole lo que quería escuchar, pero a ella no le importaba. La calidez de su mano y su voz se sentían familiares y era lo único que importaba. Se dejó envolver por aquellas dulces palabras y asintió, intentando creerlas, aunque probablemente serían ciertas.

La mujer cerró sus ojos, permitiéndose embriagar por aquellas caricias que tanto había añorado. No había palabras para expresar lo que sentía en aquel momento, no había suficientes lágrimas para sacar toda la tristeza de su corazón. Día tras día ella se preguntaba por qué, ¿por qué se tuvo que ir así?, ¿por qué dio su vida para proteger a los demás?, ¿por qué no pudo ser egoísta por una vez? Incluso al borde de la muerte, Nanami seguía pensando en los demás. No la maldijo a ella por no estar ahí, no maldijo a Yuuji, ni a nadie. Simplemente partió, dando lo último de sí. Quizás costó tanto aceptarlo porque no hubo cuerpo al que despedir y enterrar, porque luego de eso las cosas solo fueron más y más complicadas. Porque no tuvo tiempo para el duelo.

―Te amo. Y te extraño ―murmuró ella, mirándolo a los ojos. Una vez más, Nanami sonrió y asintió. Lo sabía.

―Ven conmigo. Seamos felices juntos, libres de todo deber. Ven con nosotros ―dijo él, y ella supo a quién más se refería.

―¿Está Yu contigo? ―preguntó, más lágrimas rodando por sus mejillas y mojando la mano del rubio, quien asintió nuevamente.

―Te estamos esperando, ambos ―respondió él. La joven cerró sus ojos y suspiró.

No necesitó más. Incluso cuando sus ojos se volvieron a abrir, mostrándole que todo lo que había visto fue producto de su imaginación, tenía una sonrisa. Frente a ella un hombre de cabello rosa, Itadori... No, Itadori no era, Sukuna, sonreía ampliamente. Tal vez debería haber sentido miedo, tal vez desesperación, pero no era nada de eso. Sus ojos se fijaron en los de aquel hombre y finalmete, habló.

―Hasta pronto, Yuuji ―dijo sabiendo que él podría escucharla muy en el fondo, y se dejó ir. Dejó que su alma partiera, siendo acompañada de la mano por Haibara y Nanami. Deseó con fuerza que Itadori pudiera perdonarse luego de eso, no era su culpa, él simplemente era un pobre niño con un destino muy duro. De todas formas, ella estaba agradecida, pues ahora volvería a los brazos de su amado y su viejo amigo. "Te perdono" pensó, mientras su mirada se volvía fría, sin vida. Al igual que Nanami, no lo maldijo, porque la vida que llevaba era suficiente maldición para él.

The Jujutsu Men | Jujutsu Kaisen OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora