04|La Maldicion que desencadeno todo

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Korkut caminó tristemente hasta los aposentos de su madre; sí, aquello lo dejaba completamente abatido

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Korkut caminó tristemente hasta los aposentos de su madre; sí, aquello lo dejaba completamente abatido.

Deseaba con todo su ser también ser tan feliz como los otros hijos de su padre. Si ellos no existieran, ¿él y su madre serían felices? Ni idea de cómo saber eso.

Al llegar a los aposentos, se echó sobre la cama y miró tristemente el techo. No quería llorar delante de su madre; amaba a su madre y debía ser su pilar más fuerte, pero era imposible ocultarle la tristeza a Handan, la cual, al ver el estado de su hijo, dejó el cepillo en el tocador y se acercó hasta su pequeño.

—¿Qué ocurre, amor mío? —preguntó su madre, intentando transmitirle calma. Korkut dudó un poco antes de hablar.

—Ellos son muy felices.

—¿Quiénes?

—Los otros tres hijos de mi padre.

Handan tensó la mandíbula; sin embargo, se limitó a escuchar a su hijo contarle todo y a escuchar sus dudas. Cuando terminó de hacer eso, besó la frente de Korkut y le pidió a su nana que lo llevara a dar una vuelta en el jardín, quedándose ella con Fidan, su criada de confianza.

—Sultana, ¿qué vamos a hacer?

Handan se levantó de su asiento y caminó hasta un armario para sacar una bolsa llena de oro. La criada la miró con cierta curiosidad, y es ahí donde Handan le explicó el plan. Fidan miró a su sultana como si estuviese loca, incluso intentó decirle que eso no funcionaría, pero ante la insistencia de Handan, hizo lo que le pidió.

Al cabo de unas horas, Fidan regresó al palacio acompañada de una mujer completamente de negro. Handan la recibió, y es ahí donde todo comenzó.

—Sultana, este tipo de cosas requieren pagar un precio alto —explicó la anciana mujer.

—Pagaré cualquier precio, pero quiero que ellos sean infelices.

La bruja suspiró; con eso se había dado cuenta de que nada de lo que ella dijera a Handan le importaría. La pelirroja daba con el típico perfil de una mujer llevada por el odio y quería que todos sintieran su dolor con su vida.

—Si es lo que desea, ¿a quién va a maldecir?

—Al Sehzade Mehmed, eso es evidente.

Handan le extendió un mechón de cabello que había conseguido robar a Mehmed. La anciana lo tomó entre sus manos y murmuró unas palabras en un idioma completamente desconocido para todos.

—El príncipe Mehmed será feliz hasta un determinado momento; luego, su destino estará lleno de sangre. Sus mismas acciones lo llevarán a un declive —dictaminó la bruja mientras hacía una trenza con el cabello de Mehmed para luego untarle un líquido desconocido.

Con una aguja, pinchó su dedo para echarle su sangre al mejunje y luego de unos cantos raros, dio por finalizada su labor, aceptando la bolsa de oro.

Fidan se quedó en compañía de su sultana, y ambas guardaron un silencio sepulcral, estuvieron así por unos momentos.

—No sé hasta cuánto tiempo Mehmed será feliz, pero que lo disfrute —habló Handan con una sonrisa—. La siguiente estrella de este imperio será la de mi hijo.

—La será, mi Sultana —Fidan sonrió—. Usted será la mujer más poderosa que haya podido existir en este mundo.

Estas dos mujeres comenzaron a fantasear de lo fantástica que sería la vida una vez que la maldición hiciera efecto, sin embargo, se olvidaban de que este tipo de cosas tenían un precio, uno muy alto que pagar.


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Con esto cierro la primera temporada, generalmente suelen ser mas largas, pero realmente no considero tener mucho que contar sobre la infancia de Mehmed, de hecho, a partir de aquí empieza el desastre otomano.

Ojala y les guste, cinco votos y actualizo-

𝑬𝒍 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐|| Sehzade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora