11|Murad.

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El palacio de Manisa se encontraba en un revuelo de actividad, con la noticia de que Mahpeyker estaba dando a luz

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El palacio de Manisa se encontraba en un revuelo de actividad, con la noticia de que Mahpeyker estaba dando a luz. Los pasillos resonaban con el trajín de sirvientes y la tensión flotaba en el aire. Mehmed, ansioso y nervioso, se encontraba acompañado por sus hermanas, Mihrimah y Raziye, quienes lo apoyaban para evitar que la ansiedad se apoderara de él al escuchar los gritos de dolor de su amada.

El tiempo parecía detenerse mientras esperaban noticias de la partera. Después de interminables cinco horas, la partera finalmente salió de la habitación, trayendo consigo un suspiro colectivo de alivio.

— Mahpeyker ha dado a luz a un niño saludable —anunció la partera, iluminando el rostro de Mehmed.

Emocionado, Mehmed entró en la habitación acompañado por sus hermanas. Mahpeyker, agotada pero con una sonrisa radiante, sostenía en brazos al recién nacido. La alegría llenó la estancia mientras Mehmed, después de darle un tierno beso a Mahpeyker, tomó al bebé en brazos.

Sin embargo, la celebración se vio empañada por la ausencia del sultán. Mihrimah, consciente de que su padre no podría llegar para el importante momento, tomó la autorización de nombrar al bebé.

— ¿Cómo quieren llamar a su hijo? —preguntó Mihrimah, mirando a Mehmed y Mahpeyker.

Ambos intercambiaron miradas y, al unísono, respondieron:

— Murad.

Mihrimah tomó al recién nacido en brazos con ternura. Con una mirada llena de devoción, sostuvo al pequeño Murad y, con solemnidad en sus palabras, proclamó:

— Soy testigo de que no hay otro Dios más que Allah. Ahora tu nombre es Murad, que significa: El deseado.

La habitación se llenó de un silencio respetuoso mientras Mihrimah pronunciaba esas palabras con reverencia. El significado del nombre resonó como una bendición, marcando el destino del nuevo miembro de la familia otomana.



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En una tarde tranquila en el harem de Manisa, Raziye, la hermana de Mehmed y la mejor amiga de Rabia, se acercó a esta última con una expresión cargada de novedades

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En una tarde tranquila en el harem de Manisa, Raziye, la hermana de Mehmed y la mejor amiga de Rabia, se acercó a esta última con una expresión cargada de novedades.

— Necesito hablarte de algo importante.

Intrigada, Rabia asintió y la invitó a continuar.

— Mahpeyker ha dado a luz a un niño. Mehmed y ella están llenos de felicidad.

Las palabras resonaron en el aire, pero en lugar de alegría, un dejo de preocupación cruzó el rostro de Rabia. La noticia de que Mahpeyker había dado a luz a un hijo varón tenía implicaciones significativas para la jerarquía del harem y la dinastía otomana.

Con una mezcla de inquietud y determinación, Rabia miró fijamente a Raziye.

— Esto cambia las cosas, ¿verdad? Con un hijo varón, la posición de Mahpeyker se eleva.

Raziye, comprendiendo la preocupación de Rabia, asintió.

— Sí. Mahpeyker ahora tiene el título de Sultana. Su posición en el harem y en el corazón del sultán será más destacada.

Pensativa, Rabia sintió la presión de la competencia en aumento. La idea de que Mahpeyker podría ganar más influencia la llevó a tomar una decisión crucial.

— Creo que es hora de que también tenga un hijo. Algo que garantice mi posición en el harem y en el corazón de Mehmed.

Raziye, consciente de las complejidades del harem y las dinámicas imperiales, apoyó la decisión de Rabia.

— Es momento de que también empieces a mover tus fichas, Rabia. La competencia en el harem se intensificará, y debes asegurarte de tener tu propio lugar en este juego.

La determinación brilló en los ojos de Rabia mientras asentía, decidida a enfrentar los desafíos que se avecinaban y a consolidar su posición en el harem de Manisa.

En la oscura noche, Rabia, con la esperanza de ingresar a los aposentos de Mehmed, se encontró con una puerta cerrada. Los sonidos provenientes del interior revelaron la presencia de Mehmed, Mahpeyker y su recién nacido. La visión de la familia feliz golpeó a Rabia como un recordatorio de la nueva dinámica en el harem.

Molesta y decidida, Rabia se retiró, dejando atrás la puerta cerrada y la sensación de exclusión. La frustración ardió en su interior mientras tomaba la decisión de alejarse, consciente de que sus fichas en el juego del harem debían ser jugadas con estrategia.

𝑬𝒍 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐|| Sehzade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora