Would you love me less | Choso | fem!reader

200 17 0
                                    

Ambos se encontraban sentados de piernas cruzadas en el suelo de uno de los tantos salones de la escuela secundaria de hechiceros. Choso, como siempre, casi no mostraba expresión alguna mientras hablaban. La joven castaña, por otro lado, tenía una pequeña sonrisa. Choso había ayudado a entrenar a Yuuji aunque no era precisamente bueno en eso, razón por la que la amiga de ambos había ido a ayudarle, explicándolee formas de enseñar pues no compartían la misma técnica. Ella había dado clases allí antes y entendía a los adolescentes mejor que él.

El pelinegro le había comentado que escuchó a su hermano decir que Noritoshi sabía enseñar mejor y ella estaba intentando subirle los ánimos. Luego de que Yuuji fuera a buscar algo para beber, la charla entre ambos había tomado un camino que jamás hubiera esperado.

―He matado a inocentes ―dijo él, finalmente, mirándola. La joven movió sus manos detrás de ella, colocándolas en el suelo y reposando su peso sobre estas mientras se inclinaba hacia atrás.

―¿Y? ¿Acaso piensas que ser hechicero significa no matar inocentes? ―preguntó ella. Luego hizo una mueca, bueno, eso había sonado peor de lo que esperaba―. En Shibuya murieron humanos por culpa de hechiceros también, sea porque no supimos entender el peligro o porque fueron bajas como consecuencia de salvar a la mayoría.

Choso soltó un suspiro e imitó la pose de la joven, solo que él dejó que su cabeza cayera ligeramente hacia atrás, su rostro hacia el techo y sus ojos mirando el mismo. "Qué mujer persistente", pensó. Él había sido culpable también de las muertes por haber elegido el bando equivocado en su momento.

―¿Siquiera te molesta que sea mitad maldición? ―preguntó luego de un minuto de silencio entre ambos. Ella dejó escapar una pequeña risa y negó, cosa que él vio por el rabillo de su ojo.

―Choso, ¿acabas de decirme que te gusto y ahora me estás dando las razones por las que debería rechazarte? ―cuestionó burlona. Él hizo una mueca y giró su rostro para mirarla, manteniendo la pose relajada que tenía.

―Bueno... Es que no está bien, supongo ―dijo, frunciendo ligeramente el ceño, como si tampoco comprendiera su propia actitud.

―¿Cuál es el punto de decirle a una mujer que te gusta si luego vas a decirle todas las razones por las que debería evadirte? ―preguntó ella, ladeando la cabeza y arqueando una ceja. Choso bufó.

―No sé. Los humanos son raros ―dijo finalmente y se reacomodó. El pelinegro movió sus brazos, ahora reposando sus codos sobre sus rodillas, encorvado, y apoyando su rostro sobre sus manos―. Yuuji me incitó a que te lo dijera.

―No le veo lo malo a eso. Podemos morir en cualquier momento, ¿por qué no decir lo que sentimos? Además, no sé qué tiene de malo. ¿Que eres ciento veintitantos años mayor que yo? ―preguntó burlona, buscando alivianar el ambiente, pero no le dio tiempo a responder―. Me gustan los hombres mayores ―dijo ella, bromeando. Por un segundo la castaña pudo jurar que vio un ligero color rosado aparecer en las mejillas de Choso.

―Hablo en serio ―dijo él, provocando que ella rodara los ojos.

―Técnicamente no tienes ciento cincuenta años. Apenas tienes meses. Y aún ni te dije si me gustas también o no ―comentó ella, entrecerrando los ojos mientras lo observaba―. Sí me gustas ―añadió finalmente. El pelinegro desvió la mirada y ahora sí pudo notar que se había sonrojado.

―No debería ―musitó él.

―Oh, ¡vamos! ¿Ahora me vas a rechazar? ¿En serio? Ni que te hubiera pedido matrimonio. Además le agrado a Yuuji ―dijo sentándose recta y moviéndose ligeramente para estar ahora con el cuerpo mirando hacia él. Yuuji, su hermanito. Eso fue un golpe bajo, haber usado esa carta a su favor.

―No te estoy rechazando... ―el ceño de él se frunció más.

Por unos minutos, ninguno dijo nada. Como siempre, Choso parecía perdido en sus pensamientos, mientras que ella buscaba una forma de hacerle entender que eso no era tan raro. Aunque la realidad era que sí, ¿un hechicero y una maldición? Bueno, él era mitad maldición, pero igualmente no era algo normal. Además, había dicho algo que ella no podía negar: la relación de ellos jamás sería como la de dos hechiceros o humanos comunes si es que en un futuro decidían intentar algo. Peeeero ella también respondió algo que era cierto: podría morir cualquier día, ¿por qué no permitirse esto? ¿Por qué no permitirse enamorarse? ¿Por qué no intentarlo? Casi murió en Shibuya, honestamente poco le importaba lo que estaba bien o no ahora. Sumando que todo lo que conocían, los altos mandos, la cadena de poder, el "bien" y el "mal" estaba cambiando.

―Todos hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos. ¿Acaso algo de lo que yo diga te hará quererme menos? ―inquirió ella. Su mirada buscaba la ajena. El pelinegro la miró y negó, aún con su rostro reposando sobre sus manos.

―Dudo mucho que haya algo que haga que lo que siento desaparezca ―respondió él. Incluso si fueron meses a su lado, ninguno de los dos podía negar la atracción que había, menos la afinidad entre ellos al momento de pelear.

―¿Entonces por qué estaría mal que yo piense o sienta lo mismo? ―cuestionó ella ahora. El joven se tomó unos segundos para pensarlo, pero no tuvo respuesta―. Eres una persona dulce, Choso, te preocupas por Yuuji y te he visto preocuparte por la gente que lo rodea también. Hay una lista interminable de razones por las que sí debería estar contigo. Lo que hayas hecho antes no me importa porque sé que no eres quien eras en aquel entonces.

Los ojos del pelinegro parecieron brillar por un segundo y en su usualmente neutral rostro, apareció una pequeña sonrisa. Esa misma razón era por la que él le había confesado sus sentimientos. Oh, sin ayuda de Yuuji le hubiera costado poner en palabras lo que sentía, pero aquí estaba, mirándola con una pequeña sonrisa. Él estaba seguro que la miraba como un tonto enamorado, aunque no comprendiera bien del todo lo que era "estar enamorado". Esto era bastante nuevo para él.

―Yo también hice cosas cuestionables ―reconoció ella, recordando cuando estuvo del lado de Suguru en su momento, comprendiendo la forma en la que veía el mundo cuando estuvo a cargo de la secta―. Pero eso no ha hecho que te guste menos.

Los ojos morados del hombre se centraron en la mujer sentada frente a él y negó, dándole la razón. No importaba lo que le fuera a decir, nada de su pasado haría que la quisiera menos pues sus manos también estaban manchadas de sangre. Tal vez, por primera vez, Choso había encontrado alguien que lo iba a querer sin importar cuantos errores hubiera cometido, alguien que no iba a amarlo menos aún sabiendo las cosas que hizo. Alguien que le permitiría vivir como humano, como Yuki dijo. 

The Jujutsu Men | Jujutsu Kaisen OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora