CAPÍTULO OCHO: SENTIMIENTOS PARTE UNO

28 12 2
                                    


El comía con las mismas ganas que yo, ninguno parecía tener tanta hambre por lo incómodo que hice la situación, claro. Tenía que abrir la boca y reclamar, sacar a relucir lo que yo pensaba de mi cuerpo y compararme con alguien que ya no está en esta tierra y tuvo el privilegio de estar entre sus brazos, realmente le debo una disculpa y no debería de guardarla, eso es lo correcto aunque me haga sentir presionado de distintas formas - lo lamento- digo mientras pongo frente de él la palma de mi mano para que no interrumpa mis palabras - lamento, haber mencionado eso de mi cuerpo, no debí compararme con alguien que fue especial para ti, la verdad... es que no me gusta- digo lo último mientras siento que poco a poco baje el tono de mi voz, esperaba que entendiera mi mensaje aún si solo eran susurros en el viento - no me gusta...que no hicieras nada conmigo...no me confundí, estoy seguro de eso - y mis manos empiezan a sudar mientras tomo la servilleta para intentar secarlas con torpeza - estoy...molesto, porque yo estoy seguro que quería eso con alguien tan importante como lo eres tu, y en cambio me sentí como si fuera algo despreciable a tus ojos...alguien que quiere lanzarse a ti aún sabiendo que...que tu esposo...- digo con un nudo en la garganta que me resulta asfixiante - YO ...YO...yo...solo te pido perdón, no volveré a hablar de él...lo prometo - digo con un tanto de dolor y termino la fruta con dificultades pero sabiendo que después de comer no me podría retener más tiempo en esta habitación.

- Tome una decisión. Por favor, actuemos como si nunca nos hubiéramos conocido, creo que mi corazón no puede más- confieso con un enorme dolor en el pecho y él me mira a la cara con ojos tan abiertos que es inevitable notar su sorpresa ante mi decisión - yo, no quiero... actuar como un tonto- aunque la palabra que sabía que tenía en la punta de la lengua eran celos, celos de Mónica, celos de su esposo, celos de cualquiera que si pueda tenerlo. Soy un niño caprichoso al parecer.

- ... - su silencio me aterra.



-Lo siento, por favor...no te acerques más - le suplico y tomo el poco valor que me queda para salir rápido de allí sin decir algún tipo de explicación, mis palabras resultaban ser más hirientes de lo que sabía que podía hacer, resultaba que dentro de mí no había una persona como los abuelos decían que era, porque no era más que alguien que se encaprichó con una persona que ya tenía a alguien dentro de su pecho, alguien que resultaba inolvidable en su corazón. Igualmente subo a la cubierta, mi habitación sería el lugar más probable dónde encontrarme si es que iba tras de mí, aunque no esperaba que fuera cierto, pero aún así deseaba que lo hiciera. Soy alguien tonto. Pido que se aleje y después que regrese, porque no soporto la idea de su lejanía. Porque no soporto fingir que puedo tomar las estrellas y montar a la luna, porque hubo alguien especial, alguien que yo no fui. Alguien que recibió el amor más noble que pudo tener, porque Jay era esa clase de amor. Tan diferente al amor de alguien más, era sincero y desinteresado. Si Jay fuera de un color, me preguntó qué color sería. Sus labios, su cuerpo y su abdomen, todo aquello me hizo pensar en el color rojo, por la pasión que despertaba en mí en cada roce y coqueteo, pero no como su color personal ¿Porque me preguntó el color de su alma? Me he propuesto apartarme del camino, ni siquiera ha pasado media hora y ya me estaba arrepintiendo.

Las plantas que tiene el bote me parecen hermosas, me dan paz y tranquilidad cuando siento que lo necesito, también Jay es así, es verde como la naturaleza, fresco como una hojita de menta y me da un respiro cuando me siento agobiado. Es reconfortante, pero de nuevo estoy pensando en él demasiado. Me he obsesionado con su amor. Con tenerlo para mí. Me siento tonto por tener esa clase de pensamientos, me acerco a la maceta y la jalo para esconderme detrás de ella en una esquina, como si fuera mi pieza, una habitación en la casa de mis abuelos que siempre se terminaba por convertir en un un hogar, mi único hogar. Como si estando detrás suyo nadie me pudiera ver, nadie me pudiera lastimar, solo un lugar mío para mí. Pero ya nada es solo mío, porque mi corazón lo compartí con alguien más. Estar en este bote durante más días sería como lanzarme al mar lleno de aterradores tiburones con dientes afilados y una terrible mandíbula porque no podré evitar encontrarme con él y mucho menos evitaré que mi corazón se acelere como un loco desenfrenado porque pensar en todo lo que hizo por mí me hace querer tenerlo cerca, me siento agradecido por cada momento que me obsequio, pero también me dan ganas de llorar, sabiendo que no hay posibilidad de nada, que intentarlo sería tan tonto.

Me pregunto qué hará Jay ahora, porque sinceramente yo no quiero olvidarme de él. Sé que soy algo contradictorio, pero ansío ser feliz, al menos si me quedo sólo. Quiero ser feliz de algún modo, aunque sea una falsa felicidad.

Entonces fue que ellas se marcharon juntas en la noche que Nicolás y Jay habían huido juntos a un espacio privado. Fue una pijamada como las que Andrea siempre deseó y Mónica solía tener. Ambas eran tan diferentes como no se lo esperaban. Pero Mónica no podía darse el lujo de que Jay creyera que ella era una boba que solo pensaba en sí misma.

-Fue una noche agradable ¿Verdad? -se estiró un poco Mónica asegurándose de que Andrea haya dormido bien. No quería ser una pésima anfitriona.

- ¿Ya ha amanecido? Oh maldición.

- ¿Ocurre algo malo? ¿No dormiste bien? -Mónica se había acercado un tanto preocupada. A decir verdad, nunca había tenido una amiga que se viera así, que actuara así, era algo inesperado. Andrea era más bien como una rockera absoluta, mientras que sus demás amigas eran del tipo de chicas pop meloso. Era agradable disfrutar de cosas que secretamente eran de su agrado.

La feminidad siempre fue parte de su vida como respirar. Las "cosas bonitas" eran lo que siempre le quedaba mejor, algo refinado, dulce y elegante. Pero en su habitación privada ponía música fuerte y guardaba sus CD detrás de los libros, donde su Nana no pudiera sospechar. Quería salir a la calle con su chaqueta de cuero negro y deseaba hacerse un piercing en el ombligo. No obstante, esos pequeños gustos habían sido aplacados por la necesidad de ser femenina e ideal para todos los que la vieran, La chica que se volvería la reina de la graduación o cosas así.

-Ahm es solo que dormí mucho. Se siente bien dormir aquí. incluso esos aromas raros que tienes.

-Se llama incienso, es bueno para calmar la tensión.

-Sí claro, esa cosa es como gas para dormir bien.

-Que, ¿bien? - lo pensó un poco -Deberíamos subir, seguro tu cita está esperando ¿No?

Aunque implícitamente Mónica intentaba hacerle entender que ella también deseaba ver a Jay. Cielos. Hablar de Jay era como mencionar a un apuesto hombre tan caliente y atractivo. Si convertía a Jay en su novio entonces sus amigas morirían de celos de ella y babearían por completo por él. Entonces se ganaría el título de tener el novio más sexy de todos, y ganar era la palabra que resonaba con más fuerza en su cabeza.

-Mi cita ¿qué? -parecía que no entendiera nada de lo que acababa de decir.

-Habló del chico de pelo rojo.

- ¿Ese tomate? Ja -dijo riendo sonoramente -ese tipo es más gay que nadie que yo haya conocido.

Aquellas palabras habían confirmado la sospecha evidente que Mónica tenía, a ese chico le gustaban los hombres y no sólo eso, al tal tomate le gustaba su Jay. Por lo cual no podía permitirse dejar que una amenaza cualquiera le impidiera que Jay y ella fuesen novios, pues era claro que tenían cierta química especial.

-Wow eso sí que es mala suerte. Aunque para ser honesta tampoco me parecía que él fuera tu tipo.

-Sí... Bien. ¿Tú con aquel? ¿si se llevan bien?

-¿Jay? Por supuesto, él es todo un encanto. Y hablando de él, ya debería ir a ver cómo está. Muchas gracias por dejarme entrar a tu cuarto, es genial -le dijo acomodando su cabello hacia atrás y sonriéndole antes de irse.

Jay era exteriormente ideal, sus ojos y pestañas eran lo que más llamaba la atención de su físico, sin mencionar sus hombros anchos y el cabello. Por eso Mónica lo había elegido, para que sea su pareja perfecta, para que sean perfectos juntos.

-Suena bastante mph ¿apropiado? -Andrea intentaba ocultar su dolor tras un manto de frialdad. El dolor que sentía derivaba del rechazo.

Mónica era la clase de mujer que sabía lo que quería, era fuerte e imponente, sabía sobreponerse a sí misma sin dañar a los demás más de lo necesario, lo notaba por su decidida actitud de irse para ver a su pareja, cosa que al menos ella podría gozar y presumir, pues Andrea no estaba conforme con lo que ella tendría como acompañante durante el resto del viaje, era una pena que tan pronto como la conoció noto su decisión romántica, era clara y firme sin duda, era digna de admiración por eso.

Cuando Mónica salió de la habitación no le tomo tiempo llegar la puerta de Jay quien abrió esperando ver el rostro de alguien más, alguien que claramente no era, no había pecas, no había cabellos rojos y claramente no se trataba de un chico.

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora