12|Empieza la maldición.

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En una tranquila noche, después de un mes o dos desde el nacimiento de Murad, Rabia, con la ayuda discreta de Raziye, decidió abordar un asunto que había permanecido en las sombras de su matrimonio con Mehmed

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En una tranquila noche, después de un mes o dos desde el nacimiento de Murad, Rabia, con la ayuda discreta de Raziye, decidió abordar un asunto que había permanecido en las sombras de su matrimonio con Mehmed. La habitación estaba iluminada solo por la suave luz de las velas, creando una atmósfera íntima y secreta.

Raziye, actuando como cómplice, guió a Rabia a los aposentos de Mehmed. La princesa, con el corazón latiendo con nerviosismo y determinación, se acercó a la puerta entreabierta y escuchó cuidadosamente antes de entrar.

Mehmed yacía en su lecho, perdido en el sueño. Rabia, con paso sigiloso, se acercó a él. La luna llena se filtraba por las cortinas, iluminando ligeramente la habitación. Raziye permaneció vigilante en la entrada, asegurándose de que nadie irrumpiera en ese momento delicado.

Rabia, con su presencia decidida, despertó suavemente a Mehmed. Sus ojos se abrieron lentamente, encontrándose con los de Rabia en la penumbra. No era necesario hablar; entendían la importancia de ese momento.

En un silencio cargado de complicidad y anhelo, Rabia y Mehmed compartieron un instante que había estado ausente en su matrimonio hasta ese momento. La habitación se llenó con susurros apasionados y promesas calladas, mientras la conexión entre ellos se fortalecía en la oscuridad de la noche.

Raziye, manteniendo su papel como protectora de secretos, permaneció alerta para garantizar que la privacidad de Rabia y Mehmed se mantuviera intacta. Después de años de mantener este secreto, Rabia finalmente había decidido dar un paso adelante, arriesgando la deshonra en busca de una conexión más profunda con su esposo.

Me gustaría decir que Mehmed siquiera pensó en Mahpeyker en todo ese momento, pero la realidad es que no, durante todo ese tiempo, ni siquiera recordó la presencia de la que alguna vez fue su más grande amor, la que era la madre de su hijo y a la que alguna vez le juro amor eterno. Todo en ese momento para él era la princesa Safavida.

A la mañana siguiente, en la suave luz del amanecer, Rabia y Raziye se reunieron en un rincón discreto del harem. Había un aire de complicidad entre ellas, como si compartieran un secreto que solo ambas entendían.

Con una sonrisa sugerente, Rabia se acercó a Raziye.

— Anoche fue revelador, Raziye. Me sentí más cercana a Mehmed de lo que imaginé.

Raziye, con su mirada astuta, respondió con una mezcla de complicidad y expectación.

— Espero que este sea el comienzo de algo más profundo entre ustedes dos.

Rabia asintió, pero algo en la mirada de Raziye reveló que había más en juego.

— ¿Qué esperas, Raziye?

Con franqueza, Raziye expresó sus expectativas.

— Espero que, con el tiempo, esta conexión dé sus frutos. Un príncipe sería la joya que consolidaría tu posición en el harem y en el corazón de Mehmed.

Rabia, consciente de las complejidades del harem y de su papel en la competencia por el favor del sultán, asintió con determinación.

— Entiendo. Mi futuro en este imperio depende de lo que paso ayer en la noche, ojala Alah me bendiga.

Ambas mujeres compartieron una mirada significativa, conscientes de que las decisiones tomadas en la intimidad de la noche tendrían consecuencias que resonarían en los pasillos del palacio otomano.

Ambas mujeres compartieron una mirada significativa, conscientes de que las decisiones tomadas en la intimidad de la noche tendrían consecuencias que resonarían en los pasillos del palacio otomano

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En las sombras del destino, la llegada de Rabia a la vida de Mehmed no solo desencadenó las maquinaciones de la maldición de Handan, sino que también se entrelazó con su propia oscura historia

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En las sombras del destino, la llegada de Rabia a la vida de Mehmed no solo desencadenó las maquinaciones de la maldición de Handan, sino que también se entrelazó con su propia oscura historia. Rabia, ajena al peso del pasado, llevaba consigo una maldición que se había ocultado en su nacimiento, y esa aura malévola ahora resonaba en cada paso que daba por los pasillos del palacio otomano.

Mientras Rabia exploraba la complicada red de relaciones en el harem, su presencia inadvertidamente avivaba las llamas de la maldición que se aferraba a Mehmed. La conexión entre ellos, aunque genuina, se volvía cada vez más profunda, como si fuerzas invisibles estuvieran conspirando en las sombras para tejer un destino intrincado y lleno de desafíos.

En el corazón de Rabia se ocultaba un secreto que ni ella misma conocía por completo. La maldición que la había marcado desde su nacimiento, sin embargo, había encontrado un eco en la maldición que ahora envolvía a Mehmed. Dos almas malditas, inconscientes de su destino entrelazado, avanzaban hacia un futuro incierto que resonaría con los susurros de la magia oscura.

Así, mientras Rabia se sumergía más profundamente en el mundo del harem y su relación con Mehmed evolucionaba, los hilos de la maldición se enredaban, formando un nudo inextricable que cambiaría la vida de aquellos destinados a llevar el peso de un pasado oscuro.

Y mientras que Mehmed y Rabia estaban juntos nuevamente por la noche, el palacio de la provincia de Korkut, estaba envuelto en un silencio casi sobrenatural, Handan, madre de Korkut, se encontraba en un sueño intranquilo. Las sombras danzaban en su mente mientras la figura de la bruja, fallecida pero aún presente en sus pesadillas, se materializaba frente a ella.

La bruja, con ojos que parecían contener la oscuridad misma, susurró palabras inquietantes en el oído de Handan.

— La maldición ha sido desatada. Los hilos del destino de Mehmed están tejidos con la sombra que deseaste. La maldición ha comenzado.

Handan, en su sueño, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. El susurro de la bruja resonaba en su mente como un eco ominoso. Despertó abruptamente, encontrándose en la penumbra de su habitación.

Se incorporó en la cama, sorprendida por la intensidad de la experiencia onírica. Las palabras de la bruja reverberaban en su conciencia, y un sentimiento de anticipación la invadió.

Handan, con una mezcla de incredulidad y triunfo, susurró para sí misma:

— Está hecho. Ahora el futuro es de mi hijo.

La maldición que había tejido con sus propias manos se desplegaba en los corredores del destino, marcando un camino incierto que conduciría al trono otomano. 

𝑬𝒍 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐|| Sehzade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora