23|Team Gris VS Team Rojo.

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Con el corazón roto y los ojos aún nublados por las lágrimas, Kosem se levantó del suelo y se dirigió con determinación hacia los aposentos de Rabia

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Con el corazón roto y los ojos aún nublados por las lágrimas, Kosem se levantó del suelo y se dirigió con determinación hacia los aposentos de Rabia. La tristeza se mezclaba con la furia en su rostro mientras atravesaba los pasillos del palacio, decidida a obtener respuestas sobre la muerte de su hijo.

Al llegar a la puerta de los aposentos de Rabia, Kosem no esperó permiso para entrar. Empujó las puertas con fuerza y se encontró con Rabia, quien la observaba con una expresión imperturbable. Sin contener su ira y dolor, Kosem exigió respuestas.

—¡Rabia! ¿Por qué? ¿Por qué hiciste esto?

Rabia, sin mostrar signos de arrepentimiento, respondió con una frialdad calculada.

—Kosem, como madre y reina, estoy pensando en el futuro de nuestros hijos y del imperio.

Las palabras de Rabia resonaron en el aire, pero Kosem, incapaz de aceptar una justificación tan cruel, replicó con voz temblorosa pero firme.

—El futuro de nuestros hijos no debería construirse sobre la muerte de uno de ellos. ¿Cómo pudiste hacer esto?

La tensión en la habitación era palpable mientras las dos mujeres se enfrentaban, una sumida en la tristeza y el dolor, y la otra aferrada a su lógica retorcida. La confrontación entre Kosem y Rabia marcaba un punto crítico en la intrincada trama de ambiciones y traiciones que se tejía en el palacio otomano.

Después de la intensa confrontación en los pasillos del palacio, Kosem se apartó de Rabia, dejándola sola con sus pensamientos y sus emociones desbordantes. Rabia, una vez sola, se llevó una mano temblorosa a los ojos, como si intentara contener las lágrimas que habían estado amenazando con caer.

La fachada de frialdad y cálculo se desmoronó en ese momento, y un sollozo desgarrador escapó de los labios de Rabia. Sus rodillas cedieron, y se desplomó en el suelo, entregándose finalmente al dolor que había estado reprimiendo.

—Kosem, ¿Qué he hecho? —murmuró Rabia entre sollozos, mientras sus lágrimas caían sin restricciones.

La realidad de sus acciones la golpeaba con fuerza, y el peso del arrepentimiento se apoderaba de ella. En la soledad de los pasillos, Rabia se encontraba atrapada entre la ambición que la había guiado y el remordimiento que ahora la consumía.

Pidiendo perdón en lo más profundo de su ser, Rabia lloró desconsoladamente, reconociendo que las decisiones tomadas en pos de un futuro mejor habían dejado un rastro de destrucción irreparable. En ese momento de vulnerabilidad, Rabia anhelaba la comprensión y la indulgencia de Kosem, aunque sabía que el perdón sería difícil de obtener. El palacio otomano se sumía en la tristeza y la tragedia, mientras las mujeres de poder lidiaban con las consecuencias de sus propias acciones.

Después de la tragedia que envolvió al palacio otomano, Rabia, sintiéndose más sola y vulnerable que nunca, empezó a considerar medidas extremas para asegurar la protección de sus hijos. En su búsqueda de una solución que garantizara la seguridad de la familia real, su mente maquinadora se centró en Esmehan, su hija.

𝑬𝒍 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐|| Sehzade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora