Capitulo XXXVIII (FINAL): No moriré este día

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Dylan

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Dylan

Salí del hospital de madrugada, con el cabello teñido de rubio y corto casi al ras, sin entender muy bien qué sucedía. La identificación de la doctora Stone evitaba que los pocos vigilantes o el personal con el que nos cruzábamos por los pasillos hicieran preguntas.

Subí a su auto en completo silencio, con un millón de emociones y pensamientos enmarañados en mi interior, pero de todos era la culpa la que prevalecía, como siempre.

—Gracias por lo que está haciendo, doctora. Sé que arriesga mucho por mí.

Ella negó mientras ponía el motor en marcha y yo me cubría la cabeza con la capucha de la sudadera.

—Lo que te han hecho es... Debes irte, Dylan, alejarte de todo o acabarás muerto.

No lo dije, pero pensé que tal vez esa sería la mejor solución. Me sentía en un callejón sin salida donde lo que más me torturaba era Matt. Sí, tenía que alejarme y huir si quería seguir vivo, pero ¿qué con él? ¿Acaso no corría peligro?

Timothy había insinuado que el culpable de envenenar mi comida había sido Matt, pero en las largas horas que pasé acostado en esa cama de hospital reflexioné mucho. Matt me había dado el sándwich mucho antes de que comenzara a sentirme alertargado. Si hubiese sido esa comida la culpable hubiera muerto mucho antes de que Timothy llegara. No. Después del sándwich yo comí algo más, el yogurt. Estaba seguro de que era allí donde habían disuelto las pastillas. Y era cierto que eso también pudo haberlo hecho Matt, sin embargo, no le encontré sentido a que si quería matarme se arriesgará tanto manteniéndome escondido.

Confiaba en Matt, lo amaba. Me había demostrado de mil maneras que él también me quería.

—Matt...

—Estará bien. Verás que pronto se reunirán, pero mientras tanto él debe quedarse y mantener las apariencias.

Las luces de la ciudad dormida parecían un espejismo. Más que nunca me sentí solo, culpable, perdido.

—Tengo miedo —susurré. No temía por mí, sino por Matt. Quería estar con él.

—Lo sé. Está bien sentirlo, Dylan, pero no dejes que te paralice. Ya verás que saldrás de esto.

Saldrás de esto. ¿Cuánto tiempo llevaba esperando salir de esto? Quizás era hora de rendirse. No obstante, asentí en silencio y no volví a hablar, la doctora tampoco lo hizo hasta que llegamos a su casa, un departamento en un conjunto residencial pequeño y discreto, por suerte. Para los vecinos curiosos yo sería un sobrino que había llegado del extranjero y que no hablaba el idioma.

En ese departamento solitario pasé los días que siguieron a mi fallecimiento. En el televisor de la doctora ví mi funeral y a Matt, vestido de negro, con el rostro muy serio, aparentando que mi muerte lo conmovía.

¿Cómo era posible que hubiera enredado a tantas personas en mis mierdas? Acaso no se daban cuenta del peligro que corrían al ayudarme?

Por milésima vez había escapado de la muerte y, sin embargo, no dejaba de pensar que Dios cometía un error al permitirme vivir.

Gritos en el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora