Pequeña obsesión | Mahito | fem!reader

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Mahito, así se llamaba aquel chico extraño que había captado su atención. Para su sorpresa en la clase nadie se metía con él a pesar de las cicatrices de su rostro, algo que a la joven le llamó la atención. Usualmente, o al menos de dónde venía ella, los demás estudiantes solían molestar a los jóvenes así. O tal vez era porque ahora estaban en la universidad y cada uno tenía problemas mayores como para interesarse en fastidiar a una persona diferente.

Ella era consciente que era de mala educación quedarse mirando fijamente a alguien. De hecho, le preocupaba la idea de que él se diera cuenta y se sintiera incómodo o molesto, pero algo en aquel joven hacía que no pudiera despegar los ojos de él. Podría decirse que lo suyo se volvió tan fuerte que podía diferenciar sus pasos del resto, pues arrastraba ligeramente los pies. O también podía diferenciarlo por el sonido de lo que ella asumía eran las llaves de su casa dentro de su mochila. O por su perfume. Dios, parecía una loca obsesionada. ¿Estaba obsesionada con él? Mh, no estaba segura. Solo sabía su nombre... Y su signo zodiacal, y que le gustaban los dulces. Y que tenía malos hábitos como fumar (cosa que descubrió hace poco al salir más tarde del salón de clases y verlo prendiendo un cigarrillo mientras salía del campus). Bueno, sonaba bastante obsesiva. ¡Pero era porque era una persona curiosa! O eso se decía ella a sí misma.

Notó que el joven de cabello gris se movió y levantó la mirada, rápidamente ella miró para otro lado para evitar que la atrapara mirándolo... otra vez. Bueno, tal vez debería mirarlo menos, sin embargo y para su suerte, Mahito un par de veces le sonrió cuando notó su mirada. Tal vez era un buen chico, solo raro. De hecho, si uno quitaba aquellas extrañas marcas en su rostro parecía un chico bastante normal, un universitario como cualquier otro.

―¿Vienes? ―una voz, la voz de su amigo, Satoru, la sacó de su trance. Ella lo miró y frunció el ceño. Él suspiró y repitió sus palabras―. Te decía que con Shoko vamos a ir a comprar unas cosas en un rato. Te pregunté si vienes.

―Oh... Hm, no, ando sin mucho dinero ―dijo ella luego de hacer una mueca.

Satoru no la presionó, pues sabía que ella venía de una familia humilde y parte de sus estudios los pagaba vendiendo sus dibujos. Incluso si ella no tenía por qué comprar nada con ellos, no la presionó, porque luego de años de conocerla sabía que salir sin nada la incomodaba.

―Está bien. Estaré con Shoko y uno de sus nuevos amigos. Cualquier cosa me hablas ―dijo el peliblanco, luego se giró y caminó hacia la puerta del salón, volteándose para sacudir su mano, saludándola antes de desaparecer con la nueva amiga que habían hecho al inicio de la cursada en esta carrera.

La joven dejó escapar un suspiro y guardó su cuaderno en la mochila, seguido de su pequeño cuaderno de dibujos. Lo llevaba con ella a todos lados, incluso si no lo usaba. Sin embargo, esta clase sí lo usó. Amaba la biología y además, junto con Satoru, habían ido a una buena escuela, por ende el tema que estaban viendo esta clase lo sabía (además de que había sido uno de esos días donde concentrarse le era muy difícil), entonces decidió sentarse al fondo para poder dibujar tranquila. Muy a su pesar, su dibujo era una persona recurrente últimamente: Mahito. Ah, "si un artista se enamora de ti, nunca morirás, siempre estarás vivo, dentro de su arte" decía una frase que leyó por ahí alguna vez. Sin embargo, ¿estaba ella enamorada? ¿Podría enamorarse de alguien a quien apenas conocía? Metida en sus pensamientos, guardó su cartuchera sin ver, no notando que no la había cerrado y por ende se cayeron los lápices.

―Mierda ―murmuró―. Dios, los caros no ―se quejó entre dientes, agachándose para agarrarlos.

Si había algo que odiaba era su torpeza, pues cada uno de esos lápices valía alrededor de un almuerzo y el que se cayeran al suelo era el equivalente a que se quebrara la mina. Se maldijo a sí misma mentalmente, rezando que no se hubieran dañado. Estaban esparcidos por el suelo y ella lentamente fue tomando uno a uno, agradeciendo estar al fondo ya que la mayoría de los alumnos se había ido y no tenía que tener cuidado de que nadie los pisara. Cuando tomó unos cuantos se levantó y los guardó en su cartuchera para luego volver a buscar aquellos que habían caído más lejos. Al voltearse el corazón casi se le salió del pecho debido al susto a la vez que un grito ahogado quedaba en su garganta.

The Jujutsu Men | Jujutsu Kaisen OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora