Capítulo XXXV: Con todo en contra

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Matthew

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Matthew

Dylan se quedó dormido casi de inmediato luego de hacer el amor, mientras yo, a su lado, pensaba. Guardaba la esperanza de que hubiera un terrible error y mi padre no se hallara involucrado en el culto, tampoco en esa red de prostitución y trata. En el fondo deseaba que Dylan estuviera equivocado. No se trataba de que no le creyera. Sí, lo hacía, pero deseaba con toda mi alma que el hombre que tanto mal le había hecho fuera otro y no mi padre.

Mi móvil sonó en la mesita junto a la cama, alargué el brazo y lo tomé antes de que Dylan se despertara. Era un mensaje del detective Anderson. Debía tratarse del caso contra Timothy porque me pedía que fuera lo antes posible a la estación de policía. Pensé en despertar a Dylan y pedirle que me acompañara, pero él dormía tan plácidamente que me dio pena molestarlo.

En cuanto amaneció me vestí de prisa y en menos de una hora estaba frente a Anderson.

—Preston, ven por acá.

El detective me hizo pasar a una pequeña oficina atiborrada de carpetas, papeles sueltos y un ordenador de un modelo no tan nuevo. De la pared detrás del escritorio colgaba una cartelera con un mapa con múltiples marcas, fotos sujetas con alfileres y más notas hechas en papelitos de colores. Tomé asiento frente a él en el escritorio.

—Dijiste que viniera con urgencia, ¿qué sucede?

—Hablé con el teniente general para pedirle investigar las denuncias de Dylan, el asunto ese de la muerte de la chica y los niños en el drenaje. —Anderson hizo una pausa y me observó, luego de unos segundos continuó—: No lo autorizó. Dice que no hay evidencias suficientes que sustenten las denuncias.

—Ya sabíamos que no lo autorizaría.

Crucé las piernas y lo miré a los ojos. Anderson y yo habíamos hablado en varias oportunidades anteriores. El detective me caía bien, era inteligente, despierto y al igual que yo, quería descubrir la verdad. No obstante, ambos sabíamos que no sería fácil si las cosas eran como Dylan afirmaba y muchos pesados se encontraban involucrados.

—Fui a investigar anoche con el mapa que me facilitaste —dije.

—¿Qué encontraste? —El detective clavó en mí los ojos oscuros.

—Más bien fue lo que no encontré —dije. Él me miró interrogativo. Encendí la cámara y le mostré las fotos que había tomado—. Mira. Aquí la pared es diferente, también aquí. Cada cinco metros cambia. Estos frisos son nuevos, ¿Ves cómo no está desgastado?

—¿Crees que sí había celdas y las sellaron?

Asentí.

—Si se demoliera esa pared, te aseguro que encontrarías detrás los calabozos y la evidencia que necesitas para investigar a fondo.

Anderson negó, se pasó las manos por el rostro, su expresión cambió a otra de molestia.

—Hacer eso requiere mucha permisología. Hablamos del drenaje de la ciudad, Preston. El alcalde y tal vez el gobernador deben autorizarlo. No es sencillo.

Gritos en el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora