¿Y si lo intentamos? | Yuta

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Los ojos de la mujer estaban fijos en los de Yuta, quien le dedicaba una mirada curiosa. Ella se tomó unos segundos para apreciarlo, era bello, no podía negarlo. Sus facciones tenían un algo que ella no podía describir, como cierta delicadeza pero ahora se veían un tanto más maduras, masculinas, pues ya no era un adolescente, era un hombre. Los años habían pasado y ambos habían crecido, las experiencias de la vida endureciéndolos. Era innegable que su mirada se había vuelto más fría pero ella no era tonta, notaba la forma en la que su expresión se suavizaba cuando la miraba. Incluso notaba que Rika era distinta a su lado, estaba casi segura que Yuta algo le había dicho o hecho porque la protegía tanto como a él, ¿o entendía el aprecio que le tenía? Quién sabe, le costaba comprender por completo la conexión con la maldición.

―¿Qué sucede? ―preguntó el pelinegro, su voz suave, tan suave que era como una caricia.

La comisura de los labios de ella se elevaron y negó con la cabeza, murmurando un "nada" luego, sin embargo Yuta la seguía mirando con curiosidad, como tratando de descifrar sus pensamientos.

La realidad es que sabía que algo no estaba bien con él, no es que no fuera buena persona, al el contrario, confiaba ciegamente en él y sabía que tenía un alma amable, que era buena gente, pero algo no estaba bien. Era consciente de la obsesión de Yuta con ella, porque eso es lo que era, no había otra forma de llamarlo. Se preguntó si se le pasaría con el tiempo, pero había pasado un año desde que había comenzado a actuar extraño, no que le molestara pues ella igualmente era una persona intensa y si había algo con lo que siempre había soñado era el amor ciego e incondicional, pero ahora era una mujer adulta y consciente de que es no era bueno para ninguno de los dos. De momento no había dañado a nadie, había puesto un límite que él estaba respetando pero lo había atrapado de vez en cuando mirando de forma fea al resto de los hombres con los que hablaba.

La mujer se preguntó si es que Yuta necesitaba que se le declarase formalmente para darse cuenta que tenía ojos solo para él. Estaba enamorada, lo había estado por años pero había procurado no cruzar la línea de amistad por el estilo de vida que llevaban, temía que no pudiera separar su vida privada de las misiones, temía que priorizara su vida por sobre la misión. Aunque... Ambos ya no eran niños y esas eran cosas que se podían hablar, además él era bastante profesional...

―En serio, ¿qué sucede? ―preguntó una vez más el hechicero. Un suspiro escapó de los labios de la contraria e hizo una mueca elevando la comisura derecha de su labio.

―Estoy pensando ―respondió con simpleza, no convenciéndose ni a él.

No cruzar la línea se decía a sí misma pero ellos se habían besado. Por dios, ¿a quién quería engañar? Se habían besado varias veces. Si él estaba obsesionado era su culpa. ¿Límites? ¿Qué límites si con unas copas demás siempre terminaba abrazada a él, intentando robarle besos mientras la cuidaba y llevaba a su cuarto? El que parecía poner límites era Yuta, no dejando que las cosas pasasen a más cuando ella estaba borracha y no podía controlarse. Si estaba confundido o molesto estaba en su derecho, al final de cuentas quien parecía no saber lo que quería era la joven.

―Pensaba que... ―hizo una pausa, desviando su mirada por unos segundos, enfocándola en el techo antes de continuar―. ¿Alguna vez te preguntaste qué pasaría si nosotros intentamos ser algo más?

No podía leer mentes, pero cuando lo miró y notó un ligero rubor en el pelinegro supo que él también se lo había planteado alguna vez. De la boca del joven no salieron palabras, pero tampoco las necesitó, lo comprendió y dejó salir un sonido afirmativo antes de volver a mirar al techo.

―¿Crees que funcionaría? ―preguntó cerrando sus ojos y dejando que la cálida brisa acariciara su rostro.

Yuta no sabía lo que era normal, lo que era sano, eran cosas que fue aprendiendo con el tiempo una vez que pudo controlar a Rika. Al contrario, su vida antes era un desastre, temía encariñarse y acercarse a otros por miedo a que la maldición los hiriera, sin embargo con el tiempo había aprendido. Aprendió también a respetar el espacio de los demás, a confiar en ellos, aprendió a cuidar de las personas que quería y cuando por fin pudo manejar realmente a Rika y esta lo escuchaba sin titubeo, no tuvo miedo de entregarle su corazón a la otra mujer.

Se tomó unos segundos para responder. No era tonto, sabía que algo había entre ellos dos, pero no estaba tan seguro de qué tan seria podría ser la cosa para la otra hechicera.

―Uhm... No lo sé. ¿Hay respuesta correcta? ―cuestionó ladeando su cabeza con la mirada fija en ella, no mostrando expresión alguna a pesar su tono parecía juguetón. Tras unos segundos más se acomodó en su lugar y continuó ahora de forma seria―. Jamás pensé que tú, eh... De todas formas es complicado tener algo siendo hechiceros.

Ella abrió los ojos y lo miró con el ceño ligeramente fruncido, no por molestia ni nada, solo se encontraba considerando las palabras del pelinegro. Asintió y mordió la parte interna de su labio inferior. Tenía razón, una relación entre hechiceros sería compleja. Sin embargo, estaba sorprendida de que él pensara eso, sabía que estaba siendo honesto porque si Yuta tenía un defecto era que no podía mentirle. La joven se mantuvo callada, con la vista en él pero sin mirarlo realmente, estaba como congelada, otra vez sumida en sus pensamientos.

―¿Y si lo intentamos? ―dijo finalmente tras haber considerado las posibles consecuencias.

Al final del día las cosas no serían muy distintas, si ambos pudieron respetar la separación entre trabajo y vida personal... Además ella podría ayudarlo a trabajar los celos si estaban juntos, estaba segura que Yuta se abriría más al respecto.

Los ojos del mayor se habían abierto ligeramente más, mostrando un indicio de expresión de sorpresa. Sí, la conversación iba para ese lado, pero no esperaba que lo dijera como si nada, además seguía sin estar seguro de qué tan profundos eran los sentimientos de ella.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro del joven que se iba ampliando a medida que pasaban los segundos y notaba que la castaña estaba firme en su planteo.

―Podríamos ―habló finalmente y esa sola palabra provocó que el corazón de la mujer martilleara contra su pecho. Era como si recién cayera en cuenta en lo que eso realmente significaba―. Pero con la condición de ir a una cita. No más robar besos durante borracheras, no más esconderte. Quiero que salgamos, que hagamos las cosas bien.

Las mejillas de la menor tomaron un tono rojizo tan pronto mencionó los besos. En el fondo agradecía que nunca antes lo hubiera expuesto, al día de hoy aún le avergonzaba, incluso de alguna forma se sentía cobarde, tomando la iniciativa solo cuando tenía alcohol en sangre evitando las inhibiciones.

―Acepto.

La sonrisa de Yuta se amplió y ella no pudo evitar sonreír también. Aunque actuase normal por fuera, en las mejillas del hechicero tomaron color igualmente.

―Creo que es momento de que me des un beso como se debe ―provocó a pesar de lo avergonzado que se sentía.

La castaña soltó una risita y desvió la mirada por unos segundos antes de suspirar y enfocarse nuevamente en él. Luego de inhalar y exhalar para tratar de calmar su corazón, se levantó de su lugar y caminó hasta el pelinegro sintiéndose como una adolescente a punto de dar su primer beso con el chico que le gustaba. Cuando estuvo frente a él se puso de cuclillas, pues Yuta estaba sentado en el suelo, y con suavidad, tomando apoyo de los hombros del contrario, acortó la distancia entre ambos con su mirada fija en los labios ajenos que tantas veces había besado cuando no estaba del todo cuerda. Una vez que sus respiraciones se mezclaron cerró los ojos y se dejó llevar, tratando de ignorar el ardor que sentía en su rostro por la vergüenza. Era el primer beso de verdad.

Los labios del joven eran suaves y su forma de besar era lenta, dulce, como si quisiera disfrutar de cada segundo con miedo a que se acabase y ella decidió acompañar su ritmo, aguantando cuanto pudo para volver a respirar. Cuando no tuvo otra opción más que separarse, lo hizo y tomó aire, a duras penas se apartándose antes de volver a besarlo de forma un tanto más intensa, aunque igualmente manteniendo la dulzura. Una de sus manos se movió del hombro hasta la parte trasera del cuello de Yuta mientras que aún se sostenía con la otra. El pelinegro dejó escapar un suspiro cuando los dedos de la joven se enredaron en su cabello y dejó suaves caricias en la zona. Era como tocar el cielo.

Cuando la menor decidió dar punto final al beso, se apartó y se dejó caer hacia atrás, sentándose frente al él, manteniendo una amplia sonrisa en su rostro mientras trataba de normalizar su respiración.

―No sabes cuánto esperé por esto.



The Jujutsu Men | Jujutsu Kaisen OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora