CAPITULO OCHO: SENTIMIENTOS PARTE DOS

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- Mónica, me alegra mucho verte. ¿Puedo ayudarte con algo? -preguntó Jay con claro desánimo al notar que él parecía haber dicho muy en serio la parte de "aléjate"

- Vine a desayunar contigo, tonto. No podemos jugar con el estómago vacío ¿o si?- dijo entrando al departamento mientras Jay miraba la comida que permaneció intacta desde la ausencia de Nicolás, parecía todo una cruel mentira.

- Claro, por favor come conmigo entonces -sonrió sirviendo comida para ella y ambos sentándose al borde la cama frente la mesita, Jay daba bocados pequeños y mantenía su mirada fija en el trozo de pan que tenía entre las manos, desearía decir que estaba comiendo y disfrutando el alimento, pero para su desgracia no podía sacarlo de su mente, tenía una evidente preocupación que no lo iba a dejar hasta saber que él se encontraba bien.


Era claro, Jay se encontraba perdido en sus pensamientos, Mónica tuvo que tocar su hombro para despertarlo y de inmediato sonrió terminando el baguette que llevaba entre sus manos. Con cuidado cogió los platos y ordenó un poco la mesita, seguramente irían a limpiar más tarde, sería tedioso llevarlos por sí mismo a la cocina del barco y tampoco tenía humor para ver a nadie. Las cuatro paredes de la habitación eran el muro más seguro, pero cuando notó la cara de Mónica supo que ella no planeaba solo pasar casualmente y coger algún bocadillo juntos.

- ¿Qué tienes en mente? - Preguntó sin rodeos sabiendo que era un sí o si salir de ese lugar.

- Caminar juntos tomados de la mano por supuesto -dijo ella mientras se acercaba y tomaba la suya entrelazando sus dedos -ven, tengo una buena idea.


Ella tenía sospechas claras de qué algo pasaba por la cabeza de Jay, sus instintos no solían mentir, algo era evidente, tenía que ver con el chiquillo que se intentaba interponer en su camino.

A un par de pasos encontraron la puerta de ella justo frente de la de Jay, cogió una bolsa negra y sin decir más lo guío a la cubierta, pasaron por los pasillos con plantas y luces hermosas que caían de lianas artificiales, y cuando finalmente los rayos del sol golpearon su cara no fue para bien, pues el pelirrojo aún de espaldas era reconocible. Su espalda no era tan ancha, además, sus cabellos brillaban con los rayos del sol, y solía ocultar sus brazos con mangas largas aunque hiciera un calor infernal. Jay lo miraba y sabía que estaba pensando en tantas cosas que ...estaba abrumado, tanto que ni siquiera él mismo notaba la ausencia de náuseas, pues su mente estaba ocupada pensando en él, lo sabía. Nicolás gustaba de él pero, tan solo el hecho de recordar aquella petición era suficiente para encerrar esas sensaciones y reprimirlas, giró la cabeza a otro lado y encontró la mirada de Mónica sonriente mientras sacaba dos pistolas de juguete para agua, eso lo había hecho sonreír, algo inesperado estaba ocurriendo.

- Bueno, no sé cómo decirlo cariño, pero está es una batalla súbita a muerte con pistolas de agua, así que este barco será el área de juego -le confesó ella con un brillo retador en su mirada -¡suerte para que sobrevivas!, soy muy buena y muy competitiva, implora mi piedad -le advirtió mientras ambos llenaban las pistolas cada uno en un extremo opuesto de la alberca. -Solo no se vale salir llorando, ¿Listo?

-Estoy listo. - confirmó Jay olvidándose por un momento de todas las cosas que iban pasando por su mente.


Mónica fue la primera en lanzar su ataque de agua, Jay rápidamente esquivó agachándose, parecía que harían un desastre en la cubierta, pero no era como si estuvieran molestando a alguien de todos modos, cada quien estaba centrado en sus propios asuntos. Después de todo, era un crucero de relajación, diversión y amor, además, todos podrían estar de acuerdo que ellos hacían una linda pareja juvenil, esa química era evidente, odiarían arruinarles su diversión inocente.

Los dos jóvenes llenaban sus pistolas una y otra vez, en la alberca, en los lavabos, y vaya que Mónica era muy ágil para esquivar cada ataque, pues Jay había terminado con el pecho y la espalda empapados. Él casi juraba que estaba divirtiéndose aún con aquella sensación de dolor en el pecho, al menos por un momento se sentía bien.

- Gracias, Mónica. - le gritó escondido detrás de una sombrilla

- ¿Por no haberte matado aún? - preguntó con cierta diversión y burla

-Por ser mi acompañante de este viaje, me ayudaste mucho a distraerme -confesó mientras la miraba disfrutando del cumplido, pero ella había cometido el más grande error al confiar en ese pequeño instante de paz. Jay había disparado ante su pierna izquierda, finalmente llevaba uno contra los tantos de ella.

- ¡Oye! eso es trampa - advirtió apuntando directo a su costado y él alzó las manos en modo de rendición - bueno, bueno. Tendré piedad porque me alegra escuchar eso, pero algo me dice que no es todo lo que ibas a decir. Hoy no te veías precisamente como tú mismo.

- ....- Él no dijo más, se limitó a alzar las manos a modo de rendición y retrocedió

-Ya veo, ¿no vas a confesar? -La chica se acercó a una distancia razonable para soltar el disparo de agua, pero Jay se había hecho a un lado. Esto era malo.


El chorro de agua no había mojado a la víctima planeada, en cambio habían involucrado a alguien más. A pesar de que había sido un accidente, Mónica sentía que era una buena excusa para ella, pues de cierta forma, era una advertencia para ese chiquillo. No había sido planeado en lo más mínimo, pero Nicolás ahora mismo tenía el rostro empapado, sus lentes habían caído por culpa del chorro intenso de agua y los estaba tratando de encontrar en el suelo, palpaba despacio deseando que nadie fuese a pisarlos.

Jay se quedó helado mirando lo ocurrido, el rostro de Nicolas, ese malestar desprendido por su culpa, por actuar de un modo tan infantil en un espacio público. Nicolás estaba muy molesto de que les hubiesen permitido jugar de esa forma, podrían causar un accidente a alguien más, pero claro. cómo era él era quien había resultado accidentado, a nadie le importaría lo suficiente para hacerles un llamado de atención. Pues no escuchaba nada, ni una disculpa, ni una pregunta si estaba bien o no. Juraría que podría haber escuchado una burla. ¿Era gracioso ver a alguien que no podía ver?

Jay se quedó helado, sin palabras. Sin saber si debería ayudarlo y disculparse o solo ir y pedir que alguien más lo ayude. Pero Mónica fue mucho más valiente que él, caminó hacia dónde el chico, se arrodilló sobre la rasposa madera y lo observó a los ojos. Aunque Nicolás no veía nada, Mónica observaba ese rostro afligido, esa expresión de dolor que parecía querer dar lástima, ella en cambio no sabía qué sentir. Por un momento el chico parecía revivir un episodio de su vida, quién podría saberlo de todos modos, solo temblaba de miedo, o de frío, pálido, sólo.

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora