𝖢𝗈𝗉𝗈 𝖣𝖾 𝖭𝗂𝖾𝗏𝖾 | Muchos anhelan la inmortalidad pensando que es algo interesante, no para Lilian. No cuando se siente sola.
Y es precisamente por este sentimiento que deja todo en su país y acude a atender la llamada de Charlie, teniendo...
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Jasper se alejaba cada vez más de la ciudad. Frente a la entrada que conduce a la casa Cullen había otro camino que parecía haber sido limpiado recientemente y luego de unos minutos vi una casa de campo sencilla, elegante y cálida, dejándome sumamente curiosa.
Estacionó el auto y yo salí, mirando alrededor del lugar. La casa estaba hecha de madera y rodeada de algunos árboles, no era grande pero aun así era hermosa.
Me llevó adentro, dejándome libre para explorar toda la casa. Las paredes de la sala eran de vidrio dándole más luminosidad a la habitación, la cocina tenía un toque moderno en tonos claros, más adelante había tres puertas, un dormitorio de visitas, un baño y luego el dormitorio principal de vidrio que miro hacia fuera, casi todas las paredes.
—Que crees?
—Me encantó —comenté sin dejar de observar el lugar —¿La hiciste tú,?
Sonrió y miré de cerca la estatua de madera de una mujer embarazada.
—Parece ser...yo — tragué secamente mirando la estatua.
—La imagen de ti embarazada de Emma nunca salió de mi cabeza. — explicó y noté el tono nervioso en su voz. —Comencé a hacerlo y cuando me di cuenta ya lo había hecho.
Pasé mi dedo índice por el vientre de la estatua y luego me volví hacia él, que me miraba vacilante. Coloqué la estatua sobre la mesa y me acerqué abrazándolo fuertemente.
—Estabas tan hermosa con tu gran barriga. — murmuró, apretándome contra él.
Me alejé mirándolo a los ojos y luego lo besé tiernamente, Jasper envolvió sus brazos alrededor de mi cintura devolviéndole el beso pero pronto jadeé cuando con sorpresa me levantó haciendo que mis piernas se entrelazaran alrededor de su cintura.
—La casa es sólo nuestra. — besó, mordió mi cuello y caminó conmigo hasta el dormitorio, colocándome en la cama.
Bajé mis manos hasta el dobladillo de su camisa y las coloqué allí, haciendo contacto directo con su piel. Me quitó la blusa dejándome solo con mi sujetador de encaje negro y mis pantalones.
—Te quiero. — dije sin aliento mientras bajaba su boca hacia mis pechos.
—Yo soy tuyo.
Mío. Ese hombre es mío.
Sonreí, arqueando la espalda, dándole la libertad de quitarme el sostén y divertirse con mis pechos.
Se detuvo, mirando mis pechos, que estaban rígidos por la excitación mientras yo me encontraba jadeando por la mirada intensa y llena de deseo sobre mí.
Cuando menos lo esperaba, su boca envolvió mi pecho izquierdo mientras su mano acariciaba y apretaba el derecho. Dejé escapar un fuerte gemido cuando su mano libre se deslizó dentro de mis pantalones, acariciando mi zona íntima a través de la fina tela de mis bragas.
