Dylan
Matt salió temprano en la mañana, hubiera querido que se quedara conmigo, sentarnos en la terraza frente al lago y ver morir juntos la tarde, pero debía aceptar que él tenía una vida y yo otra.
El sol ascendía y se reflejaba en la cristalina superficie del agua, las ramas de los juncos se mecían al compás del viento, me senté en una de las tumbonas con la cajetilla de cigarrillos en la mano, dispuesto a fumarla completa.
La soledad siempre conllevaba un problema porque estar conmigo mismo era insoportable. Por lo general, los pensamientos negativos me agobiaban, comenzaba a recriminarme todos mis errores pasados, a acrecentar mis defectos y volverlos insalvables. Ante mis ojos, Dylan Ford era un hombre triste, débil y desesperante.
Deseaba que Matt se quedara a mi lado, no obstante, cada quien libra sus batallas en solitario y el resto del mundo no puede más que imaginarlas o ignorarlas. Esta era mi batalla, el problema radicaba en que no estaba muy seguro de si al final lograría vencer.
Desde que ingresé en el culto tenía la sensación de que moriría pronto. A menudo miraba a mi alrededor con la certeza de que unos ojos rojos me espiaban, de que unas manos viscosas y frías esperaban el mejor momento para cernirse sobre mí y asfixiarme. Era extraño que a pesar de todos mis problemas, la idea de la muerte no me generaba alivio, sino, por el contrario, un horrible pánico. Hubiera querido ser alguien valiente, pararme frente a las sombras que me perseguían y gritarles: no les tengo miedo, vengan por mí, estoy preparado para morir. Pero no era así. También en eso era un maldito inútil.
Cuatro cigarrillos después, Mery se acercó hasta mí para informarme de la llegada de la doctora Stone. Me levanté de la tumbona con un suspiro. Era consciente de que necesitaba de ella, aunque no quisiera estar medicado de nuevo.
-Me alegra mucho verte, Dylan. -La doctora me saludó con un beso en la mejilla.
-También a mí.
Con un gesto de la mano la invité a sentarse en una de las tumbonas a mi lado.
-¿Cómo te sientes en este nuevo ambiente? ¡Es una casa preciosa! -dijo ella admirando el paisaje a nuestro alrededor.
-¿Verdad que sí? -le contesté con una sonrisa. Le di una nueva calada al cigarrillo y luego de expulsar el humo, le dije señalándolo-: Espero que no le importe.
La doctora negó con la cabeza.
Charlamos alrededor de una hora. Me gustaba hablar con ella, me agradaba la forma como me miraba, su voz suave y sus sonrisas llenas de calma. Al principio pensé en mentirle y fingir que me encontraba de maravillas; sin embargo, a medida que avanzaba la conversación, mis ganas de echarme a llorar aumentaban, me encontré desesperado por contarle del miedo a morir que sentía. Estaba seguro de que sucedería más temprano que tarde y de que nada ni nadie podría evitarlo.
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Gritos en el silencio
Mystery / ThrillerDylan Ford es un famoso actor que quiere darle un rumbo diferente a su vida. Por azares del destino, conoce a Matthew Preston, un abogado recién graduado a quien ve como su última oportunidad, involucrándolo en la tormentosa vida que lleva. Sin sabe...