La joven tomó las gafas del suelo, secándolas vagamente con su falda.
Aquí tienes, Nicolás. Lo lamento mucho, Jay y yo nos estábamos divirtiendo y no te vimos. De ningún modo creas que fue intencional, me disculpo. Yo fui quien te disparó.- dijo ella, haciendo que Jay se incomodara cuando lo miró y luego se levantó en silencio para apartarse de ambos. Mónica solo suspiró y se acercó al joven bronceado.
Déjale solo, es normal que se moleste si recibe un disparo en la cara. Apuesto que eso le traerá malos recuerdos. Creo que por eso reaccionó así.
Jay no pudo voltear atrás, estaba aterrado. Estaba tan avergonzado por lo que sucedió y no fue capaz de pedir perdón. Él le pidió alejarse, ¿no es cierto?
Pero en sus ojos podía ver algo diferente. Una nueva tristeza que se alojaba desde lo más profundo de su corazón. Nicolás no estaba bien, pero era como si ninguno pudiera decir algo más luego de la última vez que se vieron.
Los labios de Nicolás se apretaron con fuerza. Eran palabras que se quedaban en sus labios, tan torpes y que resbalaban incapaces de ser entendidas por Jay. Nicolás miraba lentamente a ambos, paciente y casi sintiendo que no estaba allí. Como si pudiera verlos desde una pantalla o desde las palabras de un libro, ellos eran protagonistas en una historia maravillosa, él en cambio no era más que un espectador. Era doloroso saber que todo el mundo era brillante y él era pequeño, desgastado y dañado.
-N-no importa-. soltó Nicolás como un pequeño quejido. Tenía sus gafas. Eso era todo.
-Deberías tener más cuidado-. sonreía, pero su mirada era como una lanza dirigida hacia el pequeño pelirrojo.
Nicolás conocía su mirada, la había sentido muchas veces en los corredores de la universidad. Se repetía la misma idea como una cancioncita de esas que nunca salen de la mente: "Ya sé tu secreto. Sé que eres un maldito gay. Qué asco me das". Nicolás apretó la mandíbula y agachó la vista con el mismo terror que antes.
Escalofríos recorrían su espalda y le hacían sentir enfermo. Apartó la vista, agachando la cabeza. Nunca debía mostrar debilidad, no quería ir a verlo ser tan feliz sin él. Después de esas duras palabras, sentía que no importaba si él hubiera estado o no en ese crucero. La historia sería mucho mejor si incluso alguien más hubiera ocupado su lugar.
Se podía imaginar la misma historia: un chico conoce a otro y se enamoran. El primero le ayuda a superar el dolor de la pérdida al segundo y terminan tomados de la mano en el atardecer. Como el final de esos libros encantadores donde parecía que nada malo podría ocurrir. Lástima que esa historia estaba lejos de ser como esas historias dulces. Además, en este caso, parecía como si Mónica y Jay hubieran sido hechos el uno para el otro.
-D-debería irme-. dice Nicolás de nuevo, huyendo por la escalera.Su camisa mojada y su pequeño cuerpo temblando del frío. Tuvo que enfrentar la humillante sensación de desvestirse en la ducha, deseando algo de calor y tratando de ocultar sus pequeñas lágrimas de pavor que le provocaba el volver a la universidad.
Pero arriba se habían quedado la chica y el chico mirándose. Jay lo sabía, no podía ir tras él y era mejor seguir actuando según su voluntad para no desesperarlo. Era mejor seguir siendo solo alguien más en ese barco hasta que todo termine.
-Hey, no hemos terminado aún-. exclamó Mónica llena de energía, amenazando con dispararle también.
Un movimiento rápido hizo que la mente de Jay volviera al juego para no perder. Incluso había usado una de las mesas como barricada para cubrirse de los ataques precisos de Mónica. Parecía demasiado buena en un juego así. Al menos no era un juego con balas de pintura, de lo contrario, acabaría todo magullado y lleno de moretones. Lo recordaba con cariño, aunque le tomó mucho tiempo recuperarse. En ese tiempo, aún George estaba vivo. Pero si era honesto, aquello también parecía una tortura además de un juego divertido, ya que entre más disparos le dieran, más dolor sentiría, y George era demasiado bueno en ese juego.
-Hey... Mónica, ¿tendrás un momento?-. preguntó Jay sin poder evitar mirarla con cierta incomodidad y salió de su escondite, alzando las manos a modo de rendición.
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UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR
Teen FictionEn un crucero del amor, Nicolás, un chico pelirrojo con pecas, se embarca en una aventura que cambiará su vida. A pesar de su timidez y sus alergias, encuentra consuelo en los brazos cálidos de Jay, un chico misterioso con un pasado doloroso. A medi...